Inicio México El terror machista se sube a una combi del Estado de México

El terror machista se sube a una combi del Estado de México

—Mamá, me pasó algo feo.

—¿Qué tienes, hija?

—No puedo decirlo por teléfono. Te lo escribo por mensaje.

Mónica (nombre ficticio), de 16 años, solía dejar notas a su madre por toda la casa para contarle cualquier ocurrencia: «Te dejé esto acomodado», «Estoy orgullosa de ti», «No te vayas a enojar, mañana termino mi quehacer». El pasado 21 de junio fue incapaz de escucharse a sí misma y prefirió teclear en su celular: «Mamá, me violaron».

Han pasado tres semanas y su madre, Marisol, recuerda lo sucedido a este diario con la sensación de que: o lo cuenta o se muere en el olvido; o alza la voz o el agresor de su hija seguirá «en las calles feliz de la vida». Y, aunque explica que buscar justicia en México significa «un desgaste emocional y físico importante», se sienta frente a una cámara, pide que le tapen el rostro, que no publiquen su apellido, y relata lo sucedido aquel fatídico miércoles como si lo hubiera vivido ella misma. Porque en un país donde sólo el 10% de los delitos se denuncia, sospecha que su expediente corre un probable riesgo de acabar archivado para siempre.»Hay que hacer ruido», explica. Hace 15 días nadie conocía su historia.

Aquel miércoles, Mónica había ido a ayudar a sus padrinos en el negocio familiar. Salió a las seis de la tarde y pensó que todavía era temprano, que había luz, que podía irse sola a casa. Porque en el municipio de Los Reyes-La Paz, como en el de Nezahualcóyotl, que está pegado, o en su casa, Chimalhuacán —todos en el oriente del Estado de México— andar sola de noche está considerado como una temeridad. Así, con un toque de queda autoimpuesto por ellas, cuando se esconde el sol, las mujeres buscan el refugio de sus casas o el favor de un amigo que las lleve o las acompañe. En lo que va de año han sido asesinadas 349 mujeres en toda la entidad, según el conteo documentado de la prensa local. Y en esos tres municipios, ya van 45.

Mónica era muy consciente de las cifras. Cualquiera que camine por las calles del oriente del Estado de México, donde en muchos municipios existe además una alerta de género, lo sabe. Y tomó una combi, una furgoneta de transporte público para llegar a su casa. También sabía que unos 15 días antes, a Valeria, una niña de 11 años de Nezahualcóyotl, la habían violado y asesinado en un vehículo similar. Pero, ¿qué podía hacer? El sistema de transporte público en muchas zonas de la entidad se reduce a estas furgonetas, con capacidad para unas 10 personas, que a esas horas van vacías, porque el riesgo a que te asalten también es realmente alto. «Era su única opción», explica Marisol.

Una combi como la que se subió Mónica en el Estado de México.Una combi como la que se subió Mónica en el Estado de México.

«Cuando abordó la combi, no se le hizo raro que el chófer subiera el volumen del estéreo. Ella iba escuchando la música», relata su madre. No imaginó entonces que aquella melodía serviría para acallar sus gritos. Advirtió enseguida que había puesto los seguros de la puerta corrediza y, de repente, aumentó la velocidad para acabar desviándose de la ruta y tomar un cerro deshabitado. Cuando llegaron a un descampado, abrió la puerta, le puso la rodilla en sus manos y ella se cansó de luchar. «Ya no pudo, perdió las fuerzas», revive Marisol.

Antes de arrancar, aquel hombre la arrojó al suelo desnuda. «Ella solo alcanzó a tomar sus pantalones y su mochila», apunta la madre. Y desde allí emprendió un segundo calvario hasta su casa. Tuvo que tomar dos furgonetas más, iguales que aquella, muerta de miedo: «No le dijo a nadie, no hablaba, pero no dejaba de llorar».

Su madre decidió que irían la mañana siguiente a poner la denuncia. Quiso dejarla descansar unas horas. 

—No te bañes.

—Pero es que tengo asco.

—No te bañes.

«Yo sabía que si se lavaba se irían las huellas, los restos. Sé que pasó un día horrible porque estaba sucia. Así la traje, con la misma ropa. De hecho, no llevaba la ropa interior porque se quedó en esa combi», cuenta su madre. Marisol, además de justicia, quería que le dieran el mejor trato médico. Y ellas, con apenas recursos, necesitaban todos los documentos que acreditaran que a su hija la habían violado para que pudieran darle una atención y unos medicamentos que no iban a poder pagar. 

Tres semanas después, el hombre que le hizo aquello a su hija sigue libre. Las autoridades lo están buscando, aunque apunta Marisol que, desde que ha dado su versión a la prensa, «han intensificado la búsqueda». El consejo se lo dio Jacqueline Ortiz, la madre de Valeria. Ella y su exmarido buscaron por su cuenta los vídeos de las cámaras de seguridad que apuntaban a la combi que se llevó a su hija el pasado 8 de junio. Los vecinos encontraron el cadáver y avisaron a la Policía. La denuncia pública hizo que México mirara a Nezahualcóyotl con terror. Y tres días después, ya había un detenido. Las autoridades prometieron enseguida un mayor control de este precario sistema de transporte y, especialmente, de quienes lo manejan. Mónica no notó ningún cambio.

Su historia y la de Valeria, las dos ocurridas en el interior de una combi, las dos agredidas por un conductor del único transporte público disponible en su zona, han marcado para siempre el oriente de una entidad letal para las mujeres. «Yo siempre le decía a mi hija que no teníamos que vivir atemorizadas. Pero ahora que pasó esto me doy cuenta de que la gente tiene razón: hay que tener miedo».