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¿Se transmite el nuevo coronavirus por el aire?

Desde que los primeros informes revelaron que un nuevo coronavirus se estaba expandiendo rápidamente entre las personas, los investigadores han tratado de determinar si puede viajar por el aire. Las autoridades sanitarias afirman que el virus se transporta solo a través de las gotitas respiratorias que se producen al toser o estornudar, y que afectan directamente al receptor o caen sobre un objetos. Sin embargo, algunos científicos sostienen que existen pruebas preliminares de que se está produciendo una transmisión área de la enfermedad a través de aerosoles, es decir, partículas mucho más pequeñas que se encuentran en el aire que se exhala. Por ello, sostienen que deberían recomendarse ciertas precauciones, entre ellas, aumentar la ventilación en los espacios interiores para reducir el riesgo de infección.

El 27 de marzo, la Organización Mundial de la Salud (OMS) publicó en su página web un informe en el que se indicaba que no hay pruebas suficientes que sugieran que el SARS-CoV-2 se transmite por el aire, excepto en entornos sanitarios (cuando se intuba a un paciente infectado, por ejemplo).

Pero los expertos en enfermedades respiratorias infecciosas y en aerosoles advierten que reunir pruebas inequívocas de la transmisión por vía aérea podría llevar años y costar vidas. «En la mente de los científicos que trabajan en este terreno no existe absolutamente ninguna duda de que el virus se propaga por el aire», afirma Lidia Morawska, de la Universidad Tecnológica de Queensland en Brisbane y experta en aerosoles.

Definiciones confusas

Cuando las autoridades de salud pública informan de que no hay suficientes pruebas para afirmar que la COVID-19 se transmite por el aire, se refieren específicamente al transporte de aerosoles cargados de partículas infecciosas de menos de 5 micrómetros de diámetro. En comparación con las gotitas respiratorias, que son más pesadas y se cree que viajan a cortas distancias después de que alguien tosa o estornude y antes de caer al suelo o a otras superficies, los aerosoles pueden permanecer en el aire durante más tiempo y viajar más lejos.

La mayoría de los contagios se producen a corta distancia, explica Ben Cowling, epidemiólogo de la Universidad de Hong Kong. No obstante, la distinción entre las gotas respiratorias y los aerosoles no resulta útil. «Las partículas cargadas de virus que se exhalan pueden presentar un tamaño muy variado; desde muy grande hasta el de los aerosoles», aclara.

Si el SARS-CoV-2 se transmite a través de aerosoles, es posible que, con el tiempo, las partículas de virus puedan acumularse en espacios cerrados o que se transmitan a distancias mayores. También resulta más probable que los aerosoles se produzcan al hablar y respirar, lo que podría incluso constituir un mayor riesgo que los estornudos y la tos, indica el virólogo Julian Tang, de la Universidad de Leicester. «Cuando alguien está tosiendo o estornuda, se da la vuelta», agrega. Pero no sucede lo mismo cuando hablamos y respiramos.

Un estudio con personas que tenían gripe demostró que el 39 por ciento de estas habían exhalado aerosoles cargados de patógenos. «Mientras compartamos el espacio aéreo con otra persona, respirando el aire que exhala, es posible que se transmita por el aire», continúa Tang.

Las pruebas, hasta ahora

Los resultados de los estudios preliminares e informes de campo de que el SARS-CoV-2 se está propagando en aerosoles son dispares. En el momento más álgido del brote de coronavirus en Wuhan, Ke Lan, virólogo de la universidad de esa ciudad, recogió muestras de aerosoles en los hospitales que trataban a pacientes con COVID-19 y de sus alrededores, así como de las concurridas entradas de dos grandes centros comerciales. En una prepublicación no revisada de su investigación, Lan y otros científicos informan que han encontrado ARN viral del SARS-CoV-2 en varios lugares; también en los grandes almacenes.

Con todo, el estudio no determina si los aerosoles recogidos llegaron a infectar a las células. «Durante la respiración o el habla, la transmisión del aerosol del SARS-CoV-2 podría ocurrir e impactar en las personas, tanto cerca como lejos de su fuente de procedencia», responde, no obstante, Lan en un correo electrónico a Nature. «Como precaución, la población general debería evitar las multitudes y usar mascarillas con el fin de reducir el riesgo de exposición al virus en el aire», indica el científico en el mismo mensaje.

En otra investigación no se encontraron pruebas de la presencia del SARS-CoV-2 en las muestras de aire recogidas en las salas de aislamiento de un centro para el tratamiento de personas con COVID-19 de Singapur. Las muestras de superficie de un ventilador de salida de aire dieron un resultado positivo, pero dos de los autores, Kalisvar Marimuthu y Oon Tek Ng, del Centro Nacional de Enfermedades Infecciosas de Singapur, han informado a Nature, también por correo electrónico, que la salida se hallaba lo suficientemente cerca de una persona con COVID-19 como para que pudiera estar contaminada por las gotitas respiratorias a causa de una tos o un estornudo.

Un estudio similar llevado a cabo por investigadores en Nebraska encontró ARN viral en casi dos tercios de las muestras de aire recogidas en las salas de aislamiento de un hospital que trataba a personas con COVID-19 grave y en una instalación de cuarentena que albergaba a pacientes con infección leve.

También se detectó ARN viral en la superficie de las rejillas de ventilación. Aunque ninguna de las muestras de aire se confirmó como infecciosa en el cultivo de células, los datos sugieren que «las partículas de aerosol viral son producidas por individuos que tienen la enfermedad COVID-19, incluso en ausencia de tos», escriben los autores.

La OMS sostiene, en su último informe científico, que la evidencia de ARN viral «no es indicativo de un virus viable que pueda ser transmisible». También señala que en un análisis de más de 75.000 casos de COVID-19 en China no se encontró ningún caso de transmisión aérea. Sin embargo, Ben Cowling, de la Universidad de Hong Kong, apunta: «No se presentaron muchas pruebas para apoyar la evaluación». Por otro lado, la ausencia de pruebas no significa que el SARS-CoV-2 no se transmita por el aire. (La OMS no respondió a las preguntas de Nature a este respecto en el momento de la publicación de esta noticia.)

Los científicos de Estados Unidos han demostrado, en el laboratorio, que el virus puede sobrevivir en un aerosol y seguir siendo infeccioso durante al menos tres horas. Aunque las condiciones del estudio eran «altamente artificiales», es probable que exista «un riesgo no nulo de propagación a larga distancia por el aire», afirma Jamie Lloyd-Smith, investigador de enfermedades infecciosas de la Universidad de California en Los Ángeles y coautor del estudio.

Lagunas por resolver

Leo Poon, virólogo de la Universidad de Hong Kong, opina que falta investigación para poder afirmar que el SARS-CoV-2 se transmite por el aire. Entre otros datos, se requieren experimentos que demuestren que el virus es infeccioso en gotas de diferentes tamaños, señala.

También se desconoce si las personas con COVID-19 producen suficientes aerosoles cargados de virus para constituir un riesgo, añade Lloyd-Smith. La toma de muestras de aire de pacientes cuando hablan, respiran, tosen o estornudan, y la prueba de la viabilidad del virus en esas muestras constituyen «otra gran parte del rompecabezas», afirma. Uno de esos estudios no logró detectar el ARN viral en el aire recogido a 10 centímetros delante de una persona con COVID-19 que respiraba, hablaba y tosía, pero los autores no descartaron por completo la transmisión por el aire.

Otra incógnita crucial radica en la dosis infecciosa, es decir, el número de partículas de SARS-CoV-2 necesarias para causar una infección. «No sabemos cuál es la dosis de patógenos que debe presentar un aerosol para que una persona pueda resultar infectada si lo respira», explica Lloyd-Smith. Para averiguarlo, sería necesario exponer, de manera deliberada, a un grupo de voluntarios a diferentes dosis de virus y medir el grado de infección, método que no resultaría ético, dada la gravedad de la enfermedad.

Sea cual sea la dosis necesaria para contraer COVID-19, la duración de la exposición es probablemente un factor importante, sostiene Tang. «Si te encuentras al lado [de alguien infectado], compartiendo el mismo espacio aéreo durante 45 minutos, vas a inhalar suficiente virus para que se produzca una infección.»

Sin embargo, capturar esas pequeñas concentraciones de aerosoles que, según la combinación de flujo de aire, humedad y temperatura, podrían convertirse en una dosis infecciosa con el tiempo, resulta «extremadamente difícil», señala Morawska. «Podríamos decir que necesitamos más datos, pero entonces deberíamos admitir la dificultad de recogerlos», agrega.

Enfoque cauteloso

La transmisión aérea es posible a menos que las pruebas experimentales lo descarten, y no al revés, propone Tang. De esa manera, las personas pueden tomar precauciones para protegerse, recomienda. Medidas como aumentar la ventilación en los espacios interiores y no recircular el aire pueden ayudar a asegurar que los aerosoles infecciosos se diluyan y eliminen, observa Morawska. También deberían prohibirse las reuniones en lugares cerrados, añade.

Lan y otros científicos insisten en que la población general utilice mascarillas de protección respiratoria para reducir el riesgo de transmisión. Aunque esta medida se encuentra extendida en muchos lugares de Asia, las autoridades sanitarias de Estados Unidos y algunos países europeos han desalentado su uso masivo, en parte, porque los suministros son escasos y los trabajadores de la salud las necesitan. Sin embargo, en la República Checa y Eslovaquia se ha impuesto la obligación de llevar mascarillas fuera del hogar. Tang considera que estos países han adoptado la decisión correcta. «Están siguiendo el enfoque del sudeste asiático. Si todo el mundo puede usar mascarilla, la protección es doble y bidireccional», remarca.

En cambio, Cowling considera que las mascarillas solo deben recomendarse a la población general una vez se haya asegurado su suministro para los sanitarios, las personas con síntomas y la población más vulnerable, como los ancianos.

Dyani Lewis / Nature News

Artículo traducido y adaptado por Investigación y Cencia con permiso de Nature Resarch Group.

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