Inicio Intelectualidad La Gran Depresión moldeó el ADN de las personas que la sufrieron

La Gran Depresión moldeó el ADN de las personas que la sufrieron

La peor recesión de la historia de Estados Unidos influyó en el envejecimiento de las personas, incluso antes de que estas nacieran. La Gran Depresión empezó en 1929 y finalizó aproximadamente en 1939.  En esos diez años, el 25 por ciento de la población estadounidense perdió su trabajo. Ahora, un equipo de investigadores ha descubierto que las células de las personas concebidas durante ese período de tiempo muestran signos de envejecimiento acelerado.

Los autores del estudio midieron estos cambios en el epigenoma de las células (el conjunto de marcadores químicos unidos al ADN que determinan cuándo, dónde y cómo se expresan muchos genes en cada célula). Después de su análisis, creen que el patrón que descubrieron podría estar relacionado con tasas más altas tanto de enfermedades crónicas como de fallecimientos.

El trabajo, publicado el 8 de noviembre en Proceedings of the National Academy of Sciences, es uno más de los muchos estudios que han demostrado que sufrir de forma continua estrés e inanición durante las primeras etapas del desarrollo puede condicionar la salud humana durante décadas. Los resultados ponen de relieve cómo los programas sociales diseñados para ayudar a las embarazadas son muy útiles a la hora de luchar contra las desigualdades en cuanto a salud infantil, señala Lauren Schmitz, coautora del estudio y economista de la Universidad de Wisconsin-Madison.

Aunque el estudio no es ni mucho menos el primero que relaciona grandes acontecimientos históricos con cambios producidos en el epigenoma, Patrick Allard, especialista en epigenética ambiental de la Universidad de California en Los Ángeles, cree que lo extraordinario de este estudio es que las alteraciones se han detectado en personas de entre 70 y 80 años. Señala, además que «es algo que, sin duda, se citará en todos los libros de texto».

Alteraciones epigenéticas

En las primeras etapas del desarrollo, un embrión posee un enorme potencial, ya que contiene instrucciones genéticas para construir los componentes moleculares del cuerpo. Sin embargo, con el paso del tiempo, las células añaden y eliminan en su ADN modificadores químicos conocidos como etiquetas epigenéticas, las cuales moldean la forma en que esas células y sus descendientes ejecutan las instrucciones. Las etiquetas se ven influenciadas por una serie de factores, como las hormonas, la dieta y el entorno de las personas.

Las alteraciones que se producen durante este período clave pueden perdurar durante toda la vida del individuo. En 2008, un equipo de investigadores halló que, en los Países Bajos, las personas concebidas durante una hambruna que se produjo al final de la Segunda Guerra Mundial poseían marcadores epigenéticos diferentes a sus hermanos y hermanas nacidos fuera de esta ventana temporal. Los nacidos durante la hambruna sufrieron más enfermedades metabólicas en épocas posteriores de su vida, lo que hizo sospechar a los que investigaban este tema que su exposición a la malnutrición durante las primeras etapas del desarrollo condicionó de forma permanente cómo procesaban el alimento sus cuerpos.

Desde entonces, se ha realizado toda una serie de estudios que han confirmado la relación existente entre la exposición temprana a determinados factores (una dieta deficiente, contaminantes o estrés, entre otros) y una gran variedad de alteraciones epigenéticas que pueden influir en diversos aspectos, desde el color del pelo al desarrollo cerebral. Pero solo unos pocos estudios han podido hallar esa conexión en los humanos, señala Ainash Childebayeva, antropóloga especializada en biología del Instituto Max Plank de Antropología Evolutiva de Leipzig.

La razón es, en parte, porque no sería ético someter a las personas a episodios tan dañinos como una hambruna para ver cómo se modifica la expresión génica. En cambio, la opción ha sido recurrir a sucesos históricos para averiguar si afectaron a la biología posterior de las personas que los padecieron. La Gran Depresión y los años que la siguieron ofrecieron a Schmitz la oportunidad que buscaba.

Al comparar los marcadores de envejecimiento de unas 800 personas que nacieron durante la década de 1930, el equipo de Schmitz observó que aquellos que nacieron en los estados más golpeados por la recesión (donde la pérdida de empleos y las reducciones salariales fueron mayores) poseían marcadores que hacían que sus células parecían más viejas de lo que deberían. El impacto fue menor en las personas que nacieron en la década de 1930 en estados que no sufrieron tanto las consecuencias de ese terrible período.

La alteración de los marcadores epigenéticos se pudo producir durante los primeros años de la infancia o más adelante. Pero los resultados parecen indicar que la Gran Depresión dejó una marca biológica en los niños antes de que nacieran. Eso afectó al modo en que envejecerían, epigenéticamente, en el futuro.

No está claro si fue la dieta, el estrés o algún otro factor lo que impulsó el envejecimiento acelerado, y dado que no podemos retroceder en el tiempo y analizar los efectos de cada uno de esos factores por separado, será difícil precisar cuáles fueron los mecanismos biológicos que dejó esa señal, señala Childebayeva. No obstante, «este tipo de estudios son muy importantes porque ponen de manifiesto la importancia del desarrollo temprano en la salud posterior de los individuos», afirma.

Ciencia y sociedad

Aunque tanto la atención sanitaria a las embarazadas como la teoría económica han evolucionado desde los años 30, Schmitz cree que estudios como este pueden ayudarnos a entender los problemas de la sociedad actual. Por ejemplo, a principios de este año, el Tribunal Supremo de Estados Unidos revocó el derecho federal al aborto. Décadas de investigación han demostrado que las personas a las que se les niega este derecho tienen más probabilidades de sufrir dificultades económicas tras un embarazo no deseado que aquellas que se pueden permitir abortar.

«Lo que experimentamos en esos primeros nueve meses puede afectarnos toda la vida», señala Schmitz. «Creo que, como sociedad, podemos estar de acuerdo en que sufrir una recesión incluso antes de nacer no debería acortar la vida de las personas.»

Freda Kreier/Nature News

Artículo traducido y adaptado por Investigación y Ciencia con el permiso de Nature Research Group.

Referencia: «In utero exposure to the Great Depression is reflected in late-life epigenetic aging signatures»; Lauren L. Schmitz y Valentina Duque en PNAS, vol, 119, n.º 46, e2208530119, 8 de noviembre de 2022.