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Las diferencias de forma entre los huevos de distintas especies tiene que ver con su capacidad de vuelo

Huevo de águila azor africana [Didier Descouens, https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Aigle_fascié_MHNT.jpg, detalle de la foto original].

La variedad de las formas de los huevos de las aves es casi tan grande como la de las aves mismas. Muchos son elípticos, como los de los colibríes, otros casi redondos, como los de los búhos, y a menudo las aves marinas los ponen más cónicos. No existe solo, pues, la forma que nos es tan conocida, la de los huevos de las gallinas. Pero ¿por qué hay esas diferencias tan grandes? Esta cuestión ya le interesó a Aristóteles. Sin embargo, solo Mary Caswell Stoddard, de la Universidad de Princeton, y su equipo parecen haber dado con una respuesta válida en general. Se puede leerla en la revista Science.

La forma del huevo parece que viene dada por las diferentes capacidades de vuelo de unos grupos de aves y de otros, y un papel decisivo le corresponde a la membrana del huevo, según piensan estos biólogos. «Hemos descubierto que las aves que vuelan bien tienden a producir huevos asimétricos o elípticos», afirma Stoddard. En este grupo caben junto a los colibríes, por ejemplo, los albatros o las rapaces. Estos científicos han analizado fotos de 50.000 huevos de más de 1400 especies de aves, y han clasificado los huevos según su apariencia externa. Para cada uno establecieron medidas de la asimetría entre sus polos (la diferencia de radio entre sus dos extremos) y de su elipticidad (si eran más o menos redondos) y estudiaron si se podía correlacionarlas con varios parámetros externos, como la capacidad de vuelo de cada especie. El huevo de la menudilla (Calidris minutilla), una limícola, del mismo género que el correlimos, es, de entre todos los examinados, el más asimétrico. El más elíptico es el del talégalo maleo (Macrocephalon maleo), un ave galliforme de Indonesia que no incuba sus huevos, sino que los entierra y deja que el calor del Sol se encargue de lo demás.

La gallina no constituye ninguna excepción en lo que se refiere a la capacidad de vuelo: aunque el huevo de gallina es moderadamente elíptico, su asimetría es reducida. Los huevos de las avestruces y otras grandes aves corredoras son bastante redondos. Los pingüinos, igualmente incapaces de volar, ponen, en contra de la regla, huevos asimétricos, pero esto lo ligan los autores a su notable capacidad natatoria, que les dota también de un cuerpo aerodinámico que obliga a una producción de huevos de una forma adaptada a esa forma corporal. Por el contrario, no se ve ninguna relación general entre la forma del huevo y factores como el número de huevos por puesta, las características del nido o las condiciones medioambientales del hábitat del animal, aunque la variante cónica de muchas aves marinas se atribuye a que anidan a menudo en acantilados abruptos; que los huevos no sean redondos impide, sencillamente, que rueden hasta caerse de las rocas.

Con la ayuda de unos modelos biofísicos, Stoddard y sus colaboradores han querido aclarar además cómo se pudieron desarrollar las distintas formas del oviducto de las hembras. La cáscara caliza desempeña en ello solo un papel subordinado, según estos investigadores. Retirada la cáscara con un poco de ácido, la membrana que tiene debajo sigue preservando el contenido con la misma configuración que por fuera deja ver la cáscara. Con solo dos propiedades, el espesor variable de la membrana y la presión hacia fuera que se ejerce sobre ella, se pueden simular en el ordenador todas las formas de huevo. La naturaleza de la membrana es por lo tanto decisiva para la conformación exterior que un huevo adopta.

Los huevos se vuelven tanto más asimétricos y elípticos cuanto mejor puedan volar las respectivas especies, con independencia del parentesco evolutivo. Para la bióloga Claire Spottiswoode, de la Universidad de Cambridge, es una adaptación principal a la vida en el aire, como dice en un texto que acompaña en Science al artículo que estamos exponiendo aquí: «Las buenas voladoras tienen cuerpos aerodinámicos. Pero por eso mismo deben producir unos huevos más pequeños, que puedan pasar por su pelvis. Y para que un polluelo encaje en un huevo así, este tiene que ser más largo, elíptico o asimétrico». El polluelo necesita mientras crece que en el huevo haya alimento suficiente para poder desarrollarse sanamente.

Con estas formas poco habituales, las aves actuales ocupan un lugar único entre los vertebrados. Las ranas y los anfibios ponen huevos redondos. Las únicas excepciones en la historia de la Tierra son muchos dinosaurios terópodos. «Nos regocijamos ya pensando en el siguiente estudio, en el que queremos investigar cómo se desarrollaron los huevos en la evolución que llevó de los dinosaurios a las aves»: así se marca Stoddard su próximo objetivo.

Más información en Science.

Fuente: spektrum.de/Daniel Lingenhöhl.