Inicio Intelectualidad Manolo García: «La vida es un baile e incluso parados estamos en...

Manolo García: «La vida es un baile e incluso parados estamos en movimiento»

MADRID, 20 Nov. (EUROPA PRESS – David Gallardo) –

Lleva todo este año Manolo García (Barcelona, 1955) recorriendo España con su primera gira acústica, que tiene aún por delante una recta final con cinco paradas en el Palacio de Congresos de Madrid, otra en el Palacio Euskalduna de Bilbao y un total de siete durante diciembre en tres recintos emblemáticos de su ciudad natal: Teatre Tívoli, Liceu y Palau de la Música.

«He dejado un poco atrás esa parte veraniega de los conciertos grandes, prefiero el calor de los teatros», resume a Europa Press el músico, quien remarca que en estos «meses fríos, tocar en teatros es muy acogedor». «Tiene algo muy grato la calidez de un concierto en las noches frías. Además, valoramos mucho el sonido, en este caso en acústico, porque da otra posibilidad de emoción», reflexiona.

Así, tras afirmar que «la música existe gracias a los silencios, que revalorizan al sonido», plantea que actuar en un teatro es un reto mayor porque no puedes «fallar, estás más alerta y tienes que afinar y modular, mientras que en el estruendo de un concierto de rock al uso puedes soltar algún gallo». Y remata: «Es una emoción mucho más palpable y la voz humana llega más».

Se autodefine en este punto como «guerrero» y asegura que no le gusta ni aburrirse «ni aburrir a nadie con cosas que previsiblemente van a funcionar». «Las fórmulas repetidas no son demasiado dignas», argumenta acto seguido, pasando a remarcar que «hay que jugársela con el riesgo de pegársela y tener que levantarse de nuevo».

Subraya entonces Manolo que él no está en la música para forrarse o ser «famoso», sino porque siempre ha sentido que «la música, la pintura y el arte en general» le daba «una complacencia y una calma». Encadenando ideas con una verborrea contagiosa, defiende que él «existe en la música y la pintura», que le generan unas sensaciones que no se tienen cuando algo se hace con «desgana».

«Yo quiero vivir, pintar, hacer canciones, cantar para la gente y ver a la gente contenta. Con el arte estás haciendo más grata tu existencia, tus días, tu vida. Esa sensación horrible de ‘lunes, venga, a trabajar, el tráfico, los embotellamientos’… Si la vida es solo esa losa… Yo necesito cada día un ratito de escape y respirar, caminar, irme a un museo o salir de la ciudad a buscar piedras para hacer una escultura», reflexiona.

Y aún añade: «Qué decepción si todo consiste en pagar impuestos y en que no nos quejemos porque si nos quejamos nos pegan unos porrazos. No, la vida es estupenda y no nos vais a joder, no nos comáis tanto el coco y dejadnos en paz. Si ya pago impuestos y entro al carril como todos. Yo tengo una canción que se llama ‘Exprimir la vida’ y yo quiero exprimir la vida, no la Visa. El que la tenga, porque hay gente que no y lo pasa fatal en este mundo de ostentación y consumo. Hay mucha gente sufriendo y pasándolo muy mal en este mundo de fiesta continua que es el mundo occidental».

Se pregunta entonces «dónde está la fraternidad, la compasión, el civismo, la educación, la cortesía, los valores, la moral o la ética». E insiste en su deseo de «exprimir la vida», algo que se consigue en realidad con cosas tan al alcance de todos como dar un paseíto a comprar el periódico un domingo, sacar al perrito o ver a una persona amiga».

«No hace falta comprarse un móvil de última generación de 1.500 euros, con uno de tapita del chino de 32 euros también puedes hacer cuatro llamadas. No hay que estar todo el día mandando mensajes, no son tan importantes los 8.000 whatsapps. ¿Pero queréis dejar de dar el coñazo? Mira, que no quiero tener Whatsapp. Ni Twitter. Quiero estar conmigo mismo mirando los pajaritos, que ya tampoco quedan», destaca.

AMOR POR LA MÚSICA

Tras esta exposición de su visión de la vida, regresa Manolo a su futuro inmediato y admite que los escenarios en los que va a cantar de aquí a final de año «imponen mucho». «En un Liceu suena impecable hasta el aleteo sutil de una mosca y ahí no puedes andarte con tonterías», lanza divertido, para luego asegurar que mantiene «intactas la ilusión y la curiosidad a sus 64 años».

«Es que me emociona la música», sentencia, como desvelando su fuente personal de la eterna juventud, para luego profundizar con un evidente derroche de pasión: «Lo primero que hago cada mañana al despertar es poner música. Tengo mis discos y esas canciones me siguen emocionando. Tengo temporadas de REM, de Green Day, de Led Zeppelin, de Jimi Hendrix, de Janis Joplin, y otras de Triana, de Camarón, Asfalto, 091… me gusta todo».

Desde esta enumeración de sus artistas favoritos construye una imagen de lo que para él es fundamental para mantenerse vivo por más años que pasen: «Me gusta el pulso del baile que es la vida. La vida es un baile e incluso parados estamos en movimiento. Y ya que estamos en movimiento también quiero moverme. La vida no para aunque tú te pares, la vida te sobrepasa. Y yo no quiero que me sobrepase, quiero ir al lado de ella. Por eso hago canciones».

PLANES DE FUTURO Y UNA MIRADA AL PASADO

Tras lanzar al viento estas reflexiones, no sorprende que tenga Manolo García bien planeados sus próximos pasos, que pasan por un siguiente disco de estudio con canciones nuevas que está ya «grabando entre semana», entre concierto y concierto. Está también preparando un nuevo libro de poesía para abril de y otra exposición después de la que tiene ahora en Armilla (Granada). «Y también un disco en directo», avanza, para luego rematar entre risas: «Que no, que no me gusta aburrirme».

Una vez esbozado el futuro y como un artista que lleva cuarenta años recorriendo España cantando ante todo tipo de público, resulta Manolo García una buena fuente a la que preguntar cómo ha cambiado el país durante todo este tiempo. Y lo tiene bastante claro: «Ahora somos un poco menos libres que en los años ochenta. En la etapa de transición hubo una euforia en todos los sentidos, en lo económico y en lo cultural, y ahora eso los poderes lo han encauzado hacia una vertiente de consumo más que de libertad o reflexión».

A su juicio, una vez hecho este análisis, «la tarea es volver a un camino de justicia social», de manera que «si hay unos Estados y unos gobiernos democráticos, que dejen a la ciudadanía un espacio de libertad y de igualdad». «Me parece terrible ver en Madrid o Barcelona o ciudades grandes cada vez más gente pidiendo por las calles, cuando millones de personas trabajamos y pagamos impuestos», subraya.

Lamenta entonces que se amenace con que no habrá dinero para las pensiones de los jubilados, al tiempo que alerta de que ahora la banca, la Bolsa y la macroeconomía han «decidido que viene otra crisis» que no han provocado esos trabajadores que pagan sus impuestos.

Y manifiesta un temor fundado en las noticias del día a día: «Cada vez hay más porrazos… Chalecos amarillos, el Brexit, Bolivia, Chile… Cada vez hay más imágenes de personas pegando a personas, con uniforme y sin uniforme. Cuando personas pegan a personas no es vaticinio de nada bueno. Hay que tirar para atrás, no pegar y repartir lo que hay, pero esa es la macropolítica global».

«No me gusta que me consideren usuario o consumidor, quiero ser un ciudadano con una vida lo más calmada posible y que pueda decidir si quiero comprar mucho, poco o nada», zanja, apostando para terminar por alejarse del mundanal ruido: «Cada vez hay más gente que quiere vivir en pueblos y entonces les dicen que les van a poner wi-fi, pero es que no, que yo quiero tener un huerto y no necesito más. Necesito tranquilidad y, bueno, un tocadiscos».