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19 de septiembre

SISMO

¿Quién iba a pensar que exactamente 32 años después iba a repetirse una historia que ya habíamos vivido? Un cuento de horror repetido con matices ¿Quién lo iba a pensar? 19 de septiembre, deberían borrarte del calendario o soterrarte debajo de los escombros con los que tú mismo nos viniste a enterrar.

Un día antes, el Jefe de Gobierno Mancera había publicado en su cuenta de Twitter “Hoy #CDMX está mejor preparada ante los sismos…” y el día del sismo, él, junto con otros, había hecho una guardia de honor para conmemorar el 32º aniversario del sismo de 1985, para conmemorar a los que te llevaste en aquella ocasión. Y los mortales estábamos recordándote con tanta lejanía, como quien recuerda un accidente insignificante de la infancia, una patada en la espinilla jugando al futbol o una caída de la bici. Como todos los años, se llevó a cabo el clásico simulacro. A las 11 de la mañana sonaba por toda la ciudad la alarma sísmica y todos estábamos ilesos. Todo era alegría por la ruptura momentánea con la monotonía de la rutina.

Pero momentos más tarde, tú, movedizo, empezaste a hacer de las tuyas y ahora sí nos rompiste la vida. No te aguantaste las ganas. Ibas por más que hace 32 años y aprovechaste que nadie te esperaba para pegarnos por debajo de la tierra. Te llevaste entre las patas varias zonas de la Gran Tenochtitlán, Puebla, Morelos, Guerrero y de paso y de nuevo a una parte de Oaxaca. Te pasaste de lanza.

Unos días antes habías mandado de avanzada a otro de los tuyos. Zonas enteras de Oaxaca y Chiapas habían sido devastadas. No te bastó, no tienes llenadera. Eres un ambicioso y tu ambición es la muerte, 19 de septiembre.

Pegaste con todo. Nos querías matar a todos, pero te falló el cálculo. Nomás asómate, aquí estamos, aquí seguimos, en pie de guerra, en nuestras calles. Mexicanos, al grito de guerra. El acero aprestad y el bridón, y retiemble en sus centros la tierra. Al sonoro rugir del cañón.

Justo cuando se decía que en México no había Estado de derecho llegaste rompiendo madres, como para callarles el hocico a los que con mucha razón decían eso. Después de ti, 19 de septiembre, hay territorios enteros en donde, en medio de la desgracia, nos damos cuenta de que la soberanía nacional reside esencial y originariamente en el pueblo y que todo poder público dimana del pueblo y se instituye para beneficio de éste, tal y como dice la Constitución.

Y en las calles de las Gran Tenochtitlán —perdón, pero me cuesta trabajo defenestrar llamándola CDMX en estos momentos— se ven miles de jóvenes tomando las armas —picos, palas, víveres, lámparas—, y luchando bajo el sol, bajo la lluvia, bajo la noche. Esta es la revolución que le tocó a mi generación. La de la ayuda, la de la solidaridad, la de los puños levantados por los cielos que convierten el ruido en silencio. Esto también es política y si es que existe, esto debe ser la democracia.

En México, a mi generación, el sistema electoral nos ha fallado, pues sólo sirve como mecanismo para conquistar el poder público y los escaños de las Cámaras. Pero hoy sabemos que la democracia está viva y está en las calles, unida y armada hasta los dientes.

Sobre las zonas derruidas de mi patria cae la lluvia y me viene a la memoria como un sismo que va a la tierra un poema de José Emilio Pacheco: No amo mi patria. / Su fulgor abstracto es inasible. / Pero (aunque suene mal) / daría la vida / por diez lugares suyos, / ciertas gentes, / puertos, bosques de pinos, fortalezas, / una ciudad deshecha, gris, monstruosa, / varias figuras de su historia / Montañas / (y tres o cuatro ríos).

¿Quién iba a pensar que exactamente 32 años después iba a repetirse una historia que ya habíamos vivido? Un cuento de horror repetido con matices, ¿Quién lo iba a pensar?

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