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El nacimiento de la peseta

La peseta




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Tras la caída de la monarquía borbónica de Isabel II se formó un gobierno provisional que puso en marcha un programa de reformas, necesario para impulsar el desarrollo económico, industrial y social del país, al tiempo que reconocía amplias libertades individuales y proclamaba el sufragio universal. Entre las reformas económicas acometidas por el gobierno provisional destaca la creación de un nuevo sistema monetario.

Figuerola, ministro de Hacienda del gobierno provisional dirigido por el general Serrano, firmó el decreto el 19 de octubre de 1868 por el que la peseta pasaba a convertirse en la unidad monetaria nacional, sustituyendo al escudo.

En el anverso de esa primera peseta acuñada se leía la leyenda que hacía referencia al gobierno provisional, establecido en España tras el derrocamiento de Isabel II, responsable de la creación de la nueva unidad monetaria. El motivo representado estaba inspirado en la alegoría de Hispania usado en época del emperador romano de origen hispano Adriano (117-118). Se trataba de un figura femenina reclinada, tocada con una corona mural (de ladrillos), con un brazo apoyado sobre los Pirineos, fronteras naturales de la Península ibérica con el resto del continente europeo, y con los pies junto al Peñón de Gibraltar. En la mano porta una rama de olivo, símbolo de la paz.

En el reverso se representa el nuevo escudo de España, sobre el que reposa una corona mural, flanqueado por las columnas de Hércules, que marcaban los límites del mundo conocido en la antigüedad y más allá de los cuales se encontraba el Plus Ultra.

Desde esta fecha –18 de octubre de 1869– hasta el 28 de febrero de 2002 la peseta fue la base del sistema monetario español. Existió una etapa transitoria para el paso de la peseta al euro, que se inició el 1 de enero de 1999 para fijar la conversión del euro en cada país participante.

En el caso de España, se trataba de establecer cuántas pesetas equivalían a un euro, una proporción que quedó fijada en 166,386 pesetas.

El tipo de cambio fijado por unanimidad de los Estados miembros que inicialmente adoptaron la moneda única fue obligatorio a partir del 1 de enero de 1999, fecha a partir de la cual se pudo utilizar el euro en las transacciones, a excepción de los cobros y pagos en efectivo, para los que se siguieron usando las monedas y billetes de cada país hasta el 1 de enero de 2002.