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Grupos de poder

Hagamos matemáticas. ¿Cuántas personas forman parte del grupo con poder económico en Costa Rica? Incluiría allí a la gente más rica, las que poseen activos superiores a, por poner un número, $15 millones. Mi especulación: unas cuatrocientas. Preguntémonos ahora, ¿cuántas personas forman parte de los grupos de poder político? Aquí estarían las que son parte de cúpulas de partidos y de organizaciones gremiales, siempre que se cumplan dos condiciones: que sus organizaciones no sean “de papel” y que el resto de la sociedad las reconozca como líderes con alguna cuota de influencia nacional. Mi cálculo personal: otro par de centenas.

Una tercera interrogante: ¿Cuántas personas forman parte de la inteligentzia? Me refiero a intelectuales públicos dedicados a la creación de ideas que moldean el debate público y alimentan las posiciones de partidos y organizaciones y la toma de decisiones públicas. Mi estimación: no más de 300 personas. Finalmente: ¿Cuántas personas forman parte de la alta tecnoburocracia del Estado? Me refiero a las personas cuya carrera dentro de la burocracia las ha llevado a puestos de alta gerencia pública. Aun dejando por fuera a quienes dirigen las instituciones pequeñitas, diría que unas 500 o 600 tienen los mandos del día a día del sector público.

Entre estos cuatro grupos hay cierta intersección y circulación; sin embargo, creo que hay especialización (la mayoría pertenece a un solo grupo) y poca renovación. Además, pensaría que en el grupo de poder económico hay una fuerte endogamia (sus miembros se casan entre sí). En total, pues, digamos que unas 1.500 personas son las que “cortan el bacalao” en Costa Rica, tienen el poder directo para incidir en el rumbo del país.

Si estos cálculos tuvieran algún realismo, las clases dirigentes son grupos minúsculos. Aunque poquitos, parecen tener pocos vasos comunicantes entre sí: poder económico e inteligentzia no se hablan, hasta se desprecian. Todos, además, tienen lazos endebles con la ciudadanía. Y, a juzgar por los hechos, pocos alzan la mirada más allá de sus intereses inmediatos: saben del poder que tienen sobre personas y procesos, pero, como colectivos, parecen no tener mayor idea acerca de qué hacer con la otra dimensión del poder: el “poder para” trazar un sendero compartido hacia una mejor sociedad. Les falta, pues, liderazgo y capacidad de conducción.

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El autor es sociólogo, director del Programa Estado de la Nación.