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Murió Liu Xiaobo, el Nobel de la Paz

En China a raíz de un cáncer de hígado eventualmente fruto de los sucesivos disgustos y de su condena por el régimen a once años de cárcel en 2009 “por el delito de socavación al poder estatal” lo cual comenzó por la denuncia (préstese atención a la denominación orwelliana de la repartición gubernamental) de la Brigada Primera de la Oficina para la Seguridad y Control de la Red de Noticias Públicas de los Servicios de Seguridad de la Ciudad de Pekín, en concordancia con el párrafo 105, apartado 2 del Código Penal de la República Popular China referido al antedicho supuesto delito. Las autoridades no lo dejaron salir del país para tratarse la enfermedad.

Xioabo, murió hacen pocos días a los 62 años de edad. Ha sido un baluarte de la libertad. En ese contexto sostiene con énfasis que los islotes de ciertas libertades producen una explosión fenomenal de la energía creadora que con razón deslumbra al mundo, pero el autor subraya que ese vergel de lo material no debe tapar la vergüenza de los atropellos a las libertades de prensa, de asociación, de reunión, la privación de una Justicia independiente del poder político y la corrupción astronómica de todos los funcionarios de más alta jerarquía. Señala que no resulta digno para la condición humana que se pretenda cubrir la bajeza de lo dicho con edificios y automóviles mejores puesto que esto significa la miserable entrega de valores esenciales del espíritu por lo que en definitiva son chucherías de la materia.

Este doctor en literatura fue profesor invitado, entre otras, en las universidades de Columbia y Oslo. En su obra más conocida -No tengo enemigos, no conozco el odio- se consigna que participó activamente en las protestas estudiantiles de junio de 1989, como se sabe, reprimidas de modo sangriento (colaboró en la redacción del documento titulado “La voces de las madres de Tiananmen”). Publicó sus once libros en el extranjero debido a la censura en China y por ser condenado varias veces a “campos de reeducación” (un eufemismo para esconder los campos de concentración que millones de veces fueron campos de exterminio).

Fue presidente del PEN Internacional en la clandestinidad china y en 2010 fue galardonado con el Premio Nobel de la Paz que no pudo ser recibido por él por encontrarse en la cárcel y tampoco pudo ser recibido por sus familiares a quienes se les prohibió la salida del país (el 10 de diciembre, simbólicamente el galardón fue ubicado en una silla vacía). Fue uno de los redactores de la célebre Carta 08 en pos de la libertad por la que fue severamente reprimido junto a otros colegas.

A pesar de que de joven admiraba a Marx debido al sistema de adoctrinamiento de todo régimen totalitario, como apunta Tienchi Martin-Lao, ya mayor Liu (y por consejo bibliográfico de Mao Yushi de quien hablaremos más abajo) fue muy influido por autores como Isaiah Berlin y Friedrich Hayek. En su último ensayo Xiaobo escribió -pese a las dificultades permanentes de saltear a los comisarios del pensamiento: “Anhelo ser la última víctima de la inquisición literaria en este país y que de ahora en más ninguna otra persona sea juzgada por sus palabras”.

Critica en su mencionado trabajo a los que le dan prioridad en sus vidas “ a los cargos, la riqueza y los viajes, los intereses especiales de las modas, el consumo, los buenos looks de las actrices de cine, los juegos de Internet y las relaciones de una noche”. Critica a los nacionalismos que “producen el mayor entusiasmo en la joven generación, sobre todo, el sentimiento antiestadounidense y antijaponés, así como el rechazo de la independencia de Taiwán, son reacciones con las cuales la juventud expresa su compromiso con el Estado chino y su odio nacionalista […] Ese es el nacionalismo de la juventud china: fanfarronería para afuera, cobardía para adentro […] Si se quiere llegar al éxito rápido, debe estarse en el Partido [Comunista] apenas uno termina sus estudios […], este fenómeno que se vive tranquilamente, aunque con la moral rota, es perfectamente acorde con la esquizofrenia espiritual de toda la sociedad […] Las noticias no oficiales, que circulan de forma privada, muestran la forma verdadera del sistema informal, un verdadero reino del terror ”.

En otros escritos, nuestro autor reitera de modo peyorativo al turismo que se desentiende de mil quinientos millones de esclavos que viven en el campo en China y muestra el correlato con Cuba donde también financian a carceleros con sus gastos. No es infrecuente que en lugares donde se imponen tiranías de diverso corte algunos gobernados se quejen e incluso los hay quienes de vez en cuando se animan a protestar públicamente en grupos, pero hay pocos que tienen el coraje de hablar fuerte y claro de modo sistemático y en medio de la soledad.

Este último también corresponde al sobresaliente de Mao Yushi sobre quien me detengo por ser el íntimo amigo de Xiaobo y quien lo inspiró a beber en el liberalismo y por ser la otra voz más sobresaliente de la libertad en China. Antes he escrito sobre este maestro de Xiaobo lo cual reitero en esta ocasión al rendirle tributo al Nobel de la Paz que acaba de morir.
Yushi, hoy de ochenta y ocho años de edad, y que viene denunciando permanente los abusos del poder, primero lo hizo respecto de las garras de Mao Tse-Tung hasta 1976 y hoy bajo las actuales autoridades. En el primer caso, denunciaba torturas, matanzas y hambrunas por lo que fue enviado a campos de concentración y, en el segundo, recibe amenazas y censuras por vocear la hipocresía de una casta gobernante que, como queda dicho, genera reformas de liberalización parcial en islotes que prosperan, al efecto de enriquecer a los miembros del aparato estatal pero que mantiene un férreo control político y una asfixia a las libertades individuales.
Recuerdo que respecto al futuro de China continental hay dos versiones contrapuestas. En primer lugar, la del politólogo francés Guy Sorman en China, el imperio de las mentiras, obra en la que el autor, después de vivir un año en ese país, pronostica un fracaso del sistema debido, precisamente, a los referidos atropellos a las libertades y a mantener en climas subcivilizados a la gran mayoría del pueblo chino. Por otro lado, está la versión del diplomático español Eugenio Bregolat que en su libro La segunda revolución china, después de haber sido tres veces embajador en ese país, conjetura que aquellos islotes de liberalización producirán como una consecuencia no querida un efecto en cadena que empujará a más libertades hasta la eventual extinción de las estructuras de poder hoy en vigencia.

Nunca se conocen los desenlaces del futuro debido a los muchos imponderables; Francisco Valsechi, el entonces decano de mi facultad de economía, solía citar una carta de 1938 escrita por Keynes a Kinglesy Marti, pensamiento que el economista inglés tomó prestado de Sir John Pentland Mahaffy sin hacer referencia a la fuente y que frecuentemente contiene una verdad, reza así: “lo inevitable nunca ocurre, es lo imprevisto siempre”.

Yushi fue profesor visitante en la Universidad de Harvard y otras casas de estudio en diferentes lugares, ha escrito numerosos libros y ensayos, fundador de la primera entidad privada china de ayuda a los más necesitados y, con todas las dificultades del caso, de instituciones de estudio y difusión de las bases del mercado libre. En 1999 obtuvo el “Fisher Award” por su libro The Future of Chinese Ethics y, en 2012, fue galardonado por la muy afamada y reconocida Cato Institute con “The Milton Friedman Prize for Advancing Liberty”.

Este incansable economista chino, primero egresado como ingeniero de la Universidad de Jiautong y nominado por China Newsweek como uno de los intelectuales más influyentes de la década, reitera que las actuales autoridades mienten sobre muchas cosas pero, especialmente, sobre lo ocurrido durante la época de Mao -el tristemente célebre tirano comunista- y después respecto a las antes mencionadas matanzas horrendas ocurridas en la Plaza Tiananmen en 1989 y las implacables persecuciones ocurridas a raíz de esa heroica rebelión y de otros episodios de protesta.

No solo hay problemas con los políticos en China, con mayor o menor gravedad el asunto está generalizado por lo que deben reverse y afirmarse los diques de contención para que el poder no haga estragos. Ilustra este problema la reciente encuesta de Latinobarómetro de lo que ocurre en América latina: revela que de todas las instituciones existentes la más confiable según las respectivas muestras son los bomberos y la menos confiable la política.

Cierro esta breve y triste noticia periodística con citas de lo escrito por Yushi en su artículo titulado “La caída del Sol Rojo” que reflejan bien su opinión sobre el origen del sistema totalitario chino: “Algunas personas aun tratan a Mao Tse-Tung como un dios y con ello no se da lugar a que se lo juzgue ya que no se puede comentar sobre una divinidad […] Afortunadamente, la difusión de nuevo material muestra otra perspectiva […] Es responsable de las hambrunas que liquidaron a trecientos millones de seres humanos […] El llamado Gran Salto hacia Adelante y la Revolución Cultural están completamente divorciados de la realidad […] Mao quería destrozar toda oposición política y expandir infinitamente su poder […] Incluso extendió la lucha de clases en sus propias filas para que dentro del partido todos se sintieran inseguros, estableciendo así relaciones extremadamente anormales […] Mao no solo provocó el máximo de dolor en su país sino que se embarcó en extender su revolución a Malasia, India, Tailandia, Filipinas, Indonesia, Nepal, Sri Lanka y otras partes el mundo […] Pol Pot fue un buen discípulo de Mao en Camboya […] Mao murió sin el menor atisbo de arrepentimiento”.
En estas breves líneas le rendimos sentido homenaje a Xiaobo y a su inspirador Mao Yushi, dos personas de un coraje y una integridad moral ejemplares quienes dejan un testimonio que también iluminará a generaciones futuras. Es de esperar que se retomen algunos pensamientos de cientos de años antes de Cristo en China como los de Lao-Tsé y Confucio, el primero sentenció a lo Jefferson: “Gobierno imperceptible, pueblo feliz; gobierno solícito, pueblo desgraciado” y el segundo resumió a lo Popper: “Gobernar significa rectificarse”.
Alberto Benegas Lynch (h)