Inicio Intelectualidad Un experimento mental: ¿cómo daríamos con una civilización del Silúrico?

Un experimento mental: ¿cómo daríamos con una civilización del Silúrico?

La transición entre el ordovícico (la caliza blanquecina de arriba) y el silúrico (la lutita marrón que tiene debajo por una inversión de las capas). Del silúrico hace más de 400 millones de años: si hubiese habido entonces una civilización tecnológica en la Tierra, ¿qué podríamos encontrar hoy de ella? [Petter Bøckman].

Dinosaurios de dos patas que hubiesen creado una civilización tecnológica global, que hubiesen dominado el mundo un instante geológico y luego hubiesen desaparecido. ¿Podríamos conocer su existencia? ¿Cómo podríamos dar con su huella? Es sumamente difícil responder estas preguntas, escriben Gavin A. Schmidt, director del Insituto Goddard de Ciencia Espacial de la NASA y destacado climatólogo, y Adam Franck, de la Universidad  de Rochester. En un nuevo artículo, que va a publicar el International Journal of Astrobiology, llegan a la conclusión de que incluso en la historia de la Tierra podría ocultarse una civilización anterior a  la humanidad.

«Es un artículo fascinante e importante», dice el paleobiólogo Jan Zalasiewicz, de la Universidad de Leicester, miembro del comité que estudia la definición del Antropoceno. «Espero que motive más trabajos sobre esas cuestiones». El trasfondo de estas reflexiones sobre unos precursores de la humanidad es un asunto que no puede ser más actual. Se trate de la protección de ecosistemas, de modelizar el clima mundial futuro o de la búsqueda de civilizaciones en el espacio remoto, el problema remite a la pregunta formulada por Schmidt y Frank: ¿cómo cambia una civilización tecnológica el planeta?

Por  mor del argumento

Como recalca Frank en una contribución a la revista The Atlantic, estos dos investigadores no creen que haya habido una civilización así realmente. El experimento mental está planteado desde una «perspectiva astrobiológica» pero aplicada a la humanidad y sus huellas en el registro geológico, que, a muy largo plazo, resultarían, parece, muy difíciles de ver. Entre ellas estarían, por ejemplo, un depósito claramente mayor de sedimentos por la erosión de la tierra, así como  la acumulación de metales tecnológicos raros y elementos radiactivos en las capas de sedimentos; pero sobre todo estarían los cambios en la circulación del carbono, el nitrógeno y la energía, y la señal más clara que podrían dejar tendría la forma de modificaciones bruscas del clima y del océano.  

Schmidt y Frank dan una lista de sucesos rápidos y catastróficos en la historia de la Tierra cuyos efectos en las rocas antiguas se asemejarían a los que causa la humanidad. Entre ellos está un período de brusco calentamiento de hace 55 millones de años, en el que se desprendió una enorme cantidad de dióxido de carbono y que es estudiado por los especialistas como posible modelo para el calentamiento global antropogénico. Sería, argumentan estos dos autores, sumamente difícil distinguir los efectos de una civilización global de las causas naturales de episodios así.

Consideran que sería extremadamente improbable encontrar artefactos reconocibles o incluso restos fósiles de una civilización de hace muchos millones de años. Una prueba de ello es el mecanismo de Antiquitera. Es el único artefacto de su especie que ha subsistido pese a que solo tiene poco más de un par de millares de años. ¿Cómo podrían subsistir construcciones así pasados los millones de años que nos separarían de hipotéticas civilizaciones no humanas?

Cómo sobreviene el olvido

Zalasiewicz discrepa de esta interpretación. «El artículo describe bien las señales químicas; pasa por alto, sin embargo, la posibilidad de que pueda haber tecnofósiles ampliamente diseminados por las capas costeras y terrestres». Puede contarse, por ejemplo, con que los materiales de construcción, como el ladrillo, el hormigón o el vidrio, se modificarían, qué duda cabe, a lo largo de millones de años, pero siempre seguirían pareciendo artificiales. «Un geólogo, sea la que sea la especie, la reconocería enseguida como algo extraordinario». Una civilización global fabricaría cantidades enormes de esos materiales, añade como elemento a tomar en cuenta.

Pero no es seguro que tuviera que ser así. Que una civilización tecnológica perdure pasados millones de años dependerá de lo derrochadora que sea con sus recursos. La humanidad podría haber dejado ya una gran impronta en la Tierra con su enorme consumo de energía, los cambios drásticos en la atmósfera, en los océanos y en la biosfera, y además, y no en último lugar, con los 30.000 millones de toneladas de construcciones y artefactos que ha producido. Pero otras civilizaciones podrían haber sido sido más parcas en sus obras o haber utilizado fuentes de energía y materiales completamente distintos. A una cultura así, con sus señales más sutiles, sería muy fácil, como muestran Frank y Schmidt, pasarla por alto, en especial cuando no se la busca deliberadamente.

Lars Fischer /spektrum.de

Artículo traducido y adaptado por Investigación y Ciencia con permiso de Spektrum der Wissenschaft.

Referencia: «The Silurian Hypothesis: Would it be possible to detect
an industrial civilization in the geological record?», de Gavin A. Schmidt y Adam Franck, en arXiv: 1804.03748 [astro-ph.EP].