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Un acuerdo histórico de la ONU para salvar las especies

A pesar de que algunos indicios apuntaban al fracaso, a finales del año pasado los países de todo el mundo cimentaron un acuerdo para salvaguardar la naturaleza, en el que, por primera vez, se establecen objetivos cuantificables respecto a la biodiversidad. En ese sentido, dichas metas son similares a la que establecieron las naciones hace siete años para limitar el calentamiento global a un aumento de entre 1,5 y 2 grados Celsius sobre las temperaturas preindustriales.

A primera hora del 19 de diciembre de 2022 y tras mucho esfuerzo, más de 190 países llegaron, en el marco de la Conferencia de la ONU sobre Biodiversidad (COP15), al llamado Marco Mundial Kunming-Montreal de la Diversidad Biológica. Uno de los objetivos clave que marca el acuerdo es que los Estados protejan y restauren el 30 por ciento de la tierra y los mares del mundo antes de 2030, sin dejar de respetar los derechos de los pueblos indígenas, que dependen de la biodiversidad que queda en la Tierra y cuidan de ella. Otra meta es reducir en un 90 por ciento la tasa de extinción de todas las especies para 2050.

Steven Guilbeault, ministro de Medioambiente de Canadá, definió la COP15 como la cumbre sobre biodiversidad más relevante jamás celebrada. «Hemos dado un gran paso hacia delante en la historia», destacó en la sesión plenaria en la que se adoptó el marco.

En varios momentos de la cumbre de la ONU, que tuvo lugar del 7 al 19 de diciembre, las disputas sobre los detalles pusieron en peligro el acuerdo. En las últimas horas de las negociaciones, la República Democrática del Congo se opuso al modelo de financiación del marco. Sin embargo, Huang Runqiu, ministro de Medioambiente de China y presidente de la COP15, logró cerrar el pacto.

Los negociadores de varios países africanos que albergan áreas de gran biodiversidad, pero que afirman necesitar dinero para preservarlas, opinaron que la presidencia china usó su posición de poder para forzar el acuerdo. Uganda lo calificó de «estafa». Un miembro de la delegación africana que prefirió mantenerse en el anonimato, afirmó que el proceso de negociación no fue equitativo con los países en vías de desarrollo y que el acuerdo no permitiría avances significativos para frenar la pérdida de biodiversidad. «Fue un golpe de estado», sentenció. No obstante, un experto legal del Convenio sobre la Diversidad Biológica (el tratado donde se incluye el marco) aseguró a los asistentes a la COP15 que la adopción del marco fue lícita.

Preocupaciones y decepciones

Los científicos y grupos conservacionistas han celebrado el acuerdo, destacando que nunca había habido un pacto internacional de tal magnitud para proteger la naturaleza. Según Kina Murphy, ecóloga y directora científica del grupo Campaign for Nature, «es un momento histórico para la biodiversidad».

Aun así, persisten algunas preocupaciones y decepciones. Por ejemplo, el acuerdo no impone ningún requisito a las empresas para que registren y comuniquen su impacto sobre la biodiversidad. «Las medidas voluntarias no bastan», critica Eva Zabey, directora ejecutiva de Business for Nature, una coalición de 330 negocios que abogan por ese requisito, a fin de que las compañías puedan competir en igualdad de condiciones. No obstante, se manda un mensaje claro a la industria sobre la necesidad de ir reduciendo su impacto negativo, opina Andrew Deutz, abogado ambiental y economista del grupo ecologista Nature Conservancy.

Además, según los investigadores, el acuerdo no logra abordar los principales factores que impulsan la pérdida de biodiversidad, dado que no señala de forma explícita a las industrias más nocivas, como la agricultura y la pesca comercial, ni establece objetivos concretos para que tengan en cuenta la conservación de la biodiversidad en todas sus operaciones. «Me habría gustado ver metas más ambiciosas y precisas» para hacer frente a esos factores, lamenta Sandra Díaz, ecóloga de la Universidad Nacional de Córdoba, en Argentina.

El acuerdo no es legalmente vinculante, pero los países deberán demostrar sus avances respecto a los objetivos del marco en revisiones nacionales y mundiales. Las metas de Aichi sobre la biodiversidad, establecidas en 2010, se incumplieron cuando se alcanzó la fecha límite de 2020, y los expertos lo atribuyen a la falta de un mecanismo para rendir cuentas.

Gracias a las revisiones que incluye, el marco «representa un muy buen comienzo, con objetivos cuantitativos claros» que nos permitirán analizar el progreso y los motivos del éxito o el fracaso, valora Stuart Pimm, ecólogo de la Universidad Duke y presidente de Saving Nature, una organización ecologista sin ánimo de lucro.

Una larga espera

Se estima que un millón de especies están en peligro debido a la pérdida de su hábitat, sobre todo como consecuencia de la conversión del suelo para la agricultura. Los científicos avisan de que esta pérdida de biodiversidad podría amenazar la salud de ecosistemas de los que dependemos para obtener agua potable y prevenir enfermedades, y han hecho un llamamiento para renovar los esfuerzos internacionales de conservación.

Llegar al acuerdo de la COP15 ha costado cuatro años, en parte por los retrasos causados por la pandemia de COVID-19 (la cumbre debía haberse celebrado en 2020, en la ciudad china de Kunming), pero también por las discusiones sobre cómo financiar las medidas de conservación. Al final, los países decidieron que, para 2030, la suma de fondos públicos y privados dedicados a la biodiversidad debe ascender como mínimo a unos 190.000 millones de euros al año. (Esta cifra incluye un trasvase de al menos 28.000 millones anuales desde las naciones ricas a las de renta baja.) Es una cantidad muy inferior a los 660.000 millones que, según los investigadores, se requieren para proteger y restaurar completamente la naturaleza, pero supone el triple de las donaciones actuales.

Los países de renta baja y media, incluida la República Democrática del Congo, han pedido la creación de un fondo independiente para financiar la conservación. Lee White, ministro de Medioambiente de Gabón, señaló que estas naciones, cuna de una gran biodiversidad, tienen problemas para acceder al Fondo para el Medioambiente Mundial (FMAM, el fondo actual gestionado por el Banco Mundial) y que este es lento a la hora de distribuir las dotaciones.

Pero Francia y la Unión Europea se opusieron con vehemencia a la creación de un nuevo fondo, alegando que llevaría demasiado tiempo. A cambio, el marco recoge el compromiso de constituir este mismo año un fondo fiducidario dentro del FMAM. El acuerdo final también llama al FMAM a reformar sus procedimientos en respuesta a las quejas de los países de ingresos bajos y medios.

Avance sin cambios drásticos

Otro punto peliagudo de las negociaciones fue cómo repartir de manera justa y equitativa los beneficios de la «información digital sobre secuencias», datos genéticos obtenidos de plantas, animales y otros organismos. La población de las áreas con gran biodiversidad donde se obtiene el material genético no tienen apenas control sobre la comercialización de esos datos, ni ninguna forma de sacarles rédito económico o de otro tipo. Sin embargo, los países han acordado establecer un mecanismo para compartir los beneficios, cuyos detalles se decidirán en 2024, durante la próxima cumbre internacional sobre la biodiversidad (la COP16).

En resumen, el acuerdo supone un avance en la lucha contra la pérdida de biodiversidad, pero no es el gran cambio que los científicos esperaban. «No estoy segura de que tenga la fuerza suficiente para frenar las actividades que hacen más daño», lamenta Díaz.

Natasha Gilbert/Nature News

Artículo traducido y adaptado por Investigación y Ciencia con permiso de Nature Research Group.