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¿Cómo reconocer a un populista?

Con el advenimiento del movimiento populista en el mundo, baste pensar en Trump, Chávez, Morales, Le Pen, Farage, Grillo y López (el otro grillo), es conveniente contar con una guía para identificar lo que tienen en común. Esa tarea la hizo Marc Champion, en un artículo que publicó en Bloomberg en días pasados. [How Do You Know a Populist When You See One?: QuickTake Q&A Febrero 9, 2017]

Llama la atención los puntos que todos ellos tienen en común. Como introducción a su artículo, contrasta con muchas otras corrientes y lo primero que salta a la vista es el poco contenido ideológico que presentan. Sin embargo, todos ellos tienen una creencia absoluta en el “pueblo puro” y una élite corrupta. O séase, “los de arriba ya saben quién” por acá en la región 4.

El autor cita a su vez a Benjamin Moffitt, un académico que estudió 28 figuras populistas en la historia y encontró lo que llama “requerimientos básicos”: Llaman al pueblo en contra de “los de arriba”; demuestran “malas maneras” –groserías- por ejemplo el “cállate chachalaca” y emplean, más bien crean, una supuesta crisis para justificar su “revolución de la granja” (que no fue pacífica como vimos con los atracos injustificados por el aumento a la gasolina).

Otro punto de coincidencia es que los populistas incluyen solo a quienes identifican como “el pueblo” y por supuesto dichos populistas son sus únicos interlocutores y representantes. “A sus oponentes los convierten en opositores al pueblo y por tanto son antidemocráticos e ilegítimos”. O lo que es lo mismo, el caso del rayito de esperanza y el presidente espurio. Y El Bronco, y todos los que medianamente tengan posibilidades de hacerle sombra.

El autor también menciona que “una sensación de crisis justifica lo que es en esencia una llamada a la revolución para tirar a la élite [los mismos de arriba, a los que nunca identifica por su nombre] y todo lo que ellos representan”. Tal cual.

Otro punto de coincidencia: “…los populistas exageran para crear la sensación del alto costo de lo que está en juego”. ¿No le suena?

También menciona que “rápidamente chocan contra los balances y contrapesos democráticos”. Todos le robaron la presidencia, inclusive sus propios observadores electorales y el colmo de los colmos: “Al diablo con sus instituciones”. Es decir, se hará lo que yo diga. Encima se pone a defender criminales. ¿que pensara el soldado que arriesga su vida para que encima este individuo lucre políticamente? Imagínese como seria de llegar a la presidencia: “es el México bronco” y que impere la ley de la selva. Como en Venezuela.

No puede uno menos que reflexionar en como son lo mismo, aquí y en China (bueno, ahí cerquita y arriba de Corea del Sur). Y también en como se eternizaran una vez que llegan al poder: el argumento cae por su propio peso. Baste pensar en que si ellos son los representantes exclusivos de la esperanza, de no estar el ellos al frente, “los de arriba” volverán a hacer de las suyas. “El horror. Ni lo mande Lenin.”

¿Porque le cree la gente? ¿Hartazgo de la corrupción desde el policía de crucero, el presidente municipal (habría que ver que tanto es “robar poquito”), los gobernadores y el resto? Suena como una buena razón. Luego entonces, o le ponemos un alto a la corrupción o nos va a cargar el payaso.

El autor es Doctor en Finanzas por la Universidad de Tulane; cuenta con la Maestría en Alta Dirección de Em- presas, en el IPADE. Se desempeñó como Director Gen- eral de entidades del área Internacional en Santander Serfin. Es Director del programa OneMBA y tiene su Despacho asociado con Crowe Horwath para proporcio- nar asesoría en temas de Finanzas Corporativas.

Esta es una columna de opinión. Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad únicamente de quien la firma y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.