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La búsqueda de la sensación de peligro tiene un origen genético

La atracción por el riesgo que sienten algunas personas parece tener tanto un componente ambiental como genético. [iStock/Nastco].

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Algunas personas se exponen constantemente a situaciones arriesgadas por el deseo de sentir emociones fuertes. La sensación de peligro actúa como un potente estímulo que activa regiones cerebrales relacionadas con el sistema de recompensa y del placer. Ante una amenaza, el cuerpo aumenta la presión sanguínea, acelera la frecuencia cardíaca y moviliza las reservas de energía. Se trata de los efectos originados por la adrenalina que libera el cerebro. No obstante, nuestro cuerpo también segrega dopamina, conocida como hormona del placer, que a menudo se asocia con diferentes adicciones. La liberación de la dopamina ante determinadas situaciones extremas explica que algunas personas sientan atracción por el riesgo y sean más temerarias que otras.

Estudios previos hechos en personas gemelas indican que algunas conductas peligrosas podrían ser heredadas. Estos resultados han suscitado el interés de la comunidad científica, y más de ochenta investigadores de todo el mundo se han unido para esclarecer la base genética de estos comportamientos.

Este grupo de científicos ha llevado a cabo un estudio de asociación del genoma completo (conocido también como GWAS, por sus siglas en inglés). Este tipo de análisis compara el genoma entero de diferentes personas a fin de encontrar variaciones en uno o unos pocos nucleótidos (las «letras» del ADN) que puedan asociarse a un determinado carácter, por ejemplo, a un rasgo de la personalidad. Estos cambios en la secuencia del ADN son los responsables de la gran variabilidad existente entre los individuos de una misma especie y se llaman polimorfismos de un solo nucleótido (SNP, por sus siglas en inglés). En este caso, los investigadores analizaron el genoma de más de un millón de personas en busca de polimorfismos genéticos relacionados con la tolerancia al peligro. La evaluación de las conductas temerarias se hizo a través de cuestionarios donde se evaluaba la tendencia y la disposición para asumir riesgos en general.

Según los resultados de su artículo, publicado en Nature Genetics el pasado febrero, existen decenas SNP asociados a la búsqueda de la sensación de peligro. Más allá de las variaciones individuales debidas a la edad, el sexo y determinados factores ambientales o demográficos, los resultados del estudio señalan que la mayoría de estos SNP se encuentran en varios genes localizados en la corteza prefrontal, los ganglios basales y el mesencéfalo. Estas regiones están involucradas en el sistema de recompensa, el aprendizaje y la toma de decisiones. Además, los genes hallados también influyen en la actividad neuronal. Más concretamente, en la de los neurotransmisores GABA y glutamato, principal inhibidor e excitador, respectivamente, del sistema nervioso central. Los científicos creen que las diferencias en los niveles de estos neurotransmisores explicaría que determinadas personas sientan atracción por la sensación de peligro.

El descubrimiento de variantes genéticas asociadas a la tolerancia general al riesgo puede ayudar a esclarecer los mecanismos biológicos de tal comportamiento. Estos hallazgos permitirían, a su vez, explicar cómo interaccionan los factores genéticos con los ambientales en la definición de un rasgo conductual.

Marta Consuegra Fernández

Referencia: «Genome-wide association analyses of risk tolerance and risky behaviors in over 1 milion individuals indentify hundreds of loci and shared genetic influences». Richard Karlsson Linnér et al. en Nature Genetics, vol. 51, págs. 245-257, febrero de 2019.