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Más sobre ‘Oumuamua, su posible baja densidad superficial y las Pléyades

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  • 31/03/2019

Astrofísica

Oumuamua podría estar constituido laminarmente, como una vela solar (aunque no fuese artificial), arrastrada por los vientos interestelares hasta una corriente de estrellas que habría determinado su trayectoria hacia nuestro sistema solar.

The Astrophysical Review Letters

La trayectoria de entrada de ‘Oumuamua parece asociar este visitante interestelar del sistema solar a la corriente de estrellas de las Pléyades, de las Siete Cabrillas [NASA, ESA, AURA/Caltech, Palomar Observatory].

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El raro objeto celeste 1l/’Oumuamua fue descubierto por unos astrónomos que lo observaron desde Hawai el 19 de octubre de 2017. Habida cuenta de su alta velocidad y de que su trayectoria era casi perpendicular al plano del sistema solar, quedó claro que se trataba de un cuerpo interestelar que estaba atravesando el sistema solar. No se había visto nunca un objeto de esa especie: un «mensajero» (la traducción directa de su hawaino nombre) de otro sistema planetario.

Un objeto muy desconcertante

Dos hechos lo envuelven con una luz misteriosa. Para empezar, no hay una imagen cercana que permita apreciar la forma y el tamaño exactos de ‘Oumuama. Y luego está el que, en el verano de 2018, se le midiese una aceleración adicional: no se mueve balísticamente, sometido solo al campo gravitatorio del Sol y de los planetas, sino que interviene otra fuerza, cuyo origen sigue sin estar claro.

Pese a que no haya ninguna fotografía tomada desde cerca, se extrajeron ciertas conclusiones por medios indirectos. Que el telescopio espacial Spitzer no lo viese y la luz de curva que se observó (los cambios de su brillo a lo largo del tiempo) indicaban que tenía que ser muy pequeño, que debía de medir unos cien metros; y que tenía que ser alargado: sus dimensiones, se pensó, podrían estar en una proporción de 10:1:1. ¡Nunca se había visto un cuerpo celeste así!

La hipótesis de la vela solar

En noviembre de 2018 ‘Oumuamua volvió a hacer furor. Los  astrofísicos del Instituto Smithsoniano de Astronomía de Harvard Shmuel Bialy y Abraham Loeb conjeturaron que estaba conformado como una vela solar, e incluso que se trataba de la sonda espacial de unas inteligencias extraterrestres. Esto último es muy, muy especulativo y, claro está, no hay ningún indicio real de ello. Pero los astrónomos de Harvard, teniendo en cuenta las pegas de las posibilidades más corrientes, sí pudieron argüir que quizá fuese sumamente plano y fino, es decir, como una vela solar. La aceleración adicional se explicaría entonces porque la plana vela sería impulsada por la presión de la radiación solar. Esa fuerza extra cesaría cuando ‘Oumuamua estuviese lejos del Sol.

Pero no cabe decir que las cosas estén claras. ‘Oumuamua, pues, agita las aguas de la comunidad astronómica. En los últimos meses han aparecido numerosas publicaciones que siguen ahondando en las diversas hipótesis. Así, Amaya Moro Martín, del Instituto de Ciencia del Telescopio Espacial, sostenía que podía tratarse de un agregado fractal de hielo, muy poroso y plano, como la vela, impulsado por la radiación solar. Ahora, T. Marshall Eubanks publica en Astrophysical Journal Letters un estudio que añade nuevos análisis a la idea de se trata de un objeto laminar y poco denso, como la vela o el agregado.

¿De dónde vino?

Con el reciente catálogo de estrellas Gaia DR2, de la ESA, se ha investigado de qué estrellas podría haber venido el visitante interestelar, pero sin que se haya podido obtener una respuesta. Por otra parte, Fabo Feng y Hugh R. A. Jones argumentaron que podría venir de la corriente de las Pléyades, un conjunto de estrellas que comparten movimiento. Ahora, Eubanks abunda en esta hipótesis.

Las Pléyades son un cúmulo estelar abierto de la constelación de Tauro, situado a unos 440 años luz de distancia. No están juntas esas estrellas por causalidad, sino que se mueven conjuntamente a través del espacio interestelar. La corriente de las Pléyades, a su vez, está formada por estrellas, muchas de ellas formadas independientemente de las Pléyades, que han adquirido unas velocidades comparables a las de estas, seguramente por resonancias gravitatorias galácticas. La idea es que ‘Oumuamua procede de tal enjambre de estrellas y que tras un viaje de millones de años se internó en nuestro sistema solar. La hipótesis se basa en la similitud, en magnitud y en dirección, de la velocidad con que el objeto entró en el sistema solar y la de las Pléyades.

El espacio interestelar no está vacío; contiene polvo y gas. Este material habría ejercido una fuerza significativa contra ‘Oumuamua si es que realmente es una lámina muy poco densa: un objeto que presente una relación muy baja entre su masa y su superficie experimentaría un frenado intenso por la parte del gas. Y esto, sostiene Eubanks, haría que pudiese quedar integrado en una corriente estelar, por ejemplo la de las Pléyades. Igualmente, añade, tendría que haber en tal caso poblaciones de objetos interestelares que compartirían el movimiento de alguna corriente estelar y, si alguno de ellos entrase en nuestro sistema solar, la dirección de entrada dependería de la corriente a la que perteneciese.

Busca de hermanos de ‘Oumuamua

¿Sabremos qué es realmente ‘Oumuamua? Sigue siendo misterioso. En estos momentos está alejándose del Sol;  ya se encuentra más allá de la órbita de Neptuno. Gracias a su alta velocidad, abandonará el sistema solar, y parece que no hay esperanzas de que se pueda enviar una sonda que lo alcance y deje claras su forma y sus dimensiones.

Eubanks propone, conforme a su hipótesis de las corrientes de estrellas, que se busquen otros objetos interestelares ligados a las corrientes estelares, por ejemplo a la de las Pléyades o a la de la constelación de Hércules. Si apareciesen de la manera predicha, contribuirían a ratificar las hipótesis citadas aquí.

Andreas Müller / Spektrum.de

Artículo traducido y adaptado por Investigación y Ciencia con permiso de Spektrum der Wissenschaft.

Referencia: «High-drag Interstellar Objects and Galactic Dynamical Streams», de T. M. Eubanks en The Astrophysical Journal Letters, volumen 874, número 2.