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Una nueva misión se prepara para aterrizar en Marte

Recreación artística del momento de aterrizaje de la misión InSight. [NASA/JPL-Caltech]

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Nuestra imagen del sistema solar ha sufrido un cambio considerable en los últimos años. Misiones como Cassini-Huygens, MSL, New Horizons o Rosetta han obtenido infinidad de detalles sobre numerosos mundos, desde Saturno y sus sorprendentes lunas hasta Marte o Plutón. Se han descubierto nuevos objetos más allá de Neptuno, el pasado de nuestro sistema planetario se ha revelado mucho más tumultuoso de lo que se pensaba y el hallazgo de miles de exoplanetas ha mostrado que, contra todo pronóstico, nuestro pequeño entorno galáctico parece ser excepcional en muchos aspectos. Este monográfico te presenta el estado actual de una de las exploraciones científicas que más han fascinado siempre a la humanidad.

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La humanidad está a punto de oír los latidos del corazón de Marte. Hoy, 26 de noviembre, está previsto que la nave InSight, maniobrada por la NASA, aterrice en las inmediaciones del ecuador marciano. Si lo logra, se convertirá en la primera misión dedicada a estudiar la actividad sísmica del planeta rojo.

Los científicos esperan que el análisis de estos «martemotos» proporcionen pistas sobre el misterioso interior del planeta, incluida su división en núcleo, manto y corteza. Al mismo tiempo, ese conocimiento sobre las entrañas de Marte podría ayudar a entender mejor cómo se formó y evolucionó la Tierra hace miles de millones de años.

Controlada desde el Laboratorio de Propulsión a Chorro (JPL) de la NASA, en California, InSight ha estado surcando el espacio desde su lanzamiento el pasado mes de mayo. Se espera que hoy, hacia las 20:41 hora española, la nave haga rotar su escudo térmico para protegerse de la atmósfera marciana, en la que entrará a una velocidad de casi 20.000 kilómetros por hora.

En una secuencia cuidadosamente coreografiada, la nave frenará con rapidez, se calentará hasta alcanzar una temperatura de 1500 grados centígrados y quedará expuesta a una fuerza siete veces mayor que la de la gravedad terrestre. En ese momento desplegará el paracaídas —uno de los momentos más críticos del descenso—, extenderá sus tres patas y, en principio, acabará aterrizando a tan solo 8,7 kilómetros por hora.

A medida que se acerque a la superficie de Marte, la nave intentará una nueva forma de comunicarse con sus controladores en la Tierra, a 146 millones de kilómetros de distancia. Dos cubesats, pequeños satélites del tamaño de un maletín, entablarán contacto con la sonda y transmitirán la información a la Tierra casi en tiempo real. Si el método funciona, en el futuro otros satélites en miniatura podrían permitir una comunicación más rápida entre la Tierra y las sondas espaciales lejanas.

La secuencia de aterrizaje de InSight será casi idéntica a la que ya ejecutara en su día la nave Phoenix, también de la NASA, que en 2008 se posó con éxito en las cercanías del polo norte marciano. La gran tormenta de polvo que a principios de este año cubrió el planeta rojo ha amainado, lo que deja a la nave un camino despejado hacia la superficie del planeta.

Temblores marcianos

InSight se dirige hacia la formación conocida como Elysium Planitia, una amplia llanura situada justo al norte del ecuador de Marte. Se trata de uno de los lugares más aburridos del planeta, señala Bruce Banerdt, planetólogo del JPL e investigador principal de la misión, cuyo coste asciende a 994 millones de dólares. Esa calma supone una ventaja para el vehículo, que necesitará un lugar seguro y geológicamente estable para llevar a cabo su trabajo.

Una vez allí, los científicos usarán la cámara del módulo de aterrizaje para explorar el terreno en busca del área más plana y menos rocosa disponible. Cuando la encuentre, el vehículo activará el sismógrafo SEIS, de construcción francesa. Un brazo robótico extraerá el instrumento de la parte trasera, lo colocará sobre el suelo y desplegará sobre él un escudo contra el viento en forma de cúpula. Se espera que todo el proceso lleve varios días.

El dispositivo incluye tres sensores diseñados para detectar los movimientos del terreno. Anidados en el interior de una cámara de vacío, su sensibilidad les permitirá medir desplazamientos tan minúsculos como el tamaño de un átomo. El gran reto consistirá en determinar cuáles de ellos obedecen a causas sísmicas y cuáles están provocados por el viento y otros fenómenos.

Tres días después del aterrizaje, los responsables de la misión pondrán en marcha otro aparato que rastreará los cambios en el campo magnético. Ello ayudará a identificar las fuentes de ruido no causadas por «martemotos», explica Catherine Johnson, geofísica de la Universidad de la Columbia Británica.

Un tercer instrumento, la sonda de temperatura HP3, de fabricación alemana, no se activará hasta enero. En el transcurso de varias semanas, el dispositivo perforará cinco metros a través de la superficie marciana, más que ningún otro aparato anterior. Su gran sensibilidad permitirá registrar cambios de temperatura de hasta pocas centésimas de grado, lo que debería revelar cuánto calor radia el planeta y cuánto procede de los elementos radiactivos de su interior. (La misión incluye también la estación meteorológica TWINS, diseñada por el Centro de Astrobiología de Madrid, del CSIC.)

InSight ha sido diseñado para funcionar durante un poco más de un año marciano, o casi dos años terrestres. Se espera que en ese tiempo detecte entre 50 y 100 movimientos sísmicos, aclara Banerdt. Cuanto más tiempo aguante la misión, más seísmos podrán identificarse y más información podrán cosechar los investigadores sobre la estructura interna del planeta vecino.

Alexandra Witze/Nature News

Artículo traducido y adaptado por Investigación y Ciencia con el permiso de Nature Research Group.

Más información en la página web de la NASA.