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La lactancia materna potencia en bebés la proliferación de células mediadoras del sistema inmunitario

Los beneficios de la lactancia natural sobre la salud del bebé, comparados con los que ofrece la lactancia con leche de fórmula, son múltiples y ampliamente demostrados. La alimentación con leche materna en los recién nacidos se asocia con un menor riesgo de que estos padezcan diversas dolencias como enfermedades autoinmunes, asma, diferentes tipos de infecciones durante la niñez y obesidad. Instituciones sanitarias como la Organización Mundial de la Salud o la Asociación Española de Pediatría recomiendan lactancia materna exclusiva durante seis meses por sus ventajas para la salud del lactante.

La leche materna contiene diferentes tipos de anticuerpos (entre los que destacan las inmunoglobulinas A), abundante cantidad de células inmunitarias (sobre todo en el calostro) y proteínas con importante actividad contra los microorganismos que aportan una protección adicional al bebé cuando su sistema inmunitario es aún muy inmaduro.

Aunque los beneficios de la leche materna para el bebé son conocidos desde hace tiempo, los mecanismos inmunitarios implicados siguen presentando numerosas incógnitas. Científicos de la Universidad de Birmingham y de la Fundación NHS de Mujeres y Niños, en Reino Unido, han llevado a cabo un estudio para arrojar más luz sobre qué ocurre en el sistema inmunitario de los recién nacidos cuando reciben leche materna a lo largo de sus tres primeras semanas de vida, en comparación con aquellos que recibieron leche artificial. Los resultados se publicaron el 12 de enero en la revista Allergy.

Para la realización del estudio, los investigadores seleccionaron a 38 madres sanas y sus respectivos bebés sanos que nacieron por cesárea. Se seleccionaron a propósito los nacidos por esta vía porque el parto puede producir cambios proinflamatorios y diversidad en el desarrollo de la microbiota (mal llamada «flora») intestinal de los bebés. 16 neonatos se alimentaron exclusivamente con leche materna a lo largo del estudio, mientras que 13 tomaron solo leche de fórmula y 9 recibieron tanto leche materna como artificial. Se recogieron muestras de heces y de sangre en el nacimiento y las tres semanas de vida.

La sangre de madres e hijos se analizó mediante citometría que flujo, una técnica que permite conocer con detalle diferentes poblaciones de células según los marcadores presentes en la superficie de la membrana celular. Además, también se realizaron análisis de proliferación celular. Por otro lado, las heces del neonato, recogidas de los pañales, se analizaron mediante secuenciación de ARN para conocer el conjunto de genes de microorganismos (conocido como microbioma) presentes en su aparato digestivo.

El dato más destacado fue que los neonatos alimentados de forma exclusiva con leche materna a lo largo de tres semanas poseían, en proporción, casi el doble de linfocitos T reguladores (Tregs) en comparación con aquellos que solo habían recibido leche de fórmula. Esto se debía a una proliferación considerable de estas células durante las tres primeras semanas de vida con lactancia natural. Las Tregs son células con un papel clave a la hora de controlar y mediar en el sistema inmunitario: tienen un papel esencial en fomentar la tolerancia del sistema inmunitario con las moléculas propias del cuerpo humano y evitar que este sistema las ataque (actividad supresora). Su función es tan vital que cuando estos linfocitos se encuentran en muy baja cantidad o funcionan mal se producen enfermedades autoinmunes. En el estudio se observó, además, que las Tregs de los bebés alimentados con el pecho tenían una expresión mayor de una molécula (la HLA-DR) que indica una mayor actividad supresora.

Otro hallazgo importante que encontraron los científicos fue que los linfocitos T (células inmunitarias que actúan de forma precisa contra agentes extraños) de los bebés alimentados con leche materna reaccionaban menos a las células de la madre que aquellos que recibieron leche artificial. Este comportamiento de los linfocitos T estaba mediado por las Tregs. Además, también se producían menos moléculas (citoquinas) que potenciasen la inflamación. En su conjunto, esto refleja una mayor tolerancia del sistema inmunitario del bebé a las células de la madre.

En cuanto a la microbiota intestinal de los bebés alimentados con el pecho, se observó una mayor abundancia de bacterias Veillonella y Gemella, que producen ácidos grasos de cadena corta, en las heces de los neonatos. Varios estudios que sugieren que estas bacterias potencian la proliferación y diferenciación de las Tregs.

El presente estudio cuenta con ciertas limitaciones como el pequeño número de bebés participantes, que solo habían nacido por cesárea. Es esencial que más investigaciones profundicen en esta cuestión, para comprobar si los hallazgos son replicables y si ocurren también en bebés nacidos por parto natural.

Los resultados anteriores podrían explicar, en parte, por qué los bebés alimentados con leche materna poseen un riesgo menor de desarrollar enfermedades autoinmunes. El sistema inmunitario de los bebés de corta edad sufre un intenso entrenamiento durante los primeros meses, periodo en el que desarrolla su capacidad para luchar contra los microorganismos patógenos al mismo tiempo que tiene que reconocer a las moléculas del organismo y evitar su ataque. Sería interesante identificar qué elementos de la leche materna son responsables de la estimulación de las Tregs para mejorar así la composición de la leche de fórmula.

Por otro lado, también sería importante averiguar qué ocurre en los bebés prematuros o bebés afectados por problemas inflamatorios en esta cuestión. En cualquier caso, dada la elevada complejidad del sistema inmunitario es muy probable que existan otros mecanismos implicados en el diferente riesgo de enfermedades según el tipo de lactancia.

Referencia: «Breastfeeding promotes early neonatal regulatory T cell expansion and immune tolerance of non-inherited maternal antigens». HL. Wood et al. en Allergy, publicado en línea, 12 de enero de 2021.