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Alza en tasas y su efecto en la inversión

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En su libro Macroeconomía Avanzada, David Romer indica que hay dos razones para estudiar la demanda de inversión de un país: primero por su importante influencia en los niveles de vida en el largo plazo y, segundo, para explicar los movimientos de la demanda agregada en el corto plazo. En el caso de México, en los últimos 24 años coincidentes al TLCAN, la desviación estándar del crecimiento porcentual anual del indicador trimestral de formación bruta de capital fijo, variable de cuentas nacionales con la que suele identificarse la demanda de inversión, es 2.88 veces más grande que la del indicador de producción total, o bien 1.75 veces si consideramos únicamente la información de los últimos 10 años, década posterior a la crisis del credit subprime.

¿Qué factores afectan la decisión de compra de bienes de capital? En el modelo teórico básico, un mayor costo del capital inhibe la demanda, mientras la expectativa de un mayor ingreso la impulsa. Esta explicación puede tener un ajuste poco cercano a la realidad en algunos casos, ya que no considera elementos que llegan a influir de manera crítica en la decisión de inversión, entre ellos: la gama de impuestos y subsidios; la estructura de competencia que enfrentan las empresas; la relación entre las tasas de interés de corto y largo plazos; las características de la oferta de bienes de capital; la inversión comprometida; y el tipo de cambio, entre otras.

En los últimos años, el crecimiento de la producción en México ha sido de moderado a bajo, sobre todo comparado con el de algunos países de similar grado de desarrollo, y las perspectivas no son de cambios significativos. Por su parte, las tasas representativas de su mercado financiero —como son la tasa objetivo, la de fondeo gubernamental y la interbancaria de equilibrio— han aumentado alrededor de 500 puntos base en los últimos 4 años. Ambas tendencias plantean la expectativa de menores oportunidades en la formación de capital fijo. ¿De qué tamaño podría ser este efecto?

A partir del análisis de las series de tiempo y de la estimación de ecuaciones de regresión, que buscan explicar el comportamiento de la demanda de inversión, aproximada esta mediante el valor trimestral de la formación bruta de capital fijo en función de la tasa de interés (CETES 91 días), el valor de la producción total y la propia formación bruta de capital fijo, rezagada un año, esta última variable que intenta captar las expectativas y el componente comprometido de la inversión actual en activos fijos, los aumentos de 1 por ciento (100 puntos base) en la tasa de los bonos públicos, se traduce en una reducción de entre 0.2 y 0.3 por ciento de la formación bruta de capital fijo, misma que ante reducciones de 1 por ciento de la producción total, se reduce en 0.9 por ciento, dejando la mayor parte de explicación al nivel que la propia formación de capital tuvo en el mismo trimestre del año anterior, el cual explica entre el 70 y 95 por ciento de la composición actual de esta variable, según diferentes especificaciones del modelo. Al incluir como determinante la inversión extranjera directa rezagada, sus aumentos explican retrocesos de la formación bruta de capital fijo, que sugiere revisar las condiciones de la política de atracción de este tipo de inversión.

Al considerar solamente el período posterior a la crisis del credit subprime, las tasas de interés pierden significancia estadística en su poder explicativo de las variaciones en la inversión en bienes de capital. Una posible explicación de este resultado es que los recursos propios y la reinversión de utilidades son las dos fuentes principales de financiamiento de las empresas en México, las cuales utilizan poco el crédito bancario y/o no bancario. Las cifras de la Encuesta Nacional de Financiamiento de las Empresas 2015 permiten ver que sólo el 31 por ciento de las empresas utiliza algún tipo de crédito, ya sea de la banca, de proveedores o bien de amigos y familiares, siendo el primero el más caro, seguido por el de amigos y familiares.

Esperemos que las expectativas fincadas en el nuevo gobierno signifiquen un impulso favorable a la inversión en los siguientes años y que este vuelva su mirada a la inversión nacional, que lleve a más certidumbre en el corto plazo y mejores niveles de vida en el largo.

El autor es economista del Tecnológico de Monterrey, con Maestría en Economía y Doctorado en Ciencias Sociales de la UANL. Actualmente es Profesor Investigador del Departamento de Economía, Miembro del SNI, nivel 1.

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