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¿AMLO desconoce la historia de México?

Andrés Manuel López Obrador ha dicho que es un apasionado de la historia de México, pero… ¿en verdad la conoce?

En octubre pasado, el presidente electo llamó “prensa fifí” a los medios que lo criticaron por declarar que el país estaba en bancarrota. Desde entonces, el término se ha enraizado en el argot político cotidiano que utiliza para descalificar a sus detractores.

Las reacciones no se hicieron esperar. Organizaciones como la CIDH y Artículo 19 pidieron al líder de Morena respetar la libertad de expresión. Pero AMLO, una vez más, se justificó con sus conocimientos históricos, diciendo que la “prensa fifí” que hoy lo critica es heredera de la misma prensa “conservadora y servil” que derribó al gobierno de Francisco I. Madero en 1913.

Sin embargo, de acuerdo con historiadores consultados por El Financiero, este argumento histórico no es del todo cierto.

“La caída de Madero fue multifactorial. De ninguna manera hay una causa única. Habría que calibrar realmente cuál es el peso de la prensa escrita hoy con la de aquellos años, porque la prensa de ese entonces estaba reducida sólo al 20 por ciento de la población, ya que el resto era analfabeta. Hay muchos factores por los cuales no debemos identificar el pasado con el presente. La declaración (de AMLO) es una aproximación, pero no podemos trasladar el pasado a los tiempos actuales”, explica el historiador y ex director del Colegio de México, Javier Garciadiego.

Si bien existió una prensa antimaderista —El Imparcial, El Mañana, El Heraldo o Multicolor, como ejemplos más claros— tampoco se puede afirmar que todos los medios de aquellos años estaban sesgados para el mismo lado. También existieron periódicos financiados por el mismo político coahuilense, incluso en Estados Unidos, refiere la historiadora y catedrática de la UNAM, Laura Edith Bonilla de León.

“Madero sabía que era imposible gobernar sin una prensa amiga. Por ello buscó el apoyo de muchos diarios, como El Demócrata o El Nueva Era, tanto en México como en Estados Unidos. Esa fue una práctica que heredó de Porfirio Díaz: financiar periódicos en el extranjero. El Monitor Democrático, por ejemplo, era de San Antonio, Texas. Para Madero era muy importante la visión que se tenía de su gobierno en Estados Unidos”, señala la investigadora.

De acuerdo con un estudio elaborado por la UAM Azcapotzalco (La acción de la prensa en la democracia maderista, 2012), de 1911 a 1913 se publicaron alrededor de 700 caricaturas que ridiculizaron la figura del líder del Partido Nacional Antirreeleccionista. Las publicaciones gráficas más incisivas fueron Ipiranga (16 caricaturas), El Chisme (21), Rascatripas (13) y, sobre todo, Multicolor (600), donde colaboraba el legendario caricaturista Ernesto El Chango García Cabral, quien frecuentemente hacía analogías entre la baja estatura física y las “cortas” capacidades de Madero como jefe de Estado.

“Madero dejó que la prensa le dijera lo que quisiera, pero nunca tocó a nadie. Durante su administración se encontró con una prensa conservadora, que en gran parte había sido financiada por el régimen porfirista. Muchos periódicos publicaron que Madero era un político pequeño en todos los aspectos. Estas acciones debilitaron su imagen y contribuyeron a derrumbar sus aspiraciones democráticas, pero también es cierto que se enfrentó a los levantamientos armados de Pascual Orozco, de Emiliano Zapata y de los contrarrevolucionarios”, observa la historiadora y directora del INEHRM, Patricia Galeana.

Si bien el saber histórico prepara a los hombres para el gobierno de los Estados —según Polibio—, también es necesario tener en cuenta que la historia no puede ser una herramienta para justificar las acciones del presente, afirma Garciadiego.

“La relación entre la prensa y Madero fue muy compleja. Hubo críticas groseras, pero también hubo otras más analíticas. Madero derrocó al gobierno de Díaz, pero no supo construir uno propio. Su administración también cayó por errores que él mismo cometió, como haber disuelto el Partido Nacional Antirreeleccionista, haber roto con el villismo —lo cual le restó capacidad gubernativa—, con el orozquismo, con el zapatismo y por no haber estrechado relaciones con el ejército federal”, apunta.

¿A QUIÉN IDOLATRA AMLO?

En plena campaña presidencial, López Obrador hizo una declaración que dejó con la ceja levantada a más de un historiador: “Soy republicano, soy demócrata, soy legítimamente ambicioso, soy honesto, soy pacífico, soy consecuente, soy libre, soy congruente, soy respetuoso, soy amplio, plural e incluyente; no meteré a Peña Nieto a la cárcel; seré como Benito Juárez, Francisco I. Madero y Lázaro Cárdenas, hombre de nación; me pueden llamar Peje, pero no soy lagarto; sin ego, soy Andrés Manuel López Obrador”.

Las críticas corrieron como ríos. “La historia es la Sagrada Escritura de Andrés Manuel López Obrador y él es el oráculo que la interpreta. Que yo recuerde ningún candidato presidencial desde Guadalupe Victoria hasta Peña Nieto ha postulado, ni siquiera especulativamente, su sitio en la historia antes de que la propia historia emitiera su veredicto”, escribió Enrique Krauze en su columna del diario Reforma un mes antes de la victoria electoral del tabasqueño.

En Instrucciones para vivir en México, Jorge Ibargüengoitia asegura que la historia patria —“esa que nos enseñan los libros de texto y que es francamente aburridísima”— fue confeccionada por personas a las que no les interesaba tanto presentar el pasado como justificar el presente. Este tipo de historia, dice Bonilla de León, es la que frecuenta López Obrador cuando quiere desmenuzar su realidad.

“El problema de AMLO es que no conoce la historia. Si la conociera y entendiera tanto como dice, sabría que Madero también fue un fifí, un conservador en sus políticas económicas y un hacendado del Norte que también velaba por los intereses de su clase. Para mí, AMLO es un ignorante de la historia. Cuando recurre a ella, la revuelve a su conveniencia. Recordemos que la historia es ideología. Y el uso de ella permite a los políticos tener un apoyo real para un futuro incierto”, analiza la académica.

Continúa Krauze: “Su teoría corresponde a un historicismo decimonónico, desacreditado en sus dos vertientes: la creencia en el libreto de la historia y la idolatría de los héroes. Para AMLO, el libreto culmina con él y el héroe definitivo es él. La prensa, los editorialistas y caricaturistas fueron feroces contra Madero, pero Madero nunca descalificó a sus críticos. Ninguno de estos rasgos específicos corresponde a López Obrador, que propende al poder absoluto y a la intolerancia”.

Faltan 24 días para que Andrés Manuel López Obrador tome posesión como presidente de México. La pregunta es: ¿cuál será la prensa fifí después del 1 de diciembre?