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¿Cuánto se puede vivir sin comer?

Las preguntas científicas concretas se pueden responder por lo normal con experimentos concretos, pero en este caso no es así. Sin embargo, por desgracia, se puede volver la mirada hacia el destino de muchos seres humanos cuya muerte por hambre, involuntaria o porque decidieron llegar hasta el final, está bien documentada. Uno de los ayunos más largos fue el del irlandés Terence Joseph MacSwiney, alcalde de Cork tras el asesinato de su predecesor en el cargo, que murió en 1920 en un cárcel de Londres tras 73 días de huelga de hambre. Los compañeros de encarcelamiento de Swiney alcanzarían a continuación récords de superviviencia. Prolongarían la huelga de hambre que habían empezado con MacSwiney hasta los 94 días, momento en que la abandonaron, vivos aún. En octubre de 1929 los superaría Bhagat Singh, un socialista indio que terminó una huelga de hambre, mientras los ingleses lo tenían preso, a los 116 días de haberla empezado. No está fuera de duda la verdadera duración de su huelga, sin embargo, ya que parece que la institución británica intentó varias veces alimentar al preso, a la fuerza o introduciéndole nutrientes de tapadillo, por ejemplo poniéndole leche en el agua de beber.

Oficialmente, pues, hay una cota de al menos tres meses, a la cual otros casos famosos no se acercan: Mahatma Gandhi mantuvo una huelga de hambre durante 21 días; una pareja que se estrelló en un paraje inhóspito no comió durante unos 42 días. Está documentada oficialmente la muerte de varios huelguistas de hambre tras entre 28 y 40 días de ayuno. En 1981, mucho después del caso del luchador por la libertad de Irlanda MacSwiney, morirían todavía de inanición diez presos políticos irlandeses, tras entre 48 y 73 días de huelga de hambre.

Constan varios casos de personas que vivieron tres meses sin comer, pero en circunstancias no controladas, en campos de concentración o en hambrunas catastróficas, y por lo tanto no son muy fiables. No obstante, está claro que para ello se debe beber lo suficiente y tomar de vez en cuando vitaminas y minerales. Sin agua, una persona se seca en unos pocos días, la circulación de la sangre colapsa y se produce el fallecimiento. Cuántos días pasarán exactamente antes de que ocurra dependerá del estado general de individuo. Gracias a algunos ejemplos se sabe lo siguiente: cuando los familiares deciden que a un paciente con graves lesiones cerebrales no se le mantenga artificialmente con vida, la muerte, tras la desconexión de los aparatos, llega a menudo entre diez y catorce días después. Parecido es el tiempo de supervivencia de los enfermos terminales que renuncian voluntariamente a comer y beber.

El tiempo que se puede vivir sin alimentos pero con agua depende de diversos factores. Uno es, naturalmente, el peso con que se empiece el ayuno, las reservas inciales, por lo tanto, de grasa y masa muscular. Diversos indicios indican qué parte de ese peso se puede consumir hasta que se produce inevitablemente la muerte: los pacientes de cáncer en estado terminal pierden hasta un 35 o un 40 por ciento de su masa corporal antes de morir. Sin embargo, también se sabe de pacientes con un gran sobrepeso que mediante una dieta pierden un porcentaje bastante mayor de su masa corporal: sus reservas de grasa los protegen de la inanición. Cuando una persona con anorexia severa se acerca a la muerte, su índice de masa corporal llega a ser solo de 12 o 12,5, casi la mitad de su valor normal medio, que está entre un 18 y pico y 25. La causa de la muerte es entonces, en el 20 por ciento de los afectados, el fallo orgánico o el infarto de miocardio. El riesgo de sufrir un infarto de miocardio es la razón de que los médicos desaconsejen hoy vivamente la dieta de ayuno total, que tanta aceptación tuvo durante muchos años.

Un papel casi tan importante como el del peso inicial en el tiempo que se puede aguantar el ayuno es el que le toca a las peculiaridades individuales del metabolismo, que puede acostumbrarse más o acostumbrarse menos a una  ingesta muy disminuida de calorías durante un largo período. Así, una persona aguanta mejor la carencia total de alimentos cuando su metabolismo energético (la función de la glándula tiroides, por ejemplo) puede adaptarse flexiblemente a la falta de comida. Un metabolismo que se modifica fuertemente cuando se padece carencia de alimentos suele ser una desventaja para personas muy necesitadas de tratamiento, según creen los expertos en nutrición: la diabetes o la anorexia podrían ser más frecuentes entre los afectados. En el caso especial de las hambrunas, sin embargo, las personas así quizá hayan sobrevivido más a lo largo de la historia de la humanidad. Es posible  que sea la razón de que algunas variantes genéticas ligadas a la diabetes no se hayan extinguido hace mucho.      

Jan Osterkamp / Spektrum.de

Artículo traducido y adaptado por Investigación y Ciencia con permiso de Spektrum der Wissenschaft.