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De demócrata a villano

Fuente: Cortesía

Estamos frente al final de las administraciones municipales en Nuevo León. Esto es, que en menos de que cante un gallo habremos de tener nuevos alcaldes o alcaldesas, pues no todos de ellos se reeligieron o fueron reelectos.

Mauricio Fernández Garza es uno de quienes decidió no reelegirse so pena de perder. Hoy me voy a ocupar de su caso y de algo de lo que deja.

Fernández Garza cierra un ciclo fundamental que inició en el 88 cuando ganó la alcaldía, después de muchos años de dominio del PRI en San Pedro. Hoy, 30 años más tarde lo corren por los mismo, o tal vez por más motivos por los que la sociedad le dio la espalda al partido antes mencionado: corrupción, alejamiento de la ciudadanía, falta de atención a los problemas del municipio, crecimiento de la burocracia, gasto excesivo, sin verse reflejado en beneficios a la comunidad y la cereza del pastel en el caso del actual alcalde, dejar su marca personal con dinero público.

Mauricio impone a los sampetrinos, so pena de una “donación”, tres museos que nos terminarán costando una millonada, en cuanto a su mantenimiento futuro, además de que crearán tráfico adicional hacia el municipio en algunas zonas, eliminando también espacios públicos y de servicios.

“El Alcalde” como le ha gustado a Mauricio que se le conozca –hasta un documental tiene-, ha decidido marcar su territorio, encubriéndolo en un donativo de arte en tres áreas del municipio:

1. En una que no cuenta, ni con la vialidad posible, ubicada en Calzada del Valle y Humberto Lobo. Ahí ordenó tumbar una construcción donde se situaba la oficina de la Junta de Vecinos de la Colonia del Valle y el servicio de emergencia 911.

2. Otra está en el Parque Rufino Tamayo, en donde viene a restar área verde, cuando en un inicio se vendió a la ciudadanía la idea de que dicho espacio era una obligación por Ley, que los constructores tendrían que cumplir cuando desarrollaron el sector. Sin embargo, lo que más llama la atención de que vaya a ubicar ahí, es que el 29 de mayo de 1990 en la mini-crónica de la debelación de la primera piedra, Fernández Garza habló sobre como no se daría espacio de este parque para ningún otro propósito, y además lo reafirmó en octubre de 1991, cuando dijo: “ni un metro a nadie, ni para escuelas o edificios dentro del parque”

3. El último estuvo a punto se instalarse en un lugar recuperado en la colonia Fuentes del Valle, en donde el propio Fernández corrió a niños que jugaban futbol americano desde hace más de 20 años. Sin embargo ya una vez pasada la elección, “decidió” hacer un convenio para llevárselo a los terrenos de Arka. Segura estoy que esto ya era algo planeado, y el propio Fernández no lo comunicó antes pues tenía un “amarre” electoral para meterle la pata a quien no le dio su aval electoralmente.

Estimado lector, es fundamental dejar en claro, para que la sociedad entienda que sí Fernández Garza realmente quería donar arte, pues había formas y maneras de ubicarlos como colecciones permanentes en algunos de los museos ya existentes.

Para su esqueleto antiguo está el Museo del Desierto en Coahuila o el de Chihuahua que contiene piezas similares. De hecho el propio especialista en el tema, Xavier Moyssén, habló de lo inapropiado de dichos museos, por lo que costarían y costarán a los contribuyentes sampetrinos, ante la falta de recursos para el mantenimiento y funcionamiento de los ya existentes.

Conclusión, Fernández Garza viola lo que ni su propio Desarrollo Urbano municipal le exige a cualquier persona que hubiera querido construir en alguno de esos lugares. Y como dice el propio experto, Xavier Moyssén en su artículo de Milenio del 22 de mayo del año en curso: “El tema es tan serio que no se puede proceder por capricho”.

La autora es maestra en Administración Pública. Tiene experiencia en administración pública local y estatal y en el área de docencia. Exdiputada federal. Se define como ciudadana de tiempo completo.

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