Inicio México Este pueblo prometió volver… ahora es ‘fantasma’ y un gran atractivo turístico

Este pueblo prometió volver… ahora es ‘fantasma’ y un gran atractivo turístico

Si visitas la zona costera del sur de Reino Unido, probablemente te encuentres con reliquias de los años oscuros en que el país se preparaba para la invasión nazi: estaciones de radar abandonadas, trampas para tanques en los campos, búnkers desde los que se ven playas de grava. En este camino está el pueblo de Tyneham.

Este pequeño pueblo del condado de Dorset se divisa por primera vez desde un camino muy inclinado que conduce a un pequeño valle. Al fondo, detrás de unos árboles, se encuentra Tyneham… O, mejor dicho, lo que queda del pueblo.

En algún momento, este pueblo fue un barrio de pequeñas casas campestres. Ahora sólo queda el esqueleto de los edificios. No hay puertas, ventanas ni techos. El visitante tiene la sensación de que se encuentra en un sitio arqueológico, un viejo asentamiento que tuvo un fin apocalíptico.

Y, en cierto sentido, eso es precisamente lo que sucedió con Tyneham.

Su origen se remonta a antes de la conquista normanda en 1066. Durante más de mil años sus residentes vivieron precariamente de la tierra y el mar. Hasta que un día su larga historia llegó a su fin.

A fines de 1943, el rumbo de la Segunda Guerra Mundial estaba cambiando. Faltaban solo seis meses para el Día D y las fuerzas armadas británicas necesitaban tierras para hacer maniobras militares y capacitar a sus soldados en el manejo de tanques. La presencia de una base grande en las inmediaciones hizo que pronto se le pusiese el ojo a esta localidad.

En noviembre de ese año, los residentes recibieron cartas del Departamento de Guerra ordenándoles que abandonasen el pueblo en un mes en aras “de los intereses nacionales”. Se agregaba que esperaban que hiciesen “este sacrificio para nada pequeño… de corazón”.

En cuestión de semanas empacaron sus cosas y se fueron del verde valle de Dorset. Llevaban cuatro años viviendo con el temor de una invasión alemana, pero el ejército que los convirtió en refugiados fue el suyo propio.

Mientras se iba, uno de los residentes dejó una nota en la puerta de la iglesia: “Por favor traten bien la iglesia y las casas. Volveremos algún día y les agradeceremos haber tratado bien a nuestro pueblo”.

Con el correr de los años se derrumbaron los techos y los pisos superiores, y se cayeron puertas y ventanas. Crecieron árboles y arbustos en el pueblo. Y la gente no regresó.

Lo que se suponía era una partida temporal se hizo permanente. La tierra sigue perteneciendo al Ministerio de Defensa, pero la mayoría de los fines de semana no hay actividad de tanques ni armas y se permite la llegada de visitantes.

Es una localidad pequeña -más un caserío que un pueblo-.. Después de pasar por las viviendas semiderrumbadas, aparecen carteles con fotos color sepia que muestran las viviendas que había y la gente que las habitaba. Se cuenta lo que hacían -director de la oficina de correos, agricultor, jardinero- y se trasporta al visitante al pasado, haciendo que sienta la presencia de personas de carne y hueso.

La escuela fue restaurada y se ve exactamente como era en la década de 1940. La iglesia Santa María siempre recibió mantenimiento. Pero todo lo demás refleja el paso del tiempo, y eso es lo que resulta atractivo.

“Te das cuenta de lo dura que era la vida en esos días”, dijo Linda Bryan, una mujer de 70 años que vive no muy lejos de allí. “Que triste que se hayan tenido que ir. Me pregunto adónde se fueron”.

Su sobrina, Lesly-Anne Meader, de 60 años, de Hampshire, otra localidad cercana, visitó el sitio por primera vez.

«Es muy evocador. Ves toda la gente que vivió aquí”, señala Meader. “Parecen historias de fantasmas”.