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Encuestas y elecciones

Encuestas y elecciones. (Ismael Ángeles)

En 2018 se cumplirán 30 años de que las encuestas sobre preferencias electorales hicieron su aparición en los medios de comunicación mexicanos, reflejando el sentir del electorado en una campaña presidencial. Comparado con la gran cantidad de encuestas que se publican hoy en día, en 1988 solamente hubo unas cuantas, pero inauguraron una nueva forma de cubrir el proceso electoral, articulando la diversidad de voces del electorado, ofreciendo a los medios una herramienta para comprender la naturaleza de la elección, abriendo la posibilidad de proyectar escenarios y pronósticos, y dotando a los partidos políticos y sus candidatos de un recurso estratégico para enfrentar un nuevo ambiente de competencia política.

Hoy, a 30 años del inicio de su papel público en la vida política nacional, las encuestas son un rasgo común e inseparable de los procesos electorales en el país. Yo diría que incluso juegan un papel protagónico. Los resultados de las encuestas tienen impacto. En su recorrido por los ciclos de elecciones, las encuestas han dejado evidencia de que son capaces de estimar con una gran exactitud los resultados electorales, y de que son muy útiles para asistir al periodismo y al comentario político en su cobertura y análisis de las campañas. Pero también han dejado casos de fallas y errores, de usos inadecuados y de abusos, generando sospechas y desconfianza. En una elección tan importante y de tal magnitud como la de 2018, las encuestas están en una encrucijada: son, sin ninguna duda, la mejor herramienta que tenemos actualmente para conocer las preferencias del electorado, pero sufren un déficit de credibilidad.

Es importante recordar que las encuestas son un recurso metodológico con bases científicas que, realizadas con solidez técnica y ética, pueden aportar enormemente a la vida democrática, informando a los ciudadanos y a los actores políticos lo que opina, siente y decide el electorado, así como algunos subgrupos específicos de éste. La medición puntual de las preferencias electorales nos permite saber qué sucede durante las campañas, cómo reaccionan los electores a las candidaturas, a sus propuestas y a sus mensajes, así como al contexto general de información. Sin ellas, prácticamente llegaríamos a ciegas a una elección.

La pregunta sobre intención de voto (“Si hoy fueran las elecciones, ¿por quién votaría usted”) es el elemento más central y relevante de las encuestas políticas, y es la base para la narrativa periodística de las elecciones: quién va adelante, quién va atrás, quién sube, quién baja. También es una de las bases más importantes para hacer pronósticos: quién probablemente ganará una elección. Sin embargo, también hay otros elementos que las encuestas pueden aportar a la discusión y el debate público: qué preocupa al electorado, por qué apoyan a una opción política y no a otra, en qué momento deciden su voto, qué incide en esa decisión, cuáles son los subgrupos que podrían definir la elección, cómo evalúan a los partidos y al propio gobierno, qué tan leales o volátiles son las preferencias, qué tan apegados están los votantes a principios, valores e ideologías que inciden en su voto, y una variedad de aspectos más que permiten comprender cómo y por qué vota la gente.

Las elecciones de 2018, las más grandes de la historia, serán una profunda expresión de la democracia mexicana. Las encuestas acompañarán a todo el proceso. Estamos expectantes y, si me lo permite, sugiero disfrutar el viaje de aquí al 1 de julio.

Twitter: @almorenoal