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L.A. se despide de Madrid: Canciones con poso para una abarrotada Joy Eslava

Actualizado 23/11/2018 13:17:13 CET

MADRID, 23 Nov. (EUROPA PRESS – David Gallardo) –

L.A. dicen adiós pero dejan una honda huella en sus más fieles, un legado de cierta profundidad en la música española de la última década y, por encima de todo, una saca razonablemente grande de canciones. De buenas canciones. De las consistentes, esas que tienen poso y garantizan una carrera de largo recorrido y una duradera comunión con el público.

Porque puede que la banda mallorquina comandada por Luis Alberto Segura, -siempre solventemente flanqueado por Ángel, Pep y Dimas- no llene grandes pabellones ni suene a todas horas en la radio, pero indudablemente ha puesto banda sonora a unas cuantas vidas. En Madrid alrededor de 900, concretamente, las que agotaron las entradas con semanas de antelación para la despedida en Joy Eslava -dentro del ciclo Escenario Eslava-.

Una noche especial generosa en minutaje y que llegó hasta las dos horas con una veintena larga de canciones de los diferentes trabajos del grupo, con especial predilección por Heavenly Hell, su aclamado debut de 2009, que sirvió de inicio con la contundencia rockera de Hands y Perfect Combination.

«Aquí estuvimos hace diez años. Podemos decir que aquí empezó todo», dice el vocalista y guitarrista, y alguien del público responde con un alarido desde el fondo de la sala: «¡Y yo!». Risotada generalizada para descargar el ambiente ceremonioso y, a partir de ahí, un recorrido incesante por todo el jugoso cancionero de L.A.

Rebel, Crystal Clear, Older y Under radar se suceden con un sonido contundente y limpio, con momentos muy noventeros -inevitable pensar en Pearl Jam- y otros de puro recogimiento como The keeper and the rocket man o Do you wanna dance with me next sumer?, que Luis Alberto interpreta a solas con su guitarra, generando un respetuoso silencio de los que ya ni se recuerdan en los conciertos.

Suenan después In the meadow, Medicines and Microphones, la muy coreada Sweetest Goodbye, Helsinki, la distorsionada Stay, la veloz Outsider y vuelve la calma acústica con Suddenly. El cierre, como no podría ser de otra manera, es honor para Stop the clocks, una de esas canciones que bien valen una carrera musical y que es recibida como clásico por la congregación.

Alcanzadas las dos horas no hay tiempo para más, aunque canciones se quedan en el tintero. El grupo abandona el escenario con emoción contenida y el público se despide sin saber muy bien si es realmente para siempre o habrá una penúltima próxima vez en algún momento. Eso no lo sabe nadie ahora mismo pero, mientras tanto, tenemos lo más importante: Las canciones que no caducan y que ya habitan donde deben.