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Donald Trump torpedea su propia estrategia sobre Corea del Norte

Washington

Justo cuando la estrategia del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, para Corea del Norte estaba empezando a arrojar dividendos, la encendida retórica del dirigente complica la jugada.

Por fin, su gobierno parecía estar hablando con una única voz en un tema clave de seguridad nacional, algo que parecía imposible en sus seis primeros meses en la Casa Blanca. Pero la situación cambió drásticamente tras su amenaza de golpear a Pionyang con «fuego y furia como el mundo nunca ha visto» si volvía a provocar a Washington.

Al avivar la tensión, Trump podría haber socavado también la única perspectiva seria de resolver la crisis de Corea del Norte: la cooperación exitosa con China.

«Que el líder del país más poderoso del mundo hable de la capacidad de aniquilar a otro país con un poder nunca victo no solo provoca una reacción en Pionyang, sino en Pekín  y de Europa. Esto no ayuda a nuestros intereses». Jeffrey Bader, exasesor del presidente Barack Obama para Asia

La estrategia de Trump se ha basado en una delicada acción diplomática en dos fases: incrementar la presión sobre China con la esperanza de que, a su vez, Pekín utilice su influencia para hacer que Corea del Norte abandone sus aspiraciones nucleares. Trump estaba profundamente frustrado por la obstinación de China, pero había señales de que finalmente podría ceder, incluyendo su voto a favor de las duras sanciones de Naciones Unidas.

Disparo en su pie. En este sentido, la declaración de Trump parece encajar en un patrón en el que el republicano se convierte en su mayor obstáculo para lograr sus objetivos. Unas veces expone divisiones dentro de su gobierno que otros pueden explotar. En otras, adopta posiciones tan impopulares que hace imposible que los socios que necesita puedan permitirse el lujo de trabajar a su lado. En otros casos, representa las peores sospechas que sus críticos tienen sobre él.

Esta tendencia se ha repetido varias veces, incluyendo el cese del exdirector del FBI James Comey, que había estado investigando la posible implicación de Rusia en su campaña; sus comentarios sobre el «veto musulmán» que ahogaron su decreto migratorio en los tribunales, y su decisión de alinearse con Arabia Saudí frente a Catar en la crisis del golfo Pérsico, mientras Washington intentaba mediar en el conflicto.

Con Corea del Norte, su último movimiento imprevisto ha puesto en peligro la posible colaboración que buscaba en Pekín.

En los últimos meses, Trump estaba tan frustrado por la negativa de China a implicarse que dejó entrever que estaba considerando nuevas medidas comerciales punitivas. El Departamento del Tesoro llegó a preparar «sanciones secundarias» sin precedentes contra las empresas y bancos chinos que operan con Pionyang.

Pero Trump acordó frenarlas después de que China, con su voto en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, diese señales de que finalmente avanzaba en la dirección que quería el republicano, señalaron funcionarios estadounidenses.

Así que cuando el martes Trump pareció rebajarse al nivel del líder norcoreano, Kim Jong-un, amenazando de forma agresiva a la hermética nación con la fuerza física, no solo Washington se sorprendió.

«Que el líder del país más poderoso del mundo hable de la capacidad de aniquilar a otro país con un poder nunca victo no solo provoca una reacción en Pionyang, sino en Pekín y de Europa», explicó Jeffrey Bader, exasesor del presidente Barack Obama para Asia y director del programa para China de Brookings Institution. » Esto no ayuda a nuestros intereses».

Incluso antes de su amenaza, funcionarios estadounidenses estaban preocupados porque China aplicase solo a medias las sanciones. Por ello, Washington advirtió a Pekín de que supervisaría de cerca el asunto. El secretario de Estado de Estados Unidos, Rex Tillerson, estaba de viaje en Asia presionando a otros vecinos del Norte para que se mostrasen más estrictos. El alto funcionario ofreció también una salida a Pionyang: suspendan las pruebas de misiles y Estados Unidos regresará a las negociaciones.

(Video) Poco margen de diplomacia de EE. UU. ante fuego de Trump (AFP)

Pero tras las palabras de Trump, está poco claro que China –el salvavidas económico del Norte– se sienta obligado a castigar económicamente a su aliado, una medida que Pekín ve como contraria a sus intereses. Las sanciones buscan rebajar en un tercio de las exportaciones norcoreanas, privando al gobierno de efectivo para financiar sus programas nuclear y de misiles balísticos.

China podría considerar el apocalíptico mensaje de Trump como una prueba de que el republicano no está realmente interesado en el tipo de solución diplomática que preservaría el primer interés de Pekín: la estabilidad de la región. Sin la cooperación del gobierno chino, las sanciones tendrían un efecto insignificante.

¿Por qué lo hizo? Entonces, ¿qué llevó a Trump a alterar de forma tan dramática el equilibro con Corea del Norte? ¿Por qué ahora?

Uno de los posibles desencadenantes fue un reporte militar estadounidense que apuntaba que Corea del Norte había mejorado su capacidad para colocar una cabeza nuclear en uno de sus proyectiles de largo alcance –un paso clave para atacar territorio estadounidense–. Otro podría haber sido la amenaza de Pionyang de vengarse «mil veces» por las nuevas medidas de la ONU.

La amenaza de Trump pilló por sorpresa a Tillerson durante su viaje a Asia, según funcionarios cercanos a los hechos. Y a pesar de que su literaria advertencia de «fuego y furia» parecía premeditada, los asesores del presidente insisten en que aunque se discutió el tono que emplearía en caso de ser preguntado por la crisis, no sabían exactamente qué iba a decir. Las fuentes hablaron bajo condición de anonimato porque no estaban autorizadas a realizar comentarios en público.

El Ejército norcoreano respondió con sus posibles planes para atacar Guam, un territorio estadounidense en el Pacífico, y la alarma se propagó rápido. Tillerson, quien  regresaba desde Asia, habló por teléfono con Trump durante casi una hora, antes de intentar calmar los ánimos diciendo a periodistas a bordo del avión que los estadounidenses podían «dormir tranquilos» sabiendo que la situación no había cambiado y que no había «ninguna amenaza inminente».

Pero Trump volvió a calentar los ánimos poco después con tuits en los que alardeaba del arsenal militar del país, que, según dijo, no tiene igual. Funcionarios del gobierno se apresuraron entonces para tratar de demostrar que el mandatario no estaba improvisando la seguridad nacional sobre la marcha.

El secretario de Defensa, Jim Mattis, advirtió al Norte contra «acciones que conducirían al final de su régimen y a la destrucción de su pueblo». Y la portavoz del Departamento de Estado, Heather Nauert, insistió en que todos defienden el mismo mensaje.