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Pueblos gallegos sumergidos en el agua

El pueblo ourensano de Aceredo sumergido

El pueblo lugués en el que hoy viven los vecinos de Portomarín es relativamente joven, apenas alcanza los 50 años. El primitivo fue engullido por las aguas del Miño para posibilitar la construcción del embalse de Belesar, en Chantada, inaugurado en 1963. En el año 1946 el municipio original fue declarado Conjunto Histórico-Artístico. La iglesia románica de San Juan, símbolo y seña de identidad, había sido declarada Monumento Nacional en el 1931 y piedra a piedra fue emplazada en el nuevo pueblo.

Entre los ilustres que pasaron por el pueblo a lo largo de su Historia, los Reyes Católicos, Carlos V o Felipe II, que pernoctó en la villa en el siglo XVI. Pero sería la llegada del general Franco y el presidente de Fenosa por aquel entonces, Pedro Barrié de la Maza, los que fijarían la fecha de muerte del histórico Portomarín en beneficio del negocio de los voltios.

Corría el año 1992 cuando el embalse de Lindoso, gestionado por la empresa hidroeléctrica portuguesa EDP, sepultó su pueblo junto a otras cinco aldeas ourensanas (Buscalque, O Bao, A Reloeira y Lantemil) en pleno Parque Natural del Xurés. El agua llegaba de lejos: el embalse era el resultado de un acuerdo de los años 50 entre los dos dictadores de la península Ibérica, Salazar y Franco. Más de 40 años después, el acuerdo se hizo realidad y llegó el agua para cubrirlo todo.

Más de 250 vecinos perdieron sus casas y en el pueblo el acuerdo entre dos dictadores ya muertos dividió la realidad entre los que aceptaron irse y los que pensaban que no había dinero que pagase el exilio de una tierra perdida bajo el agua. Se encerraron dentro de la iglesia y se subieron al campanario para defenderse con piedras de los antidisturbios. Llevaron a cabo incluso una extensa huelga de hambre.

Se calcula que alrededor de 500 pueblos yacen bajo las aguas de embalses y pantanos en España. Aunque algunos desaparecieron de manera natural como consecuencia de la crecida de ríos cercanos, la mayoría fueron sepultados por presas enormes construidas por orden de Franco.

Más allá de la memoria de los protagonistas, poco se ha hablado de la injusticia de toda esa pérdida y del patrimonio simbólico y emocional que quedó sepultado bajo el agua.