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“El concepto de espectador se quedó perdido en la butaca de un cine”

Llegaron los grandes palacios del cine, después irrumpieron las multisalas y hace unos años apareció Netflix. El lugar en el que ver una película ha cambiado a lo largo de la historia del séptimo arte. Ahora los largometrajes se ven en internet, pagando una cuota mensual y en una pantalla de poco más de un palmo. El cine se ha transformado en medio siglo y también sus espectadores. El público es otro y resulta complicado conocerlo «si únicamente se analizan los datos de asistencia a las salas», señala Ana Rosas Mantecón, autora del libro Ir al cine.

«Cuando nació, el cine le propuso a los espectadores que se callaran, que se sentaran en una sala y que miraran atentamente. Es una forma fascinante de ver películas, pero no es la única. ¿Cuántos largometrajes en el mundo se ven así?», se plantea Mantecón.

Esta investigadora de la Universidad Autónoma Metropolitana de la Ciudad de México se sitúa en el lugar que ocupa la pantalla y mira directamente al público. Estudia al espectador en un libro que ha presentado este miércoles en la Cineteca de la capital mexicana y que es una de las primeras obras que analiza el comportamiento de las audiencias en el país.

«El concepto de espectador se ha quedado perdido en una butaca de cine», ha señalado en la presentación Jorge Sánchez, director del Instituto Mexicano de Cinematografía (Imcine). “Por desgracia la experiencia de ir al cine se vive más como una emoción vintage propia de otra época”, añade parafraseando un artículo de una web especializada.

La revolución actual lleva por nombre Netflix. Las plataformas para ver cine bajo demanda están dispuestas a transformar por completo los hábitos de los espectadores. Se trata de una nueva forma de acercar el séptimo arte a la gente que genera enormes recelos en la industria. El conflicto se escenificó en Cannes, cuando el festival planteó dejar fuera de concurso a aquellas cintas que no se exhibieran en una sala francesa.

«El conflicto entre Netflix y Cannes habla de la capacidad de la plataforma para imponerse sobre el festival de mayor insignia del cine. Las políticas públicas se han resquebrajado con el fenómeno de video on demand. Si no tomamos medidas estaremos llorando dentro de tres o cuatro años porque no tendremos espacio en el mundo digital», ha señalado Sánchez.

Ir al cine estudia los hábitos de los espectadores y sus comportamientos. Se adentra en las más diversas formas de ver películas y se plantea por qué el cine mexicano acapara premios en el extranjero y logra escasos éxitos en taquilla. Una cuestión que lleva años preocupando a los creadores, incapaces de que sus cintas superen las expectativas en venta de boletos.

«Lograr que una película mexicana se exhiba en las pantallas es una gran hazaña, ya que se topan con un muro difícil de superar, pero en muchas plataformas hay espacio para ellas. De hecho, hay cintas de nuestro país que en la televisión han tenido mucho más rating que las de Hollywood. No existe un divorcio entre creadores y espectadores, pero sí hay que descubrir dónde se dan los encuentros», señala Mantecón.

Una obra que recorre la época de oro, la posterior crisis y las formas actuales del cine para incorporar a la historia del séptimo arte mexicano la del propio espectador, el relato de su evolución y los cambios que ha protagonizado en las últimas décadas.