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Crítica de Ha nacido una estrella: El verdadero gran monstruo

Actualizado 05/10/2018 11:15:31 CET

MADRID, 5 Oct. (EUROPA PRESS – Israel Arias) –

El paso de los años, y el insondable devenir de las agendas hollywoodienses, hicieron que hace ya varios años Clint Eastwood y Beyoncé cedieran su lugar a Bradley Cooper y Lady Gaga en esta nueva versión de Ha nacido una estrella. Nunca sabremos cómo hubiera sido aquella, lo que sí comprobamos ahora, más de un lustro después, es que este remake, tercero del filme original, es un melodrama más eficaz que brillante. El debut de Cooper como director es un producto de fácil digestión, todo lo previsible que cabía esperar -es la cuarta película con el mismo título para una historia contada ya cien veces- y que, despojado de sus épicos y potentes números musicales, no resiste muchos análisis entusiastas que justifiquen esta nueva adaptación salvo el que aborda el sólido -e inesperado por su casi nula experiencia como actriz- trabajo de Stefani Joanne Angelina Germanott.

Liberada de su aparatoso personaje, ese que la ha convertido en una de las grandes divas del pop, Lady Gaga es la mayor y mejor sorpresa de un filme que arriesga lo justo en fondo y forma y que se limita a actualizar los referentes, escenarios y canciones que sirven de envoltorio a la consabida historia: una cándida y talentosa joven cuya carrera artística asciende meteóricamente mientras su atormentado descubridor y amante realiza el trayecto inverso que, lastrado por sus adicciones, o arrastra del Olimpo hasta los infiernos.

Un viaje antagónico por la montaña rusa del éxito de masas que el debutante Bradley Cooper ejecuta con una puesta en escena clásica y, salvo en los desatados y genuinos -todas las canciones se grabaron en directo- clímax musicales, siempre sobria.

En una decisión más valiente -o narcisista, según se mire-, en no pocos pasajes del filme el Cooper director roba el foco a Gaga y lo dirige hacia el Cooper actor para ofrecer cobertura emocional a su personaje y a su afán autodestructivo. Una alternativa que valida con su respuesta frente a la cámara, notablemente superior a lo que ofrece tras ella.

La fórmula, sin llegar a enamorar… funciona, y logra que la amarga trama romántica alumbrada hace ya ochenta años no quede desfasada ni tampoco resulte empalagosa ni superficial. Además de emocionar a quien se deje llevar por sus ‘melocotonazos’ pop, esta Ha nacido una estrella pone también encima de la mesa el conflicto entre arte e industria, actualizándolo con tino y reflejando fielmente algunas de las miserias de la insaciable mercadotecnia, el verdadero gran monstruo de la actual industria y de su ‘star system’.