Inicio Internacional Macron pierde una tercera parte del apoyo popular en cuatro meses

Macron pierde una tercera parte del apoyo popular en cuatro meses

En mayo el 62% de los franceses lo apoyaban y ahora solo lo hace el 40%. Por estas mismas fechas Sarkozy tenía un 69% de apoyos y Hollande un 59%

Alos cuatro meses de su elección, a primeros de mayo pasado, Emmanuel Macron ha perdido 22 puntos de en los sondeos de opinión. El 63% de los franceses estiman que el presidente de la República «no podrá recuperarse». A finales de mayo pasado, un 62% de los franceses tenían buena o muy buena opinión del presidente electo. Según el último sondeo publicado ayer por el semanario «Journal du Dimanche» (JDD), solo un 40% de los franceses tienen buena opinión del jefe del Estado.

Se trata de una caída brutal, sin precedentes inmediatos. Por las mismas fechas, a los cuatro meses de ser elegidos, Nicolas Sarkozy tenía un 70% de opiniones positivas y François Hollande todavía contaba con un 54 % de opiniones positivas. Según otro sondeo publicado por «Le Figaro», un 62% de franceses piensan que Macron «no podrá recuperarse». Quizá sea muy prematuro juzgar cómo será la cota de popularidad y estima del presidente. Pero parece palmaria la desconfianza, dudas e incertidumbre, que tiene muchos frentes.

Macron fue elegido presidente con el voto del 66,10% de los franceses. No se trataba de un voto de adhesión masiva y personal. Se trataba, en cierta medida, de un voto de rechazo contra la extrema derecha de Marine Le Pen. En la primera vuelta de la elección presidencial, a finales de abril, Macron solo consiguió el 24,10 %: ese el núcleo duro del macronismo electoral. Un núcleo modesto. En la primera vuelta de las presidenciales del 2007, Sarkozy consiguió el 31,18 % de los votos. En la primera vuelta de las presidenciales del 2012, Hollande consiguió el 28,63%.

El día de su gran victoria personal, un 25/26% de los electores franceses decidieron abstenerse y no participar. La elección del presidente de Francia más joven, desde Napoleón Bonaparte, estuvo marcada por tres datos básicos: adhesión personal limitada, rechazo de la extrema derecha y abstención muy alta. Cuatro meses después, los recortes presupuestarios anunciados, la inquietud ante posibles reformas, el fantasma de la fiscalidad y la comunicación audiovisual se han transformado en una pesadilla. El vespertino «Le Monde» estima que Macron teme un «otoño caliente».

Si Macron cumpliese sus promesas, su gobierno tendría que realizar 80.000 millones de euros de recortes, durante los próximos 4 o 5 años. El anuncio de los primeros 850 millones de recortes en el presupuesto (2018) del Ministerio de la Defensa, a finales de junio pasado, abrió una primera crisis de fondo, con la dimisión del Jefe de Estado Mayor de los Ejércitos, el general Pierre de Villiers, que abandonó su cargo calificando al presidente, en privado, de «joven autoritario». Calificativo que ha tenido un éxito inesperado. Un 70% de los franceses estiman que Macron es «muy joven y autoritario», efectivamente.

Durante sus primeros cuatro meses de gobierno, Macron ha tomado muchas iniciativas. Las primeras reformas de fondo de la legislación laboral y el mercado del trabajo debieran comenzar las próximas semanas, con órdenes ejecutivas, sin debate parlamentario. Funcionarios, sindicatos, izquierdas y una parte de la derecha tradicional multiplican las advertencias, atizando un «desencanto anticipado». Francia Insumisa (FI), el partido de la izquierda radical populista, liderado por Jean-Luc Mélenchon, anuncia un largo rosario de manifestaciones de protesta.

Desconfianza

En otro terreno sensible, el de la fiscalidad, Macron prometió menos impuestos. Todavía es pronto para juzgar, pero la opinión pública parece pensar que la presión fiscal continuará creciendo, incluso si se consuman recortes presupuestarios, forzosos, para cumplir unos compromisos europeos que permitan ganar credibilidad.

Como guinda podrida, la comunicación política de Macron comienza a tener efectos muy nocivos. El presidente habla poco, actúa mucho y se deja fotografiar con cualquier pretexto, en las condiciones impuestas por su equipo publicitario personal, con mucho maquillaje íntimo. Esa «comunicación cinematográfica» del presidente y su esposa tiene efectos perversos, por varias razones de fondo: hay mucha comunicación visual/fotográfica, pero el presidente habla poco con la prensa. Las imágenes rosa bombón de la pareja presidencial, negociadas y montadas por una agencia especializada, tienen un efecto perverso cuando la realidad política está dominada por posibles recortes y reformas que pueden ser «amargas».