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Editorial: Al fin, mayor ayuda para Ucrania

Durante los últimos meses, las fuerzas invasoras rusas se apalancaron en su superioridad numérica y alto poder de fuego para lograr algunos avances contra Ucrania en el campo de batalla; incluso, capturar pequeñas porciones territoriales. Los ucranianos, por su parte, se vieron limitados por un número de tropas inferior a las de los agresores, pero, sobre todo, por una creciente escasez de municiones de alto poder, armas más sofisticadas y sistemas antiaéreos suficientes para neutralizar los bombardeos enemigos.

Esta situación ya ha comenzado a cambiar, gracias a la aprobación e inmediato despliegue de un significativo paquete de ayuda militar y financiera estadounidense por $60.000 millones. Sin embargo, el precioso tiempo perdido desde que el gobierno de Joe Biden presentó la solicitud de fondos al Congreso, hace seis meses, y la votación en la Cámara de Representantes generó enormes perjuicios.

La responsabilidad de esta demora, y las consecuencias que produjo, mediante avances rusos y mayores pérdidas de vidas ucranianas, tiene una fuente muy clara: el Partido Republicano, prácticamente secuestrado por los sectores ultraconservadores y aislacionistas que responden a los dictados de Donald Trump.

El sábado de la pasada semana, la Cámara al fin respaldó la autorización de fondos que, además del monto destinado a Ucrania, incluye otros menores para Israel y Taiwán, así como una controvertida ley que afectará la operación en Estados Unidos de la red social TikTok. Al término de la sesión, su presidente, el republicano Mike Johnson, dijo: “Es un tiempo peligroso. Tres de nuestros principales adversarios, Rusia, Irán y China, están trabajando en conjunto… Si volvemos nuestras espaldas en este momento, las consecuencias serán devastadoras”.

La frase es certera; sin embargo, también hipócrita. Por un lado, la situación que presenta no es nueva; más bien, se agudizó con la invasión a Ucrania. Por otro, fue el propio Johnson quien, ante las amenazas de destitución de algunos de sus colegas más extremistas y las presiones de Trump, durante largo tiempo rechazó poner a votación la aprobación de fondos. Cuando finalmente lo hizo, luego de reveladores informes confidenciales recibidos de las agencias de inteligencia, se logró una mayoría abrumadora: 311 a favor y 112 en contra de la ayuda a Ucrania, todos ellos republicanos.

El martes, el Senado, con mayor voluntad bipartidista, se apresuró a avalar todos los elementos de la legislación; el miércoles, con su firma, Biden lo convirtió en ley, y de inmediato comenzaron a fluir hacia Ucrania municiones almacenadas en Polonia. Seguirán drones, lanzadores de proyectiles, vehículos blindados y sistemas antiaéreos Patriot, entre otros. Además, Estados Unidos ha prometido que $6.000 millones de la ayuda se destinarán a mejorar la industria ucraniana de armamentos.

Tales suministros, más los que ha estado proporcionando Europa, y que pronto incluirán cazabombarderos F-15, no garantizarán una victoria ucraniana, pero sí impedirán una derrota, mejorarán la moral de sus tropas, compensarán el gran desbalance numérico con Rusia y abrirán posibilidades de avances en algunos sectores.

Ante un conflicto que se ha convertido en guerra de desgaste, y frente a un enemigo con mayores capacidades humanas y militares, será indispensable una cooperación a largo plazo con Ucrania. En Europa la disposición está garantizada, aunque los recursos siempre serán escasos y su industria de defensa tiene una capacidad de producción mucho menor que la estadounidense. Pero el mayor riesgo está en la posibilidad de que Trump consiga ganar la presidencia de Estados Unidos en noviembre.

Si tal fuera el caso, será prácticamente imposible que se presenten y aprueben nuevos paquetes de ayuda. Además, como una parte muy importante de los $60.000 millones deberá ejecutarse en el 2025, no sería sorprendente que decida detenerla.

La satisfacción por la nueva ayuda es de sobra justificada, pero debe ir acompaña de cierta cautela y, sobre todo, de medidas europeas para que, dada la posibilidad de que Estados Unidos se suma en el aislacionismo, sea posible mantener un flujo de cooperación adecuado para Ucrania.

Ante un conflicto que se ha convertido en guerra de desgaste, y frente a un enemigo con mayores capacidades humanas y militares, será indispensable una cooperación a largo plazo con Ucrania.