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Día Cristiano

El futbol es un asunto colectivo que, a veces, necesita de un corazón que impulse al resto para que los días esperados se conviertan en históricos. Anoche, en Turín, se escribió una épica: Cristiano, convertido en voz cantante, levantó e hizo andar a la Vieja Señora de una desventaja, casi imposible, de la ida en Madrid. El Atlético, diminuto, no pudo con el compromiso de los octavos y hoy pelea, ni tanto, la liga española ante un Barcelona que no cede
un palmo.

La hazaña del portugués coincide, tampoco tanto, con la crisis del Real Madrid que se ha tomado vacaciones por adelantado. Mientras la directiva blanca recibe la vuelta de Zinedine Zidane, el míster de las tres Champions, el astro demuestra en la Juve que los pulmones valen mucho más en la cancha que en
el mercado.

Extrañado, sin ser reconocido por la plantilla madridista, Cristiano se luce con tres goles (apenas llevaba uno antes del cotejo) para alentar la remontada blanquinegra en una serie en la que el rival pecó de pequeñez y de timorato. Los de Simeone no tuvieron valentía para defender el saldo.

Desde el comienzo del debate, el 7, echado para delante, presintió que esta sería su noche, una de las noches que siempre soñó, él como protagonista, como líder, como emblema de una página inolvidable de la Juventus en Turín. Al minuto 27, su nueva casa fue escenario y plaza. Los de Allegri tenían argumentos para el anhelo. El primer gol del astro no inmutó a los visitantes, cuidadosos al máximo del campo y los espacios cortos.

El Atlético tuvo en total cinco remantes al arco rival. Dato que deja en claro su inercia de encerrona. Al regreso de la ducha, Cristiano remató de cabeza, protestó la entrada del balón en la puerta de Oblack. El central dio razón al delantero y apretó la tensión durante un largo rato del encuentro. Ya era mucha Juve, que no perdía la enjundia. Con méritos para el tercero y con un rival indefenso, el juego se convirtió en un monólogo. Ninguna noticia de Morata; menos de Griezmann. La batalla se dirimía en el área grande de los colchoneros, ya sin espíritu y sin planes de vuelo.

El asedio local era un abordaje por todos lados. El peligro avisaba del error. Correa, el argentino, provocó un penalti sobre Bernardeschi y, entonces: el glamur.

Impecable, Cristiano venció a Oblak y dejó que el Juventus Stadium asumiera el papel de respetable encendido. Otra vez, la quinta, en la que el portugués ha estado involucrado en la eliminación de Simeone en la Champions. No merecía más partidos el Atlético: el futbol es un colectivo en el que importan los corazones, cierto; también la ambición.