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El huracán María arrasó la agricultura en Puerto Rico y la recuperación será difícil

San Juan

Durante 21 años,  Héctor Alejandro Santiago cultivó hermosas flores de pascua, orquídeas y otras plantas decorativas que vendía a tiendas de Estados Unidos como Costco, Walmart y Home Depot. En cuestión de horas, el huracán María acabó con toda esa operación.

Los invernaderos y demás instalaciones en las 16 hectáreas que cultivaba fueron destrozados por vientos de 244 kilómetros por hora y la intensa lluvia. Los árboles fueron arrancados de raíz.

«Voy a tener que empezar de cero» , comentó Santiago, de 43 años, cuyo vivero Cali Nurseries se encuentra en Barranquitas, un pequeño pueblo de montaña 55 kilómetros al suroeste de San Juan. Está decidido a poner nuevamente en marcha su negocio a pesar de pérdidas que estima giran en alrededor de $1,5 millones.

María cruzó Puerto Rico el 20 de setiembre como un huracán de categoría 4, el más fuerte que llega a la isla en un siglo. Al menos 16 personas murieron y casi la totalidad de los 3,4 millones de habitantes de la isla se quedaron sin luz. La mayoría se quedó sin agua.

El temporal devastó la agricultura, que era uno de los pocos aspectos positivos de una economía que atraviesa por una recesión de una década y sobrelleva una deuda enorme.

Si bien la mayor parte de los alimentos que se consumen en Puerto Rico son importados, estadísticas oficiales del 2016 indican que al menos 7.000 personas trabajaban en el sector agrícola, que los ingresos en ese ramo aumentaban y que la tierra cultivada se había incrementado en un 50% en los cuatro años previos.

Agricultura y ganadería. Los ingresos generados por el campo se dividen por partes iguales entre la agricultura y la ganadería, según el censo más reciente hecho por el Departamento de Agricultura de Estados Unidos en Puerto Rico, en el 2012.

Las cosechas generan unos $271 millones, encabezadas por los plátanos, vegetales y melones, así como frutos, café y otros cultivos de invernadero. El ganado produce $276 millones  anuales, dice el informe.

Noel López, de 40 años, tiene diez granjas lecheras con su padre y su hermano. Antes de la tormenta ordeñaban 12.000 vacas que producían 85.000 litros de leche diarios. María acabó con el 90% de los establos y perdieron 700 vacas valuadas en $2.500  cada una.

Al no tener electricidad, López se pasó varios días tratando de encontrar suficiente diésel como para hacer funcionar los generadores, de modo que se pudieran ordeñar las vacas y se pudiera almacenar la leche en lugares fríos. Si no se las ordeña, las vacas pueden sufrir infecciones potencialmente fatales. La leche, por otro lado, se arruina pronto si no está refrigerada.

López dice que ha podido reanudar las operaciones.

Impacto profundo. «Mucha gente jamás se recuperará», vaticinó. «Y para los que consigan sobrevivir, nada será lo mismo».

Jayson Harper, profesor de Economía Agrícola de la Penn State University que pasó tres meses en Puerto Rico en el 2014, puntualizó que el huracán destruyó cosechas valiosas, que a veces puede tomar años reemplazar.

Muchos cultivos no pueden ser sustituidos  de un año a otro. Los cafetales, por ejemplo, cuando son destruidos por el viento toman varios años para madurar y estar en condiciones de volver a producir granos.

«Es una inversión grande y son situaciones diferentes», expresó Harper.

La industria cafetera fue golpeada en el peor momento, justo antes de que comenzasen a recoger los granos, de acuerdo con Eva Legner, quien opera con su esposo, Kurt, la Hacienda Pomarrosa en Ponce, en la costa sur, donde tiene un campo de tres hectáreas.

La pareja produce un café especial y aloja huéspedes en su pequeña granja, que pueden observar la operación. Es parte de la creciente industria agroturística de la isla.

La tormenta azotó toda la región cafetera de Puerto Rico, según Legner. Los granos especiales que produce su granja crecen en arbustos plantados debajo de árboles más grandes para que no reciban el sol directamente.

«Perdimos muchos árboles que cayeron sobre los arbustos y los destrozaron», comentó Legner. «Mi esposo me dice que perdimos toda la cosecha».

Santiago, el de las plantas decorativas, manifestó que no pudo volver a su campo por cinco días tras el paso del huracán. Cuando llegó, se encontró con que sus empleados no habían dejado de trabajar.

«Me puse a llorar cuando los vi trabajando como si nada», relató Santiago. «Me dieron fuerzas para seguir y hacer lo que tenga que hacer para mantener esta operación».