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Han pasado seis meses desde el anuncio del Gobierno, a bombo y platillo, señalando un plan de estabilidad que controlara el déficit, para devolver el mismo a la senda del 3%. Recordamos las medidas estrella con tal fin, una presión fiscal récord por encima del 40%, y una disminución del gasto publico de más de 20.000 millones de euros.

Lo primero se les está dando fenomenal, esa es la realidad, una Administración que recauda ambiciosamente cada vez más y que no toca techo en este aspecto, a costa eso sí, de un país que empobrece a sus ciudadanos y hace cerrar las pequeñas y medianas empresas, extinguiendo a los autónomos (si fueran una especie animal estaría protegida seguramente), todos molestan.

Así lo recalcó la OCDE señalando a España como el país con más pérdida de poder adquisitivo de la UE.

Con tantas elecciones, el país está vacante de decisiones y carente de resultados, debido a los designios no elocuentes de dirigentes ásperos y estériles de futuro, el cortoplacismo se apoderó del miedo parlamentario que no ve más allá de mañana, y mañana de pasado.

Tras la subida de tipos, más de 5 millones a la hora es lo que pagamos en intereses de deuda, y expectantes a nuevos posibles ajustes (todos en nuestras hipotecas o préstamos de referencia personales vimos el efecto).

La deuda pública se sitúa entorno al 112% del PIB y subiendo, fruto de un dopaje económico sin precedentes sobre el que nos llamaron la atención de manera constante desde Bruselas. Recordemos que es la propia administración quien fija en más de 60.000 millones de euros (todos conocemos que son más), los gastos superfluos por motivos varios que tiene la misma, entre ellos una eficiencia pésima, que sí se exige por el contrario a las empresas y a los ciudadanos en sus domicilios para poder seguir hacia adelante.

Sólo en «política» gastamos 40.000 millones más que en años anteriores cuya rentabilidad parece cuestionable.

Cuando Europa nos toca a la puerta y dice que quiere ajustes extra para cumplir lo prometido en 2024, y que no encuentra además el dinero de los fondos que nos entregó, es cuando llega un duro despertar.

Víctor Fermosel es profesor de EAE Business School