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El preocupante deterioro de la inversión

Edgardo A. Ayala GaytánFuente: Cortesía

La buena noticia, es que la economía mexicana no cumple con las condiciones para ser decretada como en recesión, ya sea por el criterio de la caída en dos trimestres consecutivos del PIB real, ni el que usa el National Bureau of Economic Research en Estados Unidos, y que requiere una reducción significativa en el PIB real, ingreso real, empleo, actividad industrial y las ventas del comercio, misma que dure “más que unos pocos meses”. La mala, es que lo que le llaman desaceleración de la economía, rápidamente se torna más grave de lo que todos pensaron en un inicio.

El INEGI acaba de informar que la inversión fija bruta se contrajo al ritmo de 7.4 por ciento anual comparando mayo del 2019 con mayo 2018, principalmente impulsada por la reducción de casi 10 por ciento en la construcción. Los gastos que realizan las familias en bienes y servicios de consumo, prácticamente se estancaron al crecer en 0.2 por ciento entre abril del 2019 y 2018, pero el consumo en bienes duraderos nacionales está decreciendo a ritmos de 10 por ciento en términos anuales. Por otra parte, las exportaciones que crecían a tasas anuales de dos dígitos todavía en el 2018 apenas crecieron arriba del uno por ciento anual en mayo.

El panorama luce preocupante, aun y cuando el gasto público repunte en lo que resta del año, estimo que el crecimiento puede ubicarse en un rango de -0.5 al 0.5 por ciento. Pero fuera de que el crecimiento sea nulo durante 2019, preocupa en extremo que las causas que han provocado este claro estancamiento no dan visos de cambiar para bien en el futuro próximo.

Revisemos los que considero más importantes. La inversión fija bruta, que es el gasto que realizan las empresas en construcción, maquinaria y equipo ha decrecido por una combinación de factores. Entre ellos la falta de confianza en la conducción del país y las altas tasas de interés real.

La cancelación del aeropuerto internacional de la ciudad de México y de las subastas petroleras y eléctricas, los frecuentes cambios en el primer nivel del gabinete y el estilo personal del presidente que promueve confrontaciones cotidianas con los organismos autónomos, las calificadoras, los “adversarios” y los “neoliberales” hacen creíble el escenario de que en un futuro próximo se radicalice el gobierno, amenazando la estabilidad del clima de negocios. En palabras de un inversionista extranjero “the environment is too noisy to invest”.

¿Cambiará este entorno? No veo cómo, el gobierno actual se aferra a proyectos de inversión bastante dudosos, si no es que francamente desastrosos, como lo son el aeropuerto de Santa Lucía y la refinería de Dos Bocas. Francamente, pierdo las esperanzas de cambios en las posiciones clave de Energía, CFE; Pemex y la Secretaría de Comunicaciones. Aunque se planea inyectar liquidez a Pemex, no creo que disminuya la probabilidad de que las calificadoras rebajen la calificación crediticia a Pemex.

De los factores que afectan las decisiones de inversión, si acaso puede empezar a revertirse las tasas de interés, si es que Banco de México decide empezar a reducirla y llevarla a un nivel más compatible con una inflación controlada de entre 3 y 4 por ciento.

Sin embargo, en el resto del año lo más seguro es que a lo más la reduzca tan sólo 25 puntos base. Por una parte, el instituto central requiere consolidar la desinflación que ha logrado, y por otra, necesita un tipo de cambio alto ante la incertidumbre internacional que se avecina.

Finalmente, algunos analistas confían que el plan contra cíclico que anunció la Secretaría de Hacienda puede ser el elemento clave para revertir la dinámica contraccionista de la economía mexicana. Nuevamente siento no ser tan optimista. No es el monto del paquete, sino la forma en como se va a canalizar, ya que una parte importante se inyectará a través de la banca de desarrollo, sin embargo, el principal problema con la inversión no es la falta de créditos, sino la incertidumbre de la economía nacional y las altas tasas de interés, es decir: se puede llevar al caballo al estanque, pero no se le puede obligar a que se la trague.

El autor es Profesor Asociado del Departamento de Economía del Campus Monterrey.

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