Inicio Intelectualidad Roy Andersson: «La mejor película de Bergman es peor que mis anuncios»

Roy Andersson: «La mejor película de Bergman es peor que mis anuncios»

Obtuvo el León de Oro en el Festival de Venecia gracias a ‘Una paloma se posó en una rama a reflexionar sobre la existencia’ (2014), tercera entrega de su ‘Trilogía de la vida’. Y aquel galardón dio a conocer en todo el mundo a uno de los autores menos prolíficos -cinco largometrajes en 44 años- pero también más singulares y estimulantes del cine moderno. El Festival de Sevilla le ha otorgado un premio honorífico.

Señor Andersson, ¿cuánto le importan a usted los premios?

Cualquier director que diga que no le importan, miente. A mí ganar el León de Oro me hizo muy feliz, y me proporcionó un reconocimiento que resulta francamente placentero. Sin ese premio, posiblemente no estaría recibiendo el que me otorga el Festival de Sevilla; y no tendría a un equipo de televisión que, como puede usted ver, me sigue a todos lados filmando un documental sobre mi persona. En todo caso, no vaya a creer que el éxito se me ha subido a la cabeza.

De hecho, a lo largo de su carrera usted también ha experimentado el fracaso. ¿Siente que eso le enseñó a relativizar el éxito?

Desde el principio tuve una relación muy extraña tanto con lo uno como con lo otro. Mi primera película, ‘A Swedish love story’ (1970), fue todo un éxito en mi país, y sorprendentemente eso hizo que me sintiera muy triste. Supongo que fue algo parecido al síndrome posparto en una madre. Y pese a que mi siguiente película, ‘Giliap’ (1975), fue vapuleada por la crítica e ignorada por el público, a mí hablar de ella me hace sentir muy feliz.

En cualquier caso, después de ella pasó 25 años sin hacer largometrajes. Y desde que regresó con ‘Canciones del segundo piso’ (2000), ha abandonado por completo los formatos narrativos tradicionales. ¿Podría explicar por qué?

Las películas narrativas me parecen muy aburridas. Creo que la dictadura de la narración hace que tanto director como espectador se sientan atrapados, obligados a respetar una fórmula. Y lo formulario es predecible, y lo predecible limita terriblemente la creatividad. Y siento que a través de narraciones al uso no puedo abrir la sensibilidad del espectador, ni mostrarle que nuestro tiempo en la Tierra es muy limitado y que por tanto deberíamos aprovecharlo ejerciendo la empatía.

Su ‘Trilogía de la vida’, a la que dedicó 15 años de su carrera, esencialmente es una meditación sobre lo que significa ser humano. ¿Qué le inspiró a hacerla?

Yo nací en 1943, durante el Holocausto, cuando los campos de concentración eran maquinarias de matar perfectamente engrasadas. Cuando crecí y comprendí la magnitud de esa barbarie, empecé a preguntarme cómo algo así había sido posible. Y la pregunta sigue azotándome. Supongo que por eso siempre he tratado de estudiar al ser humano en toda su complejidad, porque solo conociéndonos los unos a los otros podemos ser capaces de solidarizar.

Y, entonces, ¿cómo asiste al auge de la extrema derecha y de los nacionalismos que está teniendo lugar en todo el mundo?

Es terrible. El separatismo y el aislacionismo me parecen extremadamente peligrosos. Todos somos seres humanos, y muy similares los unos a los otros, ¿qué sentido tiene todo ese odio? Lo que sucedió en la segunda guerra mundial es incomprensible, pero es cierto que entonces la gente no tenía la educación de la que gozamos hoy en día. Ahora bien, ¿de qué ha servido esa educación? No hemos aprendido nada. En tanto que hombre de izquierdas, siento que tengo la responsabilidad de hablar de esas cosas, y de abrir los ojos a la gente.

Habrá quien diga que un hombre de izquierdas que se dedica a rodar anuncios publicitarios, como hizo usted durante buena parte de su carrera, es un hombre incongruente.

Y lo entiendo pero, en realidad, mi finalidad con ese trabajo publicitario no era vender productos, sino meditar sobre los mecanismos de la sugestión y la persuasión. Lo curioso es que, en todo caso, los productos que yo publicitaba se vendían de maravilla.

Ingmar Bergman dijo de usted que era «el mejor director de anuncios del mundo».

Le diré algo políticamente incorrecto sobre Bergman: no es tan bueno como la gente cree.  Ni la mejor de sus películas es tan buena como el peor de mis anuncios.