La semana pasada se reunieron en la ciudad de San Miguel de Allende, Guanajuato, los gobernadores de Querétaro, Aguascalientes, San Luis Potosí y el anfitrión estatal con un objetivo en mente: sentar las bases para una estrategia de desarrollo económico regional.
Aunque fue el primer encuentro, del cual habrá que emprender el recorrido en materia de planeación, estrategia y negociación, antes de la firma del documento; si el proyecto llega a buen puerto tendríamos un plan de desarrollo económico que bien podría llamarse Plan San Miguel.
Los cuatro estados comparten no sólo una posición geográfica que los integra de manera natural, también hacen sinergia en el desarrollo de diferentes industrias, una de ellas la automotriz; actividad que gracias a su externalidad positiva entrelaza cada vez más la economía de dichas entidades.
México tiene el reto de producir cinco millones de vehículos para el año 2020, de los cuales alrededor de la mitad saldrán de esta región. Asimismo, el dinamismo local de la industria automotriz es un gran impulsor de empleos. Si bien la producción de automóviles es un renglón importante en el Bajío, la complejidad económica potencial de esta zona es prometedora.
De acuerdo con el proyecto Atlas de Complejidad Económica, se define a esta última como la dotación de capacidades y conocimientos necesarios para producir bienes. Así, la complejidad económica potencial es aquella que se encuentra en proceso de acumular los conocimientos y capacidades productivas necesarias para producir bienes de manera competitiva.
Sólo por citar un ejemplo, la complejidad económica potencial de las zonas metropolitanas de Aguascalientes y San Luis Potosí se centra en sectores como la fabricación de componentes electrónicos, de equipo de comunicación, de equipo y material desechable de uso médico; incluso hay potencial en el sector servicios relacionado con hospitales psiquiátricos y tratamiento de adicciones.
De igual manera, las zonas metropolitanas de Querétaro, Celaya y León gozan de indicadores que prometen grandes posibilidades de desarrollo en distintas ramas de la actividad económica.
La visión de los líderes políticos es clara: desarrollo de infraestructura, promoción de la inversión, eslabonamiento de cadenas productivas y logísticas.
Sin duda, estrategias prioritarias para explotar aún más el potencial económico regional, para así –como lo citó uno de los gobernadores- dar paso a una integración que no tiene precedentes en México.
*Director general de Forecastim SC y editor de la revista Triángulo Industrial Bajío
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