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El consumo abundante de sal altera la respiración y la función de células inmunitarias

El consumo excesivo de sal común en la dieta puede incrementar el riesgo de sufrir hipertensión, un factor involucrado en el desarrollo de diversas enfermedades cardiovasculares. Esto se debe a que la absorción de cierta cantidad de cloruro sódico en el cuerpo humano provoca retención de agua, lo que incrementa la presión arterial. La Organización Mundial de la Salud aconseja limitar el consumo de sal a menos de 5 gramos al día para reducir el riesgo en adultos de enfermedades cardiovasculares, accidentes cerebrovasculares y cardiopatía coronaria. Gran parte de la sal que ingieren los consumidores en los países desarrollados procede de productos ultraprocesados.

Más allá del papel de la sal en la hipertensión, múltiples estudios han identificado en los últimos años que una dieta rica en cloruro de sodio puede afectar al sistema inmunitario y se sospecha que podría incrementar el riesgo de sufrir enfermedades autoinmunitarias. Los procesos involucrados en este fenómeno aún no se conocen bien, pero las evidencias sugieren que la sal podría alterar la función de este sistema de defensa a través de diferentes mecanismos, como la variación de ciertas hormonas implicadas en su regulación o mediante cambios en la diferenciación y la función de diversas células inmunitarias.

Recientemente, un equipo internacional de científicos ha descubierto el mecanismo a través del cual el consumo excesivo de sal afecta al sistema inmunitario. Los resultados, publicados en la revista Circulation, muestran que el cloruro sódico afecta a las mitocondrias (los orgánulos que producen energía para las células) de los fagocitos mononucleares (de un solo núcleo). Esto, a su vez, provoca cambios en su función inmunitaria.

Los fagocitos son células que forman parte del sistema inmunitario innato y su función principal es fagocitar (devorar) bacterias, células extrañas, muertas o dañadas en tejidos del cuerpo humano. Además, también tienen un papel importante a la hora de ayudar al sistema inmunitario adquirido, mucho más preciso aunque de respuesta más tardía. Entre los diversos tipos de fagocitos encontramos a los macrófagos, que se originan a partir de los monocitos y migran a diferentes tejidos del cuerpo humano.

Los investigadores ya habían detectado en 2015 que concentraciones elevadas de sodio en sangre afectaban tanto a la activación como a la función de los precursores de los fagocitos, los monocitos, que se encontraban de «patrulla» (rodando por la superficie de los vasos sanguíneos). No obstante, en aquel entonces se desconocía el mecanismo por el que ocurría este proceso. Ahora, tras la realización de diversos experimentos, los científicos han conseguido conocer con más detalle qué ocurre en estas células inmunitarias.

En el estudio se utilizaron diferentes herramientas complementarias para averiguar qué cambios se estaban dando en el metabolismo energético (respiración celular) de fagocitos de ratones y humanos in vitro cuando se exponían a una alta concentración de sal. Entre ellos, se realizaron ensayos enzimáticos y metabolómicos y se estudió el consumo de oxígeno de las citadas células y la acidificación de su medio extracelular (un proceso que ocurre como resultado de la respiración celular). Además, los investigadores realizaron dos pequeños ensayos clínicos para evaluar posteriormente el impacto sobre los monocitos humanos y su función mitocondrial en el laboratorio.

En uno de los estudios clínicos se añadían pastillas con seis gramos de cloruro sódico cada día a la dieta habitual de hombres sanos durante dos semanas. En cambio, en el otro ensayo se evaluaba el efecto a corto plazo de tomar un único alimento rico en sal (pizzas a domicilio procedentes de un restaurante italiano, que contenían 10 gramos de sal cada una).

Los cambios en el metabolismo energético, tras la exposición de los fagocitos a la sal, aparecían en tan solo tres horas. La cadena respiratoria mitocondrial, también conocida como cadena de transporte de electrones, se resentía y se producía menor energía (adenosín trifosfato -ATP-) y también menor consumo de oxígeno. En concreto,  la sal inhibía específicamente a enzimas del complejo II de la cadena respiratoria, lo que llevaba a una menor producción de ATP. El ATP es la moneda energética universal de las células y tiene un papel vital en su funcionamiento a todos los niveles.

Estos cambios en la función de las mitocondrias se traducían en una alteración en la activación de los macrófagos M1 (que favorecen la inflamación), que los volvía más efectivos a la hora de destruir bacterias. Sin embargo, la interacción de la sal con los macrófagos M2 (antiinflamatorios) provocaba una menor actividad de los linfocitos T CD4+ (células inmunitarias especializadas que interaccionan con los macrófagos M2).

Los ensayos clínicos también mostraron que cuando los niveles de sal en sangre aumentaban dentro de un rango fisiológico la función de las mitocondrias también se alteraba y se producía un menor consumo de oxígeno en estas células. No obstante, los cambios observados eran reversibles y la función mitocondrial de los fagocitos volvía a la normalidad horas después de restaurarse la concentración de sal en sangre.

En conjunto, el estudio muestra que la alteración en la respiración celular (que tiene lugar en las mitocondrias) afecta a los monocitos, que maduran y actúan de forma diferente. Las implicaciones a corto y largo plazo aún no se conocen bien.  Los autores sugieren que estos cambios podrían ser una ventaja para combatir infecciones bacterianas. Sin embargo, esto también podría provocar un ambiente proinflamatorio que llevaría a acelerar el desarrollo de ciertas enfermedades cardiovasculares. Se necesitan más estudios que aclaren como una dieta rica en sal mantenida a largo plazo puede afectar a la funcionalidad de los fagocitos y de otras células inmunitarias en particular y a la respuesta del sistema inmunitario en general.

Esther Samper

Referencia: «Salt Transiently Inhibits Mitochondrial Energetics in Mononuclear Phagocytes». Sabrina Geisberger et al. en Circulation, publicado en línea, 28 de abril de 2021.