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Apropiación de lo público

Fuente: Cortesía

El primer espacio que se habita es el cuerpo. Esa personita que sale al mundo empieza por reconocer sus alcances, aprenderá a identificar aquello que está bajo su control y eso otro para lo que necesita ayuda. Sus gritos y llantos son su primera comunicación.

Crece, lo sabemos, porque cada vez pide menos ayudas. Ya exploró cada rincón de la casa, aprendió a reconocer –y después a defender- lo que le es propio: su espacio, su tiempo, su voluntad y también sus cosas.

Esa persona reconoce su individualidad y sus posesiones materiales porque son evidentes, tangibles, visibles ¿Pero es consciente de las otras pertenencias? Y si no ¿puede ella apropiarse de algo más, de lo que es público, de lo que sólo es posible ante la existencia de lo Otro? Cosas como solidaridad, tolerancia, diálogo o la empatía sólo pueden ejercerse ante otra persona, son nada si no vive en comunidad.

La forma de pedir ayuda debería evolucionar también, no todo son gritos y llantos. La interacción con el resto es posible a través del lenguaje en todas sus formas, la efectividad del lenguaje está en dependencia de identificar aquello que se quiere trasmitir, pedir o entregar. Lo que se quiere es más claro cuando la posesión del espacio, del tiempo y de la voluntad es consciente.

En este círculo de reflexiones, apropiarse de lo intangible se manifiesta en la protección de la dignidad, en el conocimiento y ejercicio de los derechos humanos, legales y morales. Es sintomático de sociedades participativas en las que se reconoce lo propio porque es lo que se propone al Otro, a lo que es público.

Esa persona que apropia conscientemente de sí misma puede apropiarse de lo público, como las ondas concéntricas que se forman al aventar una piedra al agua. Asume su casa y a quienes cohabitan en ella, igualmente su cuadra, su barrio, su colonia, su sector y su municipio. En estos espacios interacciona, incide en quienes cohabitan, mismos que también la influyen. Ya como grupo, estas personas afectan y son afectadas por las decisiones que alguien toma por ellas para garantizar lo que comparten, lo público -calles, alumbrado, recolección de basura o parques- y todo lo que implica la garantía y buena operación de estos servicios.

De ser así, para vivir bien en comunidad se vuelve estratégico enseñar/aprender que lo propio no es sólo material; que las posesiones que son intangibles, como el tiempo, el espacio y la voluntad, también se deben admirar bien.

La apropiación del espacio público es un trabajo que empieza en lo más privado de cada persona, es un síntoma de madurez emocional y a final de cuentas es la forma más sencilla y amigable de mejorar a nuestra ciudad.

La autora es Consejera Electoral en el estado de Nuevo León y promotora del cambio culturaL a través de la Educación Cívica y la Participación Ciudadana.

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