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Una garrapata que provoca alergia a la carne

Kristina Carlson no le dio mucha importancia a la garrapata que se arrancó del cuerpo mientras hacía senderismo en las montañas de Carolina del Norte en septiembre de 2020. Un mes más tarde, ya en su casa de Misisipi, Carlson acudió a su médico quejándose de dolor articular y de una sensación de hinchazón en el estómago. Descartaron la artritis reumatoide y el análisis de sangre no mostró nada significativo. Poco después, Carlson empezó a sufrir infecciones oculares. En febrero de 2021 le apareció una extraña erupción en el rostro. El médico de urgencias la trató para herpes zóster, pero la erupción no mejoró. 

Cuando regresó a la consulta de su médico, una enfermera le preguntó: ¿Recuerdas si te ha picado una garrapata?». Le volvieron a hacer un análisis de sangre gracias al cual descubrieron que tenía anticuerpos asociados a alfa-gal, un carbohidrato que se halla en la carne y la grasa de los mamíferos no primates. 

El síndrome de alfa-gal es una reacción alérgica que puede aparecer tras la picadura de la garrapata conocida como estrella solitaria. Llamada así por el punto blanco que adorna la espalda de las hembras adultas, estas garrapatas se suelen encontrar en el sudeste y en el sur de la zona central de Estados Unidos. Obtienen la molécula alfa-gal a partir de los mamíferos de los que se alimentan y la transmiten a las personas que pican. 

En la actualidad, se han hallado ejemplares de estas garrapatas en Nueva Jersey y Long Island, y ya se ha informado de su presencia más al norte, en la Costa Este y en zonas del Medio Oeste. Su propagación está empezando a preocupar a los investigadores por las complicaciones a largo plazo del síndrome de alfa-gal, por lo que intentan averiguar la causa de la alergia utilizando carne modificada genéticamente. 

Habitualmente, cuando una persona come carne de algún mamífero no primate, como vaca o cerdo, su cuerpo no reacciona al carbohidrato alfa-gal. Pero cuando la picadura de una garrapata introduce la molécula en el cuerpo de la persona en cuestión, el sistema inmunitario la reconoce como invasora y produce anticuerpos conocidos como inmunoglobulina E (IgE) para combatirla. Los anticuerpos IgE se unen a distintos tipos de glóbulos blancos: en el torrente sanguíneo, a basófilos, y en los tejidos, a los mastocitos. La siguiente ocasión en que esas células entren en contacto con el alfa-gal procedente de cualquier fuente, incluida la carne, los anticuerpos lo reconocerán y el sistema inmunitario lo atacará. 

«Producir los IgE equivaldría al hecho de cargar una pistola», explica Scott Commins, director asociado del Departamento de Alergia e Inmunología de la Facultad de Medicina de la Universidad de Carolina del Norte y uno de los principales investigadores sobre el síndrome de alfa-gal. «Lo que apretará el gatillo será el consumo posterior de carne de mamífero.» 

Las reacciones alérgicas resultantes, que suelen empezar entre dos y seis horas después de ingerir alfa-gal, varían de una persona a otra. Pueden ser tan leves como un simple hormigueo en la boca o tan extremas como un choque anafiláctico. Algunas personas que padecen este síndrome pueden comerse una hamburguesa doble con queso y experimentar solo un ligero picor en las palmas de las manos o una urticaria dispersa. Otros, en cambio, ingieren una porción mínima de grasa de cerdo presente en un plato de frijoles refritos y sufren una anafilaxia. Después de comer carne, Carlson experimentaba inmediatamente hormigueos y a veces le aparecían llagas en la boca. Durante las 24 horas siguientes, sus ojos se solían irritar, se le inflamaban las articulaciones, le aparecían sarpullidos en distintas partes del cuerpo y se le hinchaba el brazo izquierdo. 

En la actualidad no existe ningún tratamiento o antídoto para el síndrome alfa-gal. La epinefrina suele ser el primer recurso para tratar la anafilaxia, y otras reacciones alérgicas pueden ser tratadas con distintos medicamentos, entre ellos, los antihistamínicos y los corticosteroides. Las personas que sufren este síndrome hacen todo lo posible para evitar ingerir alimentos que puedan desencadenar la reacción alérgica. Cuando se deja de consumir carne de mamíferos y otros productos suelen remitir los síntomas. «Eliminé de mi dieta todos los productos procedentes de animales ungulados, y el sarpullido, la infección, el dolor articular y la inflamación desaparecieron», señala Carlson. 

Un consuelo tanto para Carlson como para la mayoría de los 34.000 estadounidenses que padecen el síndrome de alfa-gal es que, al parecer, la sensibilidad a la carne no es permanente y suele desaparecer tras un período de entre cuatro y cinco años. Eso es debido a que las células del sistema inmunitario responsables de la respuesta mediante IgE son un tipo de linfocitos B inmaduros llamados plasmablastos. Según Commins, parece ser que estas células no se convierten en células que formen parte de la memoria inmunitaria a largo plazo, por lo que no permanecerán al acecho durante toda la vida de una persona, cosa que sí hacen, por ejemplo, las activadas por ciertas vacunas que vigilan a los invasores durante décadas. 

Sin embargo, las personas que pasan mucho tiempo en el exterior, como los vigilantes forestales y los topógrafos, pueden sufrir picaduras de garrapatas con cierta regularidad. «Esos pacientes parecen desarrollar células de memoria de larga duración», señala Commins. «Por desgracia, en su caso la alergia puede ser permanente.» 

La estrella solitaria se está propagando

Se espera que aparezcan cada vez más casos de personas con el síndrome de alfa-gal, ya que, tal como advierte Richard S. Ostfeld, ecólogo especialista en enfermedades y reconocido científico del Instituto Cary de Estudios sobre Ecosistemas, en Estados Unidos, «parece ser que la garrapata se está propagando». «Por desgracia, nuestro país no tiene activado ningún programa de vigilancia activa de garrapatas.» Los registros puntuales sugieren que el área de distribución de la garrapata estrella solitaria se está expandiendo, «pero carecemos de datos rigurosos de alta calidad sobre dónde están y a qué velocidad se mueven». 

También resulta complicado saber por qué se están propagando. La principal hipótesis tiene que ver con el cambio climático, pero los investigadores no se atreven a llegar a esa conclusión porque es difícil comprobarla. «Algunos estudios indican que, dado que el planeta se sigue calentando, la distribución geográfica de la garrapata estrella solitaria no se expandirá, pero otros estudios sugieren justo lo contrario», señala Ostfeld. 

Lo que está claro es que un clima cambiante como el actual está alargando la temporada activa de al menos algunas especies de garrapatas, lo que aumenta la posibilidad de que las personas se topen con este arácnido. En el caso de la garrapata de patas negras que se encuentra habitualmente en el estado de Nueva York, Ostfeld recalca que «hemos demostrado que tanto la fase de larva como la de ninfa aparecen cada vez más pronto a medida que el clima se calienta. Dado que la garrapata estrella solitaria se comporta de una forma similar, es de esperar que su temporada activa también se alargue». 

La garrapata estrella solitaria mide poco más de tres milímetros y es muy agresiva. A menudo se halla formando parte de grandes grupos, y puede detectar el calor y el dióxido de carbono emitidos por humanos que se sitúan a dos metros de distancia. Y entonces «intentan cazarte», señala Ostfeld. «Literalmente, corren hacia ti.» 

Los investigadores quieren averiguar si la IgE alfa-gal podría contribuir o exacerbar otras afecciones. En un pequeño estudio realizado en 2018, Commins y sus colaboradores asociaron el anticuerpo con placas inestables presentes en las arterias coronarias. En otro estudio más extenso realizado en 2022 en el que no participó Commins, los investigadores asociaron los infartos de miocardio con la alergia al alfa-gal. «Estamos intentando comprender si esta respuesta inmunitaria al alfa-gal forma parte de algo mayor», señala Commins. 

También ha entablado conversaciones con Revivicor, una filial biotecnológica de United Therapeutics especializada en criar cerdos de los que extraen órganos destinados a ser trasplantados a humanos. Modifican genéticamente a los animales para que no porten el alfa-gal, porque ese carbohidrato también provoca que el cuerpo humano rechace los órganos de los cerdos. En 2020, la Agencia Federal de Fármacos y Alimentos de los Estados Unidos aprobó la carne de estos cerdos «sin gal» para consumo humano. Durante los últimos meses, Revivicor ha estado enviando carne a personas que sufren esta alergia y están considerando venderla a través de Internet. 

A Commins le gustaría estudiar a las personas que comen la carne «sin gal». Si la molécula de alfa-gal ha sido eliminada pero las personas siguen reaccionando a la carne, se tendrá que reconsiderar cuál es la auténtica causa del síndrome. «Pensamos que es el alfa-gal, pero creo que los análisis de esas personas lo confirmarían», señala Commins. 

Sara Goudarcy