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Caravaggio, un pecado sacro

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‘La vocación de San Mateo. Óleo sobre tela de 1599.Cortesía

Cees Nooteboom –el extraordinario escritor holandés, empedernido aficionado a la pintura– iba conduciendo su auto en las montañas de la Alta Saboya cuando en la radio repetían una entrevista con Roland Barthes sobre sus gustos musicales.

Barthes había muerto poco antes. Noteboom tenía una espacial admiración por el pensador francés, sobre todo por su brillante capacidad verbal. El locutor preguntaba cuáles eran sus canciones favoritas. Roland eligió los Estudios de Schumann. La siguiente cuestión tenía que ver con la justificación sobre ese gusto específico. Cees esperaba la respuesta en medio de un largo silencio. Barthes dijo que le resultaba imposible explicar por qué le gustaba esa música, ya que ésta se correspondía con todo lo que le resultaba íntimamente inefable…

Nooteboom sintió una satisfacción cobarde, pero fue un poco más adelante en el camino que comprendió que había aprendido una lección muy simple: a veces, como sucede con un cohete teledirigido, la obra de arte se dirige justamente a ese objetivo en el interior del espectador que alberga un enigma semejante al expresado por la propia obra. Cees buscaba ese interior en Giorgio de Chirico. La anécdota pertenece al fabuloso libro El enigma de la Luz.

Octavio Paz, lúcido, declara: “Un artista puede cometer errores políticos y aun crímenes del orden común, pero los verdaderamente grandes, como Caravaggio, pagan sus faltas y así salvan su honor y su arte”. Para Paz, Caravaggio es una contradicción.

Entre lo pagano y lo sacro, entre lo divino y lo estercolero, habita un sutil movimiento congelado. Es lo inefable

El italiano Antonio Tabucchi encontró ese momento inefable en la penumbra. Sueño de Sueños, una obra tan pequeña de grande, sueña (entre otros) un eventual sueño de Miguel Ángel Merisi, Caravaggio. Lo pagano, lo criminal, lo aborrecible del ser humano no lidia ni lía con lo sacro. La contradicción de la que habla Paz: no es pleito, es complementación. En pocos artistas ese uno sin lo otro se confunde tan bien como en Merisi. No es casual que para llegar a La vocación de San Mateo, un cuadro deslumbrante y perturbador, Tabucchi haya transitado por el sueño, ese primo cercano de las pesadillas.

Dice Bernard Comment que Tabucchi construye la estética del fragmento; colección de instantes, llenos de relámpagos, de destellos de intuición y epifanías. Dice Comment que deja al lector la libertad de descifrarlos…

Sueña Tabucchi el sueño, extraño y confuso de Miguel Ángel Merisi, hombre iracundo:

La noche del 1 de enero de 1599, mientras reposa con una prostituta, Caravaggio sueña que recibe la visita de Dios. Es Cristo y le apunta con el dedo. En la escena, se encuentra en una taberna, con truhanes y borrachos. No es el pintor famoso, sino un blasfemo cualquiera; parroquiano que escupe al Señor. Cristo le dice: tú. “¿Yo?”, responde. Y agrega: Yo soy un pecador; no puedo ser elegido. Tabucchi cuenta que el rostro del Mesías es implacable. No hay salida para el pendenciero. “He cometido estupros –apela el soñador–, he matado, soy un hombre y tengo las manos manchadas de sangre”. Cristo le hace saber que ha llegado caminando desde Palestina para buscarlo. Y lo ha encontrado. Estoy triste, dice Miguel Ángel Meresi. Vomita. Y aclara: “Yo soy un pecador, no debes buscarme”. Tabucchi cuenta que Cristo en verdad le toca del brazo y le dice: “Yo hice de ti un pintor; y quiero un cuadro tuyo, luego podrás seguir la ruta de tu destino”. Agotado, sin escapatoria posible, Miguel Angel Meresi cede: ¿Qué cuadro? Cristo ordena: un cuadro sobre la visita que te hice esta noche en la taberna, sólo que tú serás Mateo. “Esta bien –responde el pecador– lo haré…”. Tabucchi narra que después se dio media vuelta en la cama y la prostituta lo abraza, roncando…

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‘La Buenaventura’ será parte de la exposición en el Munal que inicia este 22 de febrero.Fuente: Facebook

Caravaggio es el artista del fragmento, por eso Tabucchi lo puede soñar con tal naturalidad. Meresi rompe con la secuencia de la Historia y la hace añicos de presentes, de instantes. Los expertos lo llaman género. Entre lo pagano y lo sacro, entre lo divino y lo estercolero, habita un sutil movimiento congelado. Es lo inefable, como diría Barthes. Lo sublime convertido en momento eterno. El tiempo que renuncia a ser estropeado por los avatares de lo que viene. Misteriosa magia.

Vuelve Nooteboom: “¿Existen teorías de la relatividad que expliquen cómo el tiempo transforma una obra de arte mientras la materia permanece inalterada? ¿Hay alguna manera de calcular los cambios de significado que una obra de arte experimenta a lo largo del tiempo? Lo que alguien vio en 1925 yo lo he visto en 1982 y otro lo verá en 2039…”. El arte es sueño eterno y el pago de un crimen del orden común…