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Hallan indicios de un calendario lunar prehistórico

¿Cuándo se apareaban los uros? ¿Cuándo desovaban los salmones? ¿Cuándo nacían los potros? Puede que los pueblos paleolíticos europeos registraran en sus pinturas rupestres cuándo ocurrían tales eventos dibujando una serie de puntos, líneas y símbolos en forma de «Y» junto al animal correspondiente. Así lo explica un equipo de investigadores aficionados y sus colaboradores de las universidades británicas de Durham y Londres en un artículo publicado en Cambridge Archaeological Journal.

Por ejemplo, el número de rayas o puntos dibujados junto a un animal indicaría el mes de la época de apareamiento, mientras que una «Y» podría representar el mes en que nacían las crías del animal en cuestión. En el caso de los peces, la «Y» simbolizaría el final de la migración y el comienzo del desove.

El equipo liderado por el investigador aficionado Bennett Bacon y el arqueólogo Paul Pettitt señala la sorprendente cantidad de lugares en los que se han encontrado indicios de ese sistema. Se han hallado ejemplos tanto en Francia como en España, así como en otras regiones cercanas situadas más al este. Los expertos creen que el calendario lunar se habría utilizado desde hace unos 36.000 años hasta hace unos 13.000 en cuevas tan famosas como las de Lascaux o Altamira.

En el diario británico The Guardian, Bacon explica que pasó incontables horas tratando de descifrar el sistema. Finalmente, compartió sus especulaciones con Pettitt, un experto en pinturas rupestres de la Universidad de Durham. A continuación, el equipo analizó un total de 600 imágenes de animales y su hipótesis quedó confirmada a la vista de unas estadísticas sorprendentemente claras.

Desde hace tiempo se sabe con cierta seguridad que los habitantes del Paleolítico Medio y Superior sabían contar y registrar el resultado de sus cálculos, por ejemplo, haciendo muescas en huesos. Los especialistas también han observado la enigmática presencia de una serie de puntos y líneas junto a algunas representaciones de animales. Sin embargo, a diferencia de otros expertos, el equipo de Bacon no cree que los puntos indiquen, por ejemplo, el número de animales sacrificados. En su lugar, consideran que se empleaban para registrar pautas de comportamiento animal, un elemento de gran relevancia para el hombre del Paleolítico. El comportamiento varía con las estaciones del año, por lo que los animales acudían en momentos predecibles a lugares predecibles, donde se encontraban con las lanzas de los cazadores.

Un calendario lunar cuyo año comienza a finales de primavera

Lo más obvio para las poblaciones de aquella época era orientarse según el ciclo lunar. Observando el cielo nocturno, es relativamente fácil dividir el año en secciones iguales, o «meses», de 28 días de duración. Sin embargo, para que ese sistema se convierta en un calendario, hace falta determinar cuándo comienza el año. En consonancia con numerosos calendarios históricos, el equipo sitúa ese comienzo a finales de la primavera. Según el equipo, el hombre habría empezado a contar los meses lunares a partir del momento en que la naturaleza daba signos de despertarse y el hielo de los ríos se derretía. Lo más probable es que, más avanzado el año, al volver el invierno, dejara de contar y empezara de nuevo cuando se anunciaba la llegada de un nuevo año.

A fin de probar su hipótesis, el equipo calculó, para siete animales de caza representados con mayor frecuencia, cuándo habría sido el momento aproximado del apareamiento o del nacimiento dentro de ese calendario y con qué frecuencia aparece ese número junto a los animales de esas especies. Observaron claras coincidencias en casi todos los casos.

La dificultad del análisis reside en que el año podría haber comenzado en diferentes momentos, dependiendo de la situación geográfica de la cueva y de las condiciones climáticas. Por otro lado, tampoco puede reconstruirse de forma inequívoca cómo se comportaban los animales en su entorno hace decenas de miles de años. En el caso de los mamuts y los uros, los científicos recurrieron a sus descendientes actuales.

El equipo de Bacon y Pettitt postula que tal sistema de anotaciones no se corresponde con ninguna forma de escritura, ya que no obedece a ningún lenguaje. Sin embargo, sí podría hablarse de una protoescritura similar a los sistemas precursores a partir de los cuales se desarrolló la primera escritura propiamente dicha, unos diez mil años más tarde, en Mesopotamia.

Jan Dönges

Referencia: «An Upper Palaeolithic proto-writing system and phenological calendar». Andrea Bennett Bacon et al. en Cambridge Archaeological Journal, 1-19, 5 de enero de 2023.