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‘Die Soldaten’, la asquerosidad de ‘La Manada’ arrasa el Teatro Real

Actualizado 17/05/2018 10:40:22 CET

MADRID, 17 May. (EUROPA PRESS) –

Asqueroso es el mejor adjetivo para definir la historia que narra ‘Die Soldaten’, única ópera de Bernd Alois Zimmerman que ha estrenado este miércoles el Teatro Real. Asquerosos son todos los hombres (y algunas mujeres) retratados en ella denigrando, violando y destruyendo a una joven hasta su perdición. Y asqueroso (y algún hijo de puta) ha sido el vocablo que se ha escapado entre el público al contemplar alguna de las asquerosas escenas a las que se somete al espectador.

A pesar de que Calixto Bieto, el director de escena, no comenta noticias, su montaje, estrenado para el Opernhaus de Zúrich en 2013, entronca con la rabiosa actualidad porque en él, además de resaltar la connivencia del desagravio en grupo, se usan cámaras tipo GoPro para grabar actos íntimos y se retransmite en ‘streaming’ parte de lo acontecido a través de pantallas instaladas en el patio de butacas del coliseo madrileño. Todo huele a Manada.

Es más, aunque la violación final de Marie, la desdichada protagonista ensangrentada, se teatraliza en directo, otras escenas sexuales, en las que se juega a la ambigüedad del consentimiento (o no) de la víctima, sí son emitidas, generando una sensación de mayor realidad, de acontecimientos que están pasando en directo ante las narices de la audiencia, que se muestra incómoda, aturdida y no sabe si mirar o apartar la vista. Observa a través del plasma ‘vídeos caseros’ con obscenos rostros de varones, babosos, salidos y satisfaciéndose a costa de una desconcertada mujer.

Es, en suma, vomitivo. Tanto que, tras el descanso, algunos asientos se han quedado vacíos. Eso sí, los que han permanecido han regalado a todos los integrantes de esta colosal representación diez minutos de aplausos y varios ‘bravos’. Si Calixto Bieto hubiese podido estar presente esta noche no le habría ocurrido como en otoño con su ‘Carmen’ -a cuyo estreno tampoco acudió-, que recibió algún abucheo en medio de la polémica por la bandera.

Pero la mayor gloria ha sido para los protagonistas. Por un lado, Susanne Elmark, en la piel de una Marie presentada en videoimagen como una inocente niña al comienzo de la función, convertida en la «puta de los soldados» y acabando su papel con un angustioso grito ‘en estero’. Por el otro, la música, bajo la dirección de Pablo Heras-Casado, y su orquesta, 120 músicos, a los que acompañaba el Coro del Teatro Real, 16 cantantes y bailarines. Ha sido el premio a una complicada partitura con lenguaje serial que es la banda sonora perfecta para el horror.

La segunda apuesta escénica de Bieto ha sido precisamente no romper la unidad de los músicos e incrustarlos sobre las tablas como militares uniformados presentes en varios estrados amarillos transformados en cuartel. Convertidos en soldados, han disparado sus afiladas notas y el público ha caído rendido en cuatro actos y dos horas y media. A cambio, los cantantes han ocupado el foso elevado para dar un efecto «primer plano» a las historias. Y ha habido ovación hasta para el apuntador, necesario para que los protagonistas pudiesen seguir los dictados ‘marciales’ de Heras-Casado, de espaldas a ellos en todo momento.

Estrenada en Colonia en 1965 y basada en la obra de Jakob Lenz (1751-1792), ‘Die Soldaten’ toma el camino de perdición de Marie, que los soldados convierten en una prostituta indigente, como metáfora de la degeneración moral y ética de la humanidad. Pero Zimmerman, que fue como solado testigo directo de la II Guerra Mundial y acabó suicidándose a los 52 años, introduce también el debate sobre la ausencia de valores en un contexto bélico, pintando el cuadro de un batallón en la que los individuos se comportan como bestias disfrutando de torturas y orgías y deprecian al género femenino en su conjunto. Sólo son cuestionados por el capellán: «Un regimiento de hombres pensantes podría hacer milagros», sentencia el clérigo.