Inicio México ‘I, Tonya’, o cómo hacer un ‘Goodfellas sobre hielo’

‘I, Tonya’, o cómo hacer un ‘Goodfellas sobre hielo’

El patinaje artístico sobre hielo no suele dar material para programas de chismes o reality shows, pero allá en los lejanos 90, hubo un culebrón que hizo que todos (o muchos) voltearan a ver ese deporte y la estrella (involuntaria) de ese drama: una rústica patinadora llamada Tonya Harding.

Nancy Kerrigan y la propia Harding eran las más famosas rivales en esa disciplina, y unas semanas antes de que dieran inicio los Juegos Olímpicos de Invierno de Lillehammer en 1995, la primera fue golpeada en una rodilla por un vándalo contratado por el exmarido de la segunda, lo que originó el mayor escándalo deportivo de esa época, el cual ha sido recreado en I, Tonya (Yo, Tonya), una cinta que bien pudiera haber sido dirigida por Martin Scorsese y llamada Buenos muchachos sobre hielo.

A modo de relato coral, la cinta da voz a los involucrados en el señalado incidente: la cruel y fría madre interpretada por la ya ganadora del Oscar Allison Jenney; Sebastian Stan dando vida al violento y tonto marido Jeff Gillooly, el idiota guardaespaldas Shawn Eckhardt, y por supuesto, la destronada reina, la heroína más odiada, interpretada por una sorprendente y poderosa Margot Robbie en la que tal vez sea la mejor de sus actuaciones hasta el momento.

En una frenética, vibrante y brutal mezcla de documental y reality show que rompe la cuarta pared, su director Craig Gillespie añade unas tremendas dosis de humor negro que dan pie a situaciones unas más inverosímiles que las otras: un estúpido que ama a su esposa y que le pide ayuda a su más estúpido amigo, quien contrata a otros dos aún más imbéciles para llevar a cabo lo que sería considerado el escándalo del año, uno que de tan absurdo parece sacado de la ficción pero que es tristemente real.

Aquí todos cuentan su versión, la cual, bien dice Tonya, no es la verdad, sino sólo su verdad: ¿Que si Tonya fue maltratada sistemáticamente por su madre y esposo? Mientras ella dice que sí, los otros dicen que no. ¿Que si Tonya le disparó alguna vez a su esposo? Él dice que sí, ella dice que no. ¿Que si ella estaba dispuesta a dejar a su esposo después de Lillehammer? Ella dice que sí, Gillooly dice que no. ¿Que si ella era automáticamente ignorada y despreciada de las competencias por su poca educación y modales? Ella dice que sí. ¿Que si estuvo involucrada en la estupidez planeada por su exmarido? Ella dice que no… y siempre ha dicho que no.

Como el diamante, la verdad también es una joya muy valiosa pero con múltiples caras de las cuales no sabemos cuál es la principal; el espectador tendrá que decidir si Tonnya en verdad se merecía tanto odio, si realmente fue una víctima de las circunstancias que sólo estuvo en el lugat y momento equivocado o si de alguno u otro modo sus acciones (o falta de ellas) la llevaron a ese lugar.

Pero más allá, Margot y Tonya dan un pellizco incómodo a ese Estados Unidos que quiere patinadoras sacadas de una caja de Barbie, aquél que no perdona la vulgaridad y poca educación de su white trash, de sus rednecks, aquel que da un año de cárcel a los autores de un crimen pero que le prohíbe patinar de por vida a la persona menos involucrada en ese asunto. En un punto de la cinta, Margot-Tonya declara, tristemente: «Me encantó ser la más amada de América, por un minuto; luego fui la más odiada. Después, sólo fui la línea de un chiste».

I Tonya es ese agridulce golpe en la cara a ese Estados Unidos que le encanta amar y destronar a sus ídolos y que odia a aquellos que no se dejan odiar tan fácilmente; a ese país que detesta, pero que no puede vivir sin sus self-made celebrities.