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El Reto: “Vivir” el Protocolo Familiar

Fuente: Cortesía

Desarrollar un protocolo familiar no es fácil: implica constancia, formación, reflexión, discusión, prudencia y negociación. Y es que, no se trata sólo de asistir frecuentemente a sesiones de trabajo retadoras, sino de definir un futuro familiar-empresarial conjunto y de comprometerse a lograrlo (poner en práctica ciertos valores, comportamientos, acciones).

Precisamente por esto, cuando las familias empresarias “terminan” sus procesos de protocolización, sienten que se “han graduado”. Y, aunque en efecto han concluido un período en el que desarrollaron las competencias necesarias para ejercer la diplomacia familiar y crearon los foros de comunicación para vocear inquietudes, al final se dan cuenta—al igual que los recién graduados—de que el trabajo, apenas comienza. “Cuando firmamos el protocolo familiar pensé que habíamos ‘terminado’; no tenía idea de que apenas comenzaba el reto: vivirlo”.

El recorrido de implementación de un protocolo familiar no es una línea recta—podemos encontrar altos, bajos, zigzags, curvas. Para poder lidiar con esto, las familias empresarias deben estar conscientes de que existen condiciones para que los acuerdos familiares puedan progresar. Y es que, no hay soluciones mágicas: Todo lo que importa en esta vida, hay que ganárselo,… hasta la paz familiar. Así que, a continuación te comparto 5 recomendaciones para cuando “te gradúes”:

Número 1: Voluntad y compromiso. Implementar los acuerdos familiares implica esfuerzo, repetición y voluntad. Es como ponerse a dieta. Por ende, se recomienda que al menos durante el primer año se cumplan los acuerdos al pie de la letra—no se hagan excepciones. Y es que, si comenzamos a cambiar la dieta porque luego de haberla definido ya no me gustó, difícilmente funcionará,… especialmente cuando somos muchos los que la seguimos.

Número 2: Conocer y entender el por qué de los acuerdos. Hay que organizar reuniones del Consejo de Familia, convenciones familiares y sesiones de formación. Es en estos eventos donde se da a conocer el protocolo familiar, se analizan los pros/contras de pertenecer a él y se toman acciones en cuanto a actitudes, comportamientos y valores a transmitir a las siguientes generaciones. Sólo lo que se conoce, comprende y practica se interioriza y vuelve un hábito.

Número 3: Involucrarse. Si los miembros de la familia no asisten a las reuniones, cambian de parecer a última hora cuando se atraviesa un “compromiso” o delegan su participación, la realidad es que no están en el mismo canal de comunicación—no tienen claras sus prioridades y no existe reciprocidad hacia el trabajo de la familia empresaria y hacia los beneficios que se reciben de la empresa familiar.

Número 4: Caer y levantarse. El protocolo familiar está hecho no sólo para evitar que las familias empresarias caigan en las trampas de la empresa familiar, sino también para ayudarlas a salir de ellas. En consecuencia, la implementación es un proceso de aprendizaje. Es crucial que tengamos claras las metas, mantengamos la motivación, avivemos nuestra curiosidad y exploremos el significado de los acuerdos continuamente.

Número 5: Negociar y adaptar. El protocolo familiar es un documento “viviente”: se adapta a las necesidades y condiciones de la familia empresaria, a su dinámica y complejidades. Por ello, una vez que pasa el primer año, los acuerdos han de revisarse y amoldarse. ¡Es una labor continua!

En conclusión: Firmar el protocolo familiar es sólo el inicio… Hay que anticipar avances y retrocesos durante el proceso de implementación y tener claro que para que funcione, ¡hay que vivirlo y fortalecerlo continuamente!

La autora es socia de Trevinyo-Rodríguez & Asociados, Fundadora del Centro de Empresas Familiares del TEC de Monterrey y miembro del Consejo de Empresas Familiares en el sector Médico, Petrolero y de Retail.

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