La transmisión por televisión mostraba a un sonriente Chicharito. Los jugadores del West Ham llegaban al estadio de Old Trafford. La mayoría de los jugadores con auriculares, excepto Javier Hernández. El mexicano, sonriente, saludaba al personal de seguridad y a quien se le atrevesara. Era su regreso a la Premier League, la liga que le dio a conocer.
El entrenador Slaven Billic le colocó como su nueve fijo. El delantero mexicano era la arma principal porque ya conocía al enemigo, al Manchester United, al menos al zaguero Phil Jones, a Antonio Valencia y al meta, a David de Gea. Pero Hernández tuvo poco contacto con la portería de los red devils. En 90 minutos solo pudo rematar en dos ocasiones aunque generó pocos problemas al portero español. Chicharito no pudo hacer valer esa extraoficial regla en la que los jugadores le marcan a su exequipo.
Hernández no pudo brillar ante la imposibilidad de un equipo que tenía movilidad por el lado derecho con el austriaco Arnautovic, como lateral izquierdo el argentino Zabaleta defendió de forma acertada, Ayew lucía fuera de sintonía y desde el mediocampo no había quien pudiera abrir pases para vencer a la maquinaria del United de Mourinho en la que Lukaku metió dos goles, Martial el tercero y el último lo concretó Pogba. A los hammers les hace falta un Mkhitaryan que pueda mover las palancas del equipo.
Hernández y su viejo amigo, De Gea ANDREW YATES REUTERS
El mexicano salía de la zona de confort del delantero y trataba de abrir juego para los suyos por las bandas, incluso se le vio tirar buenos centros. Su ansiedad la mostró en las faltas tres faltas que cometió y en las cinco patadas que le cometieron.
El West Ham no tuvo un debut alentador y la siguiente semana deberá jugar frente al Southhampton, un rival más a modo y sin fichajes con valor de 80 millones de euros. Ahí Chicharito tendrá la oportunidad de mostrarse, de superar sus capacidades y tratar de emular sus primeras dos temporadas como jugador del Manchester United, club en el que ganó dos títulos de la Premier. El reto del equipo londinense será pelear un lugar para jugar la siguiente temporada en la Europa League.
