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Milanés

Tenía varias ideas en la cabeza para servir de temas a esta columna, pero en eso murió Pablo Milanés, y todas se borraron a causa de un hecho que de no ser por sus canciones me habría pasado inadvertido. Él era sus canciones y el testimonio que en cada ocasión daba de ellas; de ahí en adelante, no sé qué más era.

Milanés significa muchas cosas para gente como yo. Él, y otros como él, son más que canciones. Lo recuerdo sentado en San José, inmenso como era o como nos parecía a la distancia, repasando su repertorio calmosamente, con sobriedad; él, sus músicos y nada más, en un escenario sin luces, abalorios ni pretensiones.

Tenía para mí un aire compartido con Mercedes Sosa, solo que más sedentario y reposado, lo que ya es decir, porque ella casi no se levantaba nunca. Hay que tomar en cuenta que cada uno de ellos inventa sus canciones, o el modo peculiar de interpretarlas, pero a partir de oírlos uno los inventa a ellos: son lo que uno quiere que sean, palabras y sonido puros, y se terminan cuando las luces se apagan, y lo que haya de verdad en todo eso no importa.

Recuerdo una ocasión en que escuché a la Sosa. Alguien del teatro había dejado una puerta abierta, y por ahí se colaba el ruido de la calle y los mosquitos, que importunaban a la intérprete cada vez que abría la boca.

Ahora que Milanés murió, también recuerdo a Silvio Rodríguez, cubano como él pero diferente. La primera vez que supe de Silvio fue porque un amigo me recomendó un disco suyo, que compré en La Habana. Luego lo oí varias veces, como ha ocurrido a gente de mi generación y ahí para abajo. Una vez fue en Madrid, donde el sonido estaba maltrecho, la gente se enfureció, comenzó a lanzar sillas y tuvimos que huir del sitio.

La última vez fue en Santiago de Chile, en ese lugar perverso que fue el estadio nacional en tiempos de la dictadura: se conmemoraba un aniversario de la muerte de Salvador Allende, Silvio retornó a cantar una única canción debajo del aguacero mientras desfilaban imágenes de los muertos y los desaparecidos.

Hay tanto que contar: la muerte de Milanés es para que cada uno repita sus propias historias.

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Carlos Arguedas Ramírez fue asesor de la presidencia (1986-1990), magistrado de la Sala Constitucional (1992-2004), diputado (2014-2018) y presidente de la Comisión de Asuntos de Constitucionalidad de la Asamblea Legislativa (2015-2018). Es consultor de organismos internacionales y socio del bufete DPI Legal.

La muerte de Pablo Milanés es para que cada uno repita sus propias historias.