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Grasas en la dieta, ¿amigas o enemigas?

Una reciente revisión evalúa los beneficios y perjuicios para la salud de las distintas dietas según su contenido en grasas y carbohidratos. [Pixabay]

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Durante décadas, una dieta rica en lípidos se ha asociado con el desarrollo de la obesidad, la diabetes, las enfermedades cardiovasculares e incluso el cáncer. En cambio, el consumo de carbohidratos, incluidos azúcares y granos altamente procesados, se ha considerado casi inocuo e incluso beneficioso. Hasta ahora.

La revista Science, en su último número monográfico sobre nutrición, devuelve a la actualidad el debate acerca de la proporción adecuada de nutrientes que debe contener una alimentación saludable. A fin de abordar esta cuestión, un equipo de investigadores expertos en nutrición, liderados por David S. Ludwig de la Universidad de Harvard, ha elaborado un resumen que recoge las evidencias científicas que relacionan el tipo de dieta con la aparición de distintas enfermedades.

Además de la calidad de los ácidos grasos y azúcares consumidos, el trabajo contempla 2 posibles escenarios nutricionales: una alimentación rica en hidratos de carbono pero baja en lípidos y un régimen con alto contenido en grasas, aunque pobre en carbohidratos.

Según los datos, la sobreingesta de lípidos induciría un estado inflamatorio en el organismo que favorecería la obesidad y la diabetes. Asimismo, alteraría la expresión de varios genes y estimularía la secreción de los ácidos biliares, involucrados en la generación de tumores. Por consiguiente, parecería que una alimentación baja en grasas sería la opción recomendable.

No obstante, la dieta conocida como cetogénica, donde los lípidos aportan el 70 por ciento de las necesidades energéticas, la cantidad de proteínas se mantiene, pero la presencia de carbohidratos se reduce notablemente, podría conllevar importantes beneficios para la salud. De hecho, algunas evidencias sugieren que el consumo de azúcares y harinas refinadas contribuiría al desarrollo de alteraciones metabólicas. Además, también concluyen que la pérdida de peso más notable se observaría tras disminuir la proporción de carbohidratos, pero no de grasas, en la alimentación.

Pero no todos los lípidos e hidratos de carbono afectarían de igual modo la salud del organismo. Así, el remplazo de grasas saturadas, presentes en bollería industrial, por insaturadas, como el aceite de oliva, o la sustitución de harinas procesadas y azúcares añadidos por fruta, legumbres u hortalizas sin almidón, podría reducir la aparición de trastornos y patologías.

En conclusión, los autores destacan que, a pesar de los indicios, aún no existe una evidencia sólida que establezca la mejor proporción grasas/hidratos de la dieta. Ludwig y sus colaboradores incluso sugieren que el contenido adecuado podría diferir entre personas. Por consiguiente, insisten en la necesidad de diseñar futuros estudios nutricionales que aporten más información al respecto.

Marta Pulido Salgado

Referencia: «Dietary fat: From foe to friend?», de D. S. Ludwig et al. en Science, 362, páginas 764-770, publicado el 15 de noviembre de 2018.