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Crítica de Vengadores: Infinity War… y Marvel rompió su baraja

Actualizado 25/04/2018 13:25:30 CET

MADRID, 25 Abr. (EUROPA PRESS – Israel Arias) –

Marvel Studios ha estado preparando este momento, el estreno de la superproducción más ambiciosa de su hipertaquillero Universo Cinematográfico, desde hace más de diez años. Y, dieciocho películas después, Vengadores: Infinity War no defrauda. Los hermanos Russo, que con las notables Soldado de Invierno y Civil War se han ganado a pulso ser dueños y señores del MCU, consolidan su mando en plaza con una película que atrapa al espectador desde la primera secuencia y que no le suelta, zarandeándole con espectaculares secuencias -dominadas unas por la acción, otras por el humor y otras por el drama- durante más de dos horas, para, finalmente, golpear de forma inmisericorde con un desenlace tremendo y valiente. Muy valiente.

A la hora de ejecutar este combo casi perfecto, los Russo aprovechan la ventaja del background heredado y, llegando a la gran cita con prácticamente todas presentaciones hechas, siguen desde el primer momento una máxima: ‘Divide et impera’ (Divide y vencerás). Así, para manejar la superpoblación -concepto clave, por cierto, en todo el filme- de héroes a la que se enfrentan, deciden con buen tino armar inéditos minigrupos de héroes e ir saltando de una a otra aventura buscando en la estructura fragmentada la fórmula del ritmo endiablado y el difícil equilibrio entre vengadores. Dos virtudes que el filme, el más oscuro del serial cinematográfico Marvel, no pierde en ningún momento.

Formaciones distintas con diferentes misiones, sí, pero con un único objetivo: parar los pies a Thanos, el archivillano de piel morada, mastodónticas proporciones y mandíbula imposible que -ya lo avisaron los Russo- es el verdadero y gran protagonista de Infinity War. Josh Brolin consigue hacerse notar tras el CGI y dejar su impronta en un villano que impresiona más por su complejidad que por su poder. El Titán está menos loco de lo que parece y, desde su atalaya de iluminado cósmico, se mueve en una muy particular e interesante escala de grises mientras presenta sentimientos contradictorios y realmente sorprendentes.

El que es ya por derecho propio el mejor villano del Universo Cinematográfico Marvel, sirve -además de para demostrar que el CGI no implica necesariamente condenar a un personaje al ridículo tan espantoso que hicieron Steppenwolf o Apocalipsis- para romper de forma épica la baraja y promover la revolución total en el universo de Marvel Studios, un espectáculo a gran escala que se las ha ingeniado para reinventarse en movimiento antes de ofrecer el más mínimo síntoma de agotamiento.