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En medio del caos, este es el día a día de los comercios en Argentina

Luego de dos defaults soberanos en el presente siglo, los propietarios de pequeñas empresas en Argentina saben lo que es atravesar tiempos de crisis. Sin embargo, hasta ellos quedaron tambaleantes tras el más reciente desplome.

El hundimiento histórico del peso, que el lunes llegó a registrar una baja de 24 por ciento, se tradujo en pérdidas para algunos propietarios de tiendas. Otros quedaron sopesando cuánto pagar por sus productos básicos. Con las elecciones presidenciales a diez semanas de distancia, todos se preguntan si el panorama puede empeorar.

«Argentina es como un serrucho, va y viene», dijo Rubén Haleblian, vendedor en una tienda de electrónica en Buenos Aires.

El derrumbe del peso significa que los productos denominados en dólares se disparan en precio. Con el tipo de cambio en caída libre, el dueño de la tienda le ordenó a Haleblian fijar el precio de todos los productos -importados- en 62 pesos por dólar. El resultado fue que artículos como una tarjeta de memoria SD y un teléfono Samsung se volvieron 40 por ciento más caros y los clientes abandonaban la tienda apenas se enteraban del precio.

«Voy rascando hasta fin de mes», reconoció.

Otro ejemplo es el de Pablo Ricatti. La empresa que dirige hace panes para hamburguesas y hot dogs en la provincia de Buenos Aires, pero la crisis monetaria hace que ahora no tenga forma de saber cuál es el precio justo de la harina. Después del cierre de los mercados, se enteró de que su proveedor subió el precio 59 por ciento respecto al viernes de la semana pasada.

«No convalido esa suba, es mucho mayor a la depreciación del peso», aseguró Ricatti, quien enfrenta el mismo desafío a la hora de decidir cuánto cobrar a sus clientes. «Tenemos suficiente para vender durante las próximas dos semanas y podemos mantener nuestros precios por el momento», declaró. «Pero si el peso permanece fuera de control vamos a subir los precios».

Los argentinos han experimentado episodios agudos de debilitamiento del peso en el pasado, el más reciente en agosto de 2018, cuando una depreciación de 25 por ciento en un solo día obligó al Gobierno a incrementar la suma de un préstamo récord solicitado al Fondo Monetario Internacional. En 2015, cuando el presidente Mauricio Macri levantó los controles de capital, la moneda perdió hasta 30 por ciento.

La depreciación del lunes fue parte de una descarga masiva de activos argentinos luego de que el candidato opositor Alberto Fernández superara con holgura a Macri en las primarias del fin de semana, consideradas un presagio de lo que pasará en las presidenciales de octubre. La especulación sobre el populismo económico que podrían implementar Fernández y su compañera de fórmula, la expresidenta Cristina Kirchner, tiene alarmados a los inversores.

No obstante, si bien el resultado sorprendió a encuestadoras e inversores, lo que hizo fue reflejar el descontento popular por el camino que toma Argentina en medio de una recesión, políticas de austeridad y un nivel inflacionario superior al 50 por ciento.

El resultado es una desconexión entre la preferencia del electorado por un gobierno potencialmente proteccionista e intervencionista para sacarlos de las dificultades económicas y el deseo de los inversores de dar continuidad a las políticas favorables al mercado de Macri para recuperar la confianza de los mercados internacionales. Esa divergencia conlleva un riesgo de más sufrimiento económico en el futuro previsible.

Los dueños de negocios en el área comercial conocida como el microcentro, donde las tiendas cerradas manchan el paisaje, están resignados a sufrir más pérdidas. Rafael Fagenblat, de 47 años, posee una tienda de artículos de cuero y tiene un taller en Boedo donde hace bolsos, cinturones y chaquetas. Como los precios del cuero siguen al dólar, perdió alrededor del 25 por ciento por las ventas que realizó a fines de la semana pasada, ya que los pagos los recibe a través de un mecanismo local de cheques diferidos.

El lunes mantuvo sus precios en pesos al nivel del viernes, aunque sabe que reponer las existencias será mucho más caro. Eso porque las ventas ya habían bajado y no tiene sentido subir los precios. Los clientes son escasos con la economía tal como está y el fin de los subsidios del Gobierno significa que el aumento de los precios de los servicios públicos elevará aún más sus costos.

«Me iba mejor con Cristina», lamentó, refiriéndose a la antecesora de Macri. “Ahora mis costos fijos siguen subiendo pero las ventas no mantienen el ritmo. Macri no entendió nuestras necesidades”.

Julián Díaz administra tres restaurantes en Buenos Aires y tiene sensaciones encontradas. Le preocupan los clientes que apenas pueden llegar a fin de mes, pero al mismo tiempo ha tenido que posponer sus planes para abrir dos nuevos restaurantes a raíz del debilitamiento de la economía.

Si bien está contento de ver a Fernández al frente, espera que la depreciación se detenga. «Siento optimismo a largo plazo pero preocupación a corto plazo», expresó.