Inicio México Eugenio Caballero, un narrador de la verdad

Eugenio Caballero, un narrador de la verdad

Hace una década ganó el Oscar por la dirección de arte de El laberinto del fauno, su primera cinta fantástica. Este año, otra historia de fantasía llevó nuevamente a Eugenio Caballero al podio de los premios internacionales: Un monstruo viene a verme, de Juan Antonio Bayona, por la que recibió un Goya y, el pasado miércoles, el Fénix, en México (la cinta también fue merecedora del galardón por mejor Sonido, y del Premio de los exhibidores).

Su carrera comenzó a principios de la década de 1980, con la cinta En medio de la nada, de Hugo Rodríguez, como asistente de la directora de arte Gloria Carrasco; previamente, había realizado cortometrajes y videos musicales. Discípulo de Brigitte Broch, Eugenio Caballero ha trabajado en grandes producciones de Hollywood, como Romeo y Julieta, de Baz Luhrmann; la película mexicana Santitos, de Alejandro Springall, así como en la creación del espectáculo Luzia, del Cirque du Soleil, entre otros proyectos. Actualmente está en la recta final de la cinta Roma, de Alfonso Cuarón.

___Usted ha visto el avance de la profesionalización de su área en el cine, pero también de la tecnología, ¿cómo la utiliza en su quehacer?
___El cambio ha sido muy grande, y la tecnología va a seguir cambiando. Para mí lo importante es entender cómo usarla. Más que ser un experto en un programa específico, porque hay gente que lo sabe hacer muy bien, para mí lo importante es cómo incorporar esa herramienta dentro de mi proceso creativo, hablo de las herramientas digitales o de la tecnología en la construcción de sets; ahora hay cosas que se pueden imprimir o mandar a hacer con máquinas, y es muy divertido echar mano de eso, pero para mí la tecnología no es lo importante, sino lo que se está contando, así que cuando encuentro la verdad en la narración, entonces utilizo lo que necesito: a lo mejor es una parte física en una locación, una brocha para pintar y la herramienta digital, que es una brocha más con la que puedes dar ciertas pinceladas.

___¿No siente cierta nostalgia por las brochas tradicionales?
___Es que sigo haciendo lo mismo, sigo utilizando la brocha para las cosas que están cerca de los actores; me gusta combinar métodos bien tradicionales de construcción, todavía hago muchos moldes de yeso, con cosas muy contemporáneas, como lo que hicimos para A Monster Calls con el motion capture, (una técnica de grabación de movimiento) que utilicé por primera vez, y funciona para películas muy específicas, como ésta, que después de investigar mucho nos dimos cuenta de que era el recurso adecuado. Hay miles de posibilidades, lo importante es estudiarlas, entenderlas y llevarlas a tu lado, y no al revés.

___Aunque hay una diferencia entre la fantasía y una cinta
de época, como Roma…

___En el caso de esta película la referencia histórica es una parte importante, después viene el proceso creativo. Mi trabajo no es sólo recrear una época, sino utilizar las herramientas que tengo como director de arte: color, sombras, oscuridades, contrastes, arquitectura, para poder transmitir un sentimiento, una realidad; mi oficio no es estético, es narrativo.

___¿Qué significa para usted buscar la verdad en la narración?
___Lo que persigo es la verdad en cada película. Así, en abstracto, la verdad es un concepto tan grande como una loza. Es cierto que se vive en términos muy cínicos y nuestro trabajo es una manera de combatir eso; lo que sé hacer es cine y desde el cine se construyen muchas cosas: se hace política, uno muestra una opinión, toma una postura; eso se hace aún en la fantasía, y lo que tiene de maravilloso es que se puede ser muy crítico por caminos paralelos, que resuenan y se le quedan más al espectador; si eso está hecho de buena manera, penetra por los poros.

___Se cumplen 10 años que ganó un Oscar, este 2017 también recibió un Goya y el Fénix por Un monstruo viene a verme, ¿qué representan, profesionalmente, los premios?
___Para mí el Oscar fue resultado de que hicimos una buena película y mi aprendizaje no está con el premio, sino con la película. Yo diría 12 años de El laberinto del fauno; es una óptica distinta, porque justamente con ese trabajo entendí muchas cosas de mi oficio. Trabajar con Guillermo del Toro fue muy enriquecedor, entonces aún no éramos amigos, él había producido dos películas en las que trabajé: Crónicas, de Sebastián Cordero, que él produjo con Alfonso Cuarón y Bertha Navarro, y Asesino en serio, de Antonio Urrutia.

___¿Cómo le facilita el trabajo su círculo de amigos?
___Trabajamos bien, pero nunca se deja de lado el rigor. Trabajar con Alfonso Cuarón o Guillermo del Toro es un reto para cualquier colaborador. Aprendemos mucho en el camino, se va generando el diálogo de acuerdo al proyecto; no es que los códigos estén dados, más bien cada película exige otras cosas; los admiro muchísimo como cineastas, así que para mí es un orgullo trabajar con ellos, me impulsan a dar lo mejor de mí, y me escuchan para crear el mundo específico de cada historia, que puede ser muy cercano a la realidad, pero al momento de escoger ciertas partes de esa realidad, editarlas y abstraerlas, adquiere unas reglas propias. Lo mismo pasa con el cine fantástico.

___¿Qué puede compartir sobre Roma?
___Es una película que sucede en la Ciudad de México entre 1970 y 1971. A través de la historia de una familia se muestra un contexto de lo que pasa alrededor, en esos años convulsos. Sucede básicamente en la colonia Roma, es muy personal: es la misma colonia, pero a la vez distinta; los años 70 parecen muy cercanos, pero ya pasó medio siglo, todo ha cambiado de manera muy veloz, como los terremotos de 1985 y el de 2017; la tecnología, las necesidades de una ciudad van cambiando mucho más rápido. Fue imposible recrear la época en algunas calles porque ya no existen como tales. Esta ciudad es caótica, pero me resulta sumamente inspiradora, aquí vivo y cada que puedo regreso a filmar.