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Editorial: Retroceso de las habilidades de lectura

No podemos saber cuánto es el retroceso de la habilidad para la lectura entre los estudiantes costarricenses en este momento, pero podemos formular una descorazonadora hipótesis a partir de los últimos resultados del Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos (PISA, por sus siglas en inglés).

Conocer la situación actual requeriría la divulgación del desempeño de los alumnos en las pruebas nacionales estandarizadas, pero, a la fecha, seis meses después de los exámenes de octubre del 2023, el Ministerio de Educación Pública (MEP) apenas divulgó datos ambiguos, con los estudiantes distribuidos en las categorías “básico, intermedio y avanzado”, cada una asociada a un color del semáforo, comenzando por el verde para los mejores.

Brilla por su ausencia la información sobre los criterios para conformar las categorías o niveles. A falta de calificaciones numéricas y una descripción cualitativa del significado de los puntajes como indicadores del progreso de los alumnos, es imposible saber el estado de la enseñanza y examinar los propios instrumentos de evaluación.

En esas circunstancias, la información más sólida disponible sobre habilidades de lectura son las pruebas PISA del 2022. Las evaluaciones se realizan periódicamente con la participación de estudiantes de 15 años de las 37 naciones incorporadas a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). En Costa Rica, 6.000 alumnos de colegios públicos y privados, en todas las regiones del país, contestaron el examen.

En lectura, los estudiantes nacionales cayeron 11 puntos, en promedio, en relación con los resultados del 2018. Los demás países también retrocedieron en ese año posterior a la pandemia, pero el nuestro sufrió la mayor caída, incluso comparado con el puñado de naciones latinoamericanas participantes.

“Cerca del 77 % del estudiantado solo fue capaz de realizar las tareas más básicas en lectura. Otros países de la región como Colombia, Uruguay, Perú y Panamá, aun con los desafíos que implicó el cierre de centros educativos producto de la afectación de la pandemia, lograron reducir la cantidad de estudiantes ubicada en estos umbrales”, dice el llamado urgente a la acción para atender la pobreza de aprendizajes de la población estudiantil costarricense, suscrito por investigadoras del Programa Estado de la Nación.

Ningún progreso notable se ha producido en el sistema educativo desde entonces, la Ruta de la Educación sigue sumida en el misterio y los cuestionamientos al sistema educativo afloran desde todos los rincones. La hipótesis más razonable, probablemente implícita en el título del artículo citado, es la de un empeoramiento de las deficiencias detectadas en el 2022.

Pero si el retroceso se ha profundizado, y aun si simplemente hay estancamiento, la pobreza de las habilidades de lectura hace temer por todas las demás áreas del saber. Las matemáticas, las ciencias y las demás disciplinas exigen la capacidad de leer y comprender textos cada vez más complejos según avanza la formación.

El rezago de los niños costarricenses comienza a edad temprana. Según el IX Informe Estado de la Educación, el 74 % de los docentes de cuarto grado dijeron que la mayoría de sus alumnos no son capaces de leer y escribir un texto simple a los 10 años.

La consecuencia es un lastre para toda la experiencia educativa de las víctimas. No es una exageración llamarlas así. Ninguna culpa tienen los estudiantes de los graves efectos de un sistema educativo incapaz de autoexamen y reforma. Si al menos contáramos con evaluaciones bien diseñadas y oportunas, podríamos juzgar, más que el rezago de los alumnos, el del Ministerio de Educación.

En lectura, los estudiantes costarricenses cayeron 11 puntos en el 2022, en relación con los resultados de las pruebas PISA en el 2018.